VISTO Y LEIDO
Cuatro ensayos en los que la autora recorre el camino del yo al nosotras para fundar una ética en la que sea posible nombrar, nombrarse.
› Por Silvina Giaganti
El viernes 17 de septiembre de 2010 se publicó en el suplemento Soy una carta de Virgina Cano, docente de la Facultad de Filosofìa y Letras de la UBA, en la que se preguntaba por el efecto que podía producir que una persona que ofreciera sus saberes, lo hiciera desde un cuerpo desobediente de las grandes corrientes de la normalidad, ese gran deber ser hegemónico. Sin dudar, Cano responde que no se puede enseñar ni educar sin el cuerpo, y tampoco pensar ni filosofar.
Esta respuesta tiene dos gestos: volver a discutir la tradición filosófica que subordina el cuerpo al alma y que tiene en la frase de Platón a su más acabada propagandista: “el cuerpo es la carcel del alma”, y contrarestar con sus maestrxs filosoficxs, Friedrich Nietzsche, para quien el alma es un pequeño instrumento de esa gran razón que es el cuerpo, y Judith Butler, para quien los cuerpos siempre importan. Y por otro lado, en lo que es la robusta parte autobiográfica de esa carta, narra la sensación de adrenalina de la primera vez que, dando una clase de ética, se plantó frente al aula y manifestó su ser lesbiana. Gesto político, teórico y militante a la vez, desafiante de la corriente de la normalidad heterosexual académica, lugar donde se instauran los saberes dominantes y los saberes periféricos.
En el libro Ética Tortillera, Ensayos en torno al ethos y la lengua de las amantes (Madreselva), Cano profundiza, a lo largo de cuatro artículos –producto de encuentros íntimos, personales, políticos, amorosos, celebratorios, teóricos, académicos, y militantes– los gestos mencionados en la carta: disidencia e importancia del cuerpo y del nombrarse lesbiana. ¿Cómo lo hace? Fundamentalmente, utilizando los materiales que tiene mas a mano, los de su propia vida. Su vida, como ella menciona, de “filósofa lesbiana, lesbiana militante, investigadora lesbiana, lesbiana profesora”, permite jugar con la ambiguedad de la dupla sustantivo/adjetivo, pero donde el término lesbiana no desaparece nunca.
En el primer capítulo transcribe un fragmento de una carta a una novia a la que le cuenta que la primera vez que se dijo a sí misma que era gay, lo hizo en ese idioma: I’m gay, como un modo, tal vez, de alivianar el peso de los efectos de ese autodescubrimiento, pero también, como un modo de acostumbrarse a la extranjería y al exilio que esa condición –pensaba, sentía– comportaba. Y agrega que si hoy tuviera la posibilidad de reescribir esa carta, lo haría reemplazando gay y homosexualidad por lesbiana y lesbianismo.
Es acá donde se observa el movimiento –pendulante, híbrido, inestable– que tiene Ética Tortillera: mientras que el primer capítulo manifiesta el problema del nombrarse, en el último hay un estallido de posiblidades alrededor de nombrarse y de nombrar. El movimiento va de la incomodidad a la posibilidad de una taxonomía –ni prescriptiva ni cancelatoria ni definitiva– que florece de muchas formas, incluso esa con la que Cano confiesa haberse nombrado la primera vez. Este movimiento, de la dificultad al estallido, del ensimismamiento a la fabricación de una lengua, se entrelaza con otro no menos importante: el de ir de un yo a un nosotras, de un nombrarse a un seguir nombrándose y nombrar a otras. ¿Quiénes son esas otras?: las compañeras de militancia, de estudio, de activismo, de amoríos, de redes socioafectivas, de intervenciones virtuales (el Tortazo es un ejemplo de esto) Un viaje del yo a un nosotras que se abastece del carácter de amantes de este nosotras, y que no son sólo las amantes que tienen vínculo sexo-afectivo entre sí. En un homenaje de larga duración –porque Wittig aparece acá y allá en Ética… –al Borrador para un diccionario de las amantes de Monique Wittig y Sande Zeig, y amparándose en la entrada de lesbiana del diccionario: “aquella que vive en un pueblo de amantes…aquella que no vive en el desierto, que no está perdida”, Cano señala que las amantes, las lesbianas, son las compañeras con las que se coge, con las que se bebe, con las que se arman redes, con las que se sociabilizan los afectos, los saberes y los proyectos.
Etica tortillera…, se presenta el 27 de abril en la Feria del Libro. 19.30,
Sala Haroldo Conti.
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