EL MEGAFONO
› Por Karina Felitti (*)
En la vidriera de la librería de mi barrio se promociona “La sociedad de los hijos huérfanos (cuando padres y madres abandonan sus responsabilidades y funciones)” de Sergio Sinay. Es probable que la tragedia de la fiesta electrónica haya reavivado un mercado de lectores para este título de hace algunos años. En él se explica que los padres egoístas, guiados por sus intereses y urgencias personales, producen hijos librados a su suerte que, entonces, se drogan, no leen, conducen con exceso de velocidad, viven en el vacío existencial. Algunos libros de Laura Gutman ya interpelaron la maternidad invisible y sus sombras. Sinay trabaja sobre los varones y la necesidad de que desarrollen una “testosterona espiritual” que deshaga al macho.
Si bien estos autores han aggiornado sus discursos a los tiempos que corren, en los cuales hay matrimonio igualitario, familias ensambladas, madres y padres solteros y roles de género intercambiables, flexibles, que hacen que las funciones de la psicología clásica tengan que ser repensadas se percibe una añoranza por otro orden de las cosas. Por fortuna, al menos las mujeres, tenemos los tres tomos de las Guías (inútiles) para madres de Ingrid Beck y Paula Rodríguez, a Mamá -Carolina Justo- Mala, el mundo Según Roxi y otras blogueras que habilitan el desconcierto y el error. En esas voces podemos encontrar protección ante los discursos que pregonan distintas maneras de ser “buenas madres”: ligas que quieren tetas nutricias a toda hora, ecologismos que ponen el acento en los pañales y los tampones como causas del calentamiento global, saberes psi y de salud alternativos que miran con horror que el bebé duerma en su cuna y no en colecho y que ven al vacunatorio como un lugar de inoculación. No me corresponde decir qué está bien y qué está mal. Lo que sí me resulta imprescindible es desnaturalizarlas y hacer visible que cada camino plantea consecuencias que exceden lo biográfico.
La responsabilidad individual de la que hablan los libros de autoayuda, como los de Sinay y Gutman, da en un contexto social que condiciona al sujeto. No es solxs que se pueden sortear las dificultades. Las propuestas de crianza colectiva instan a ir tejiendo redes y planteando alternativas. Pero ellas, a su vez, no pueden desplegarse sin la presencia del Estado. En una semana de frío en la que supimos de varias escuelas públicas sin clases por no tener gas, está claro que el combustible espiritual no es suficiente. La confianza total para nuestros hijos radica en la capacidad de resistencia y de organización para interpelar las ausencias institucionales. ¿Será el poder del discurso materno? Ponele.
(*) Historiadora e Investigadora CONICET – Instituto Interdisciplinario de Estdudios de Género (IIEGE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
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