COSAS VEREDES
Con el estreno de Cazafantasmas a la vuelta del calendario, una de sus actrices protagónicas se topó con -no tan insólito- imprevisto: por su edad, talle, estatura, ningún modisto quiso diseñarle un conjuntito para vestir en la alfombra roja del estreno.
› Por Guadalupe Treibel
A razón de año y medio atrás, anunciaba esta humilde sección una básica razón para que pérfidos semidioses, espectros malvados o viles supernaturales -emparentados, o no, a Gozer el Gozeriano, Vigo el Cárpato o, por caso, el Hombre Malvavisco- guardaran sus petates, reconsideraran sus trajines maquiavélicos y se tomaran el buque hacia el más allá. El motivo, lógicamente, era el regreso ghostbuster, donde a la emoción por la vuelta de la saga de culto, se adicionaba renovado motivo de albricias: que quienes vestirían el mítico mameluco serían cuatro damas, listas para dar batalla a algo más que manifestaciones ectoplasmáticas. En efecto, desde el anuncio del reboot Cazafantasmas, Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Kate McKinnon y Leslie Jones -las protagonistas en cuestión- han tenido que lidiar con el insoportable berrinche de un batallón de misóginos, prontos a declamar que este elenco femenino (o cualquiera, para el caso) arruina sus recuerdos de infancia, que las mujeres no saben de humor y mucho menos acerca de disparadores nucleares de protones, unidades contenedoras...
La espera, por cierto, terminará la semana próxima, cuando el film comience sus pautados estrenos a lo largo y ancho del globo. Claro que, como corresponde a cualquier lanzamiento de la industria, tendrá previa y glamorosa première para actrices, actores, invitados de lujo, unos pocos privilegiados que se pasearán por la alfombra roja dispuesta en el ingreso del TCL Chinese Theatre, en Hollywood, mañana sábado 9 de julio. Y que, conforme se estila, lucirán lustrosos conjuntitos de tal o cual diseñador. Un evento típico que los pasados días sumó nueva controversia; y un nuevo dolor de cabeza para una de las protagonistas. Sucede que, con la cita a la vuelta del calendario, la actriz y comediante Leslie Jones denunció los pasados días que ningún diseñador quería vestirla para la mentada première, agregando vía Twitter que “algún día esto cambiará, y sepan que yo lo recuerdo todo”. “¿No será culpa de un mal manejo de tu publicista?”, inquirió un anónimo. A lo cual, la dama replicó con un rotundo “No”; durante meses, contactaron a diferentes firmas de renombre, y todas se habían negado a prepararle la pilcha. Gesto que, por cierto, les hubiera significado estar en el ojo del lente, ante miles de flashes, pura exposición global.
Pero, ¿por qué el mundillo fashion le cerró el probador a la afable, graciosísima y puteadora crónica Leslie? Pues, en un universo con imperativos imposibles, restrictivos y dañinos, la respuesta salta a la vista: Jones no es una teen flacuchenta, tiene 49 años (de hecho, ostenta el título de ser la persona con más edad que Saturday Night Live ha contratado en su longeva historia); es altísima, mide más de 1,80; es grandota; y es afroamericana. La última característica no es un detalle florido o, por caso, paranoide: como el New York Times evidenció recientemente, no solo hay pocas modelos negras; hay aún menos diseñadoras de color, siendo aún target de racismo, discriminación (de los 470 miembros del Council of Fashion Designers of America, enuncia el citado medio, solo 12 son afroamericanos). En resumen, la también guionista e intérprete de S.N.L. lejos, lejísimos está del estereotipo escuálido de belleza impuesta, con curvas que se salen de la estrecha vaina y una altura que ella se encarga de acrecentar -con orgullo- a través peinados puntiagudos y, en ocasiones, su buen par de tacones.
Tristemente, el caso de Leslie (una standapera de ley con más de dos décadas y media haciendo rutinas, antaño jugadora universitaria de básquetbol, de orígenes humildes, con un papá electricista, un hermano que solía vender crack, que hizo las veces de cajera, telemarketer para la Cienciología, cocinera, mesera, casamentera -sic-, extra en films, y solo alcanzó la fama en tevé cuando Chris Rock recomendó al productor Lorne Michaels que la dejara participar de un casting) no es precisamente novedoso. Años atrás, su compañera de Cazafantasmas, Melissa McCarthy, reveló que hasta seis diseñadores de fina estampa habían rechazado vestirla para la ceremonia de los premios Oscar (al tiempo, la mujer se despachó lanzando su propia línea de ropa). Símil vía crucis han padecido otras celebridades curvilíneas en temporadas de galardones; entre ellas, Christina Hendricks (Mad Men), Dascha Polanco (Orange is the New Black), Khloé Kardashian (previo a bajar de peso). Y en un momento u otro, todas se han referido a lo dificultoso de conseguir un vestido a medida, que no sea un imposible talle cero.
Lo más llamativo es que, ante el tuit de Jones (que jugueteó con revelar los nombres de quienes se habían negado a hacerle un conjuntito, pero despachó el plan, almita generosa), algunas voces de la escena fashion salieron a criticar a… Jones. Estilistas de renombre como Jeanne Yang y Jessica Paster -dadas al oficio de lookear a estrellas a diestra y siniestra- salieron al cruce, expresando que era una cuestión de “mera economía”. “Las personas asumen que los showrooms tienen muestras en todos los talles, y no es así”. Esgrimiendo, por otra parte, que no era cuestión de derrochar tela, y que la estrella en ascenso era la culpable de la situación “por no haber previsto con, al menos, cinco meses de antelación qué ponerse”.
Por fortuna, el cuento tiene final feliz. Porque entre los varios miles que leyeron, comentaron y retuitearon el mensaje de la actriz en señal de apoyo, estaba Christian Siriano, un joven modisto cuyas piezas han emperifollado a mujeres de todas las formas en eventos de primera línea (desde Hendricks hasta Jennifer Hudson, Gabourey Sidibe, Nicki Minaj, Amy Schumer…). Siriano no solo se mostró chocho de contento por la posibilidad de prepararle un conjuntito a Jones, también declaró que “no debería ser excepcional trabajar con gente brillante solo porque no tienen una talla de muestra”, rematando el dicho al son de “No es necesario que nadie me felicite; lo necesario es que haya un cambio urgente en nuestra sociedad”. Así y todo, Leslie le cantó loas; dijo: “Se necesita un diseñador verdadero para vestir a mujeres verdaderas”.
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