PERFILES > HILLARY CLINTON
› Por Luciana Peker
Sinceramente, si Hillary Clinton fuese un hombre, no creo que alcanzase el 5 por ciento de los votos”, descalificó Donal Trump a Hillary Clinton en el camino a la Casa Blanca que los tiene a ambos como los más probables contendientes en el capítulo final de las elecciones norteamericanas. “Lo único que creo que le sirve es que está jugando la carta de ser mujer. Y lo más bonito es que no gusta a las mujeres.” Hillary le respondió levantando consignas de género: “Si luchar por la salud de las mujeres y las bajas por maternidad remuneradas o la igualdad salarial es jugar esa carta, entonces, cuenten conmigo”, dijo en un país donde todavía se debate la licencia por maternidad paga y si una mujer puede representar a todo un país. El problema no es solo Trump, sino lo que Trump dice a boca de jarra pero que subyace en el avance de un candidato impresentable y disonante como un eructo: el machismo. Según un estudio realizado por Dan Cassino, estadista de la Universidad de Fairleigh Dickinson –y reproducido por el diario El país- Hillary está perdiendo un importante número de votos entre los varones porque es mujer. Un dato que muestra que billetera mata igualdad. Los varones que ganan menos que sus esposas prefieren que gane Trump porque con Hillary sienten que su poder de machos de la casa disminuye. Eso sí: habemus grieta. El 70 por ciento de las mujeres tienen una imagen negativa de Trump. Según sondeos de Gallup si el paso final, en las elecciones norteamericanas de noviembre, es entre ellos Hillary ganaría por catorce puntos. Pero el ajedrez electoral siempre es complejo como para poder adelantarse a todas las jugadas.
Lo interesante es que la desigualdad salarial que afecta a las mujeres y la falta de acceso a la salud pública y a derechos para que maternidad y trabajo no sean incompatibles se posicionan en la campaña electoral como estrellas del debate público. Pero ser mujer tampoco implica representar a todas las mujeres. Ni siquiera a las norteamericanas. El 51 por ciento de las votantes la apoya, pero el 47 por ciento mantiene una imagen negativa, según una encuesta de la Universidad George Washington. El ceño fruncido crece entre las más jóvenes que prefieren a la sorpresa de Bernie Sanders, el candidato que corrió por izquierda a Hillary dentro del Partido Demócrata y que, en muchos casos, están más preocupadas por la desigualdad racial y el lastre de las deudas por las altas cuotas universitarias. “Cuando Hillary Clinton asesinó al feminismo”, escribió Maureen Dowd un artículo con la idea que las conquistas de género ya estaban alcanzadas y no se apoyaba a una mujer solo por ser mujer. Tal vez la rigidez que recuerda a una profesora retona o los estigmas que hacen de una mujer con autoridad una villana sin gracia conjuren contra Hillary. Su acercamiento a la ex dama de hierro norteamericana Madelene Albright refuerza esa imagen de fortaleza conservadora.
“A pesar de un historial impecable en su defensa de la causa feminista no ha logrado ni unanimidad entre las feministas, ni ha sido capaz de atraer a las mujeres más jóvenes, ni ahora, ni en 2008 contra (Barack) Obama”, define el sociólogo Gabriel Puricelli. Eso sí, es defensora del reparto de anticonceptivos y del acceso al aborto. Pero también respaldo el golpe en Honduras y bajo su gestión se empezó a generalizar el uso de vehículos aéreos no tripulados (drones).
Pero hay un feminismo que sí la respalda como Gloria Steinem y las que creen que todavía hay muchas deudas pendientes y muchas conquistas que se pueden perder con un país gobernado como un reality de derecha. “No podemos arriesgarnos a que un bala perdida como Trump nos gobierne”, apuntó ese dardo Clinton. Su matrimonio con Bill Clinton también pendula entre el respaldo de una pareja presidencial en donde ella no está sola hasta la crítica de una esposa indulgente con la infidelidad mítica en el Salón Oval –con Mónica Lewinsky y su vestido azul- o su desinterés en sostener una pasión que no mira a Bill sino a otros deseos, principalmente, el de ser la primera mujer en llegar a la Casa Blanca. No como primera dama, sino como la primera dama en ser Presidenta.
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