En su último disco, Barcos y Mariposas 4, Mariana Baggio repite la fórmula del título que tanta repercusión y buena fama le dio y consigue ese plus que solo la experiencia y la solidez le dan a lxs artistas. Porque las canciones, si bien tienen a lxs niñxs como destinatarixs privilegiadxs, son para todxs, y bien que se disfrutan. Hay una versión medio rapera de los Orozco de León Gieco y ese sello folclórico que la cantante y compositora, nacida en Buenos Aires en 1972, le da a todos sus productos desde el 2000, cuando zarpó la primera versión de esta nave llena de sorpresas que sigue dando música de la buena.

Con la producción artística de Martín Telechanski y la participación de músicxs como Gaby Spiller, Lautaro Capella, Ale Goldberg y Dolo Usandivaras, a los ritmos bellos y pegadizos se suma la contundencia de las letras de Barcos y Mariposas 4. En “Ver pasar el tren” y de la mando de un nene llamado Manuel se narra la experiencia tan típica de los primeros años de vida en que esa máquina larga y ruidosa es tan mágica como atemorizante. El tiempo, dimensión siempre presente en los relatos de Baggio, se suma a la velocidad y el vértigo de querer verlo sin parar. “A Manuel le gusta ver pasar el tren / Le gusta y le asusta / No puede dejar de mirar, no quiere dejar de escuchar / Le gusta y le asusta verlo pasar / Van con el abuelo hasta la barrera, se abrazan y esperan / ¿De qué lado vendrá? Juegan a adivinar / Llegan y quieren ver uno más. Desde adentro saluda una señora que está yendo a trabajar”. Es ella la que suma movimiento y multiplica los sentidos de la aventura. Nosotrxs (nieto y abuelo) miramos el tren mientras otrxs (señora) va a su trabajo, así como las mamás y/o los papás lo hacen todos los días. Para eso sirve el tren y la locura de su existencia, para transportar y transportarnos a otras vidas, esas que en la infancia es tan espectacular imaginar.

“Todas las hojas se están volando” es un tema emocionante pero fresco, ideal para estas tardes de invierno donde las hojas ya están perdidas para los árboles y la trama política del planeta entero parece enloquecer. “El mundo entero se está volando / Los planetas lo miran y tratan de alcanzarlo / Viento que se ríe, viento que pasa / enredando la ropa colgada en la terraza”, porque siempre las capas de la cebolla que va abriendo Baggio llegan al punto cero de la experiencia: el lugar de lo propio, lo íntimo y lo doméstico que se despliega en la ropa mientras al universo se le vuela la peluca con un huracán de cambios.

“Un globo no es un lobo” es una golosina para abrir de a poco, porque al principio no es tan fácil desentrañar el juego. ¿Dice lobo o dice globo? Dice “un lobo puede llevar un globo pero un globo no puede llevar un lobo / Un globo atado en un piolín y volando en el aire sí es un coso” y repite como un mantra que los más chicxs atrapan enseguida. Pero lo más jugoso es el estribillo, donde la palabrita preferida de ciertas etapas de la niñez hace su más deliciosa marcha “No, no, no, nononononono” dice Baggio sobre la confusión que le da nombre y esencia al tema.

La energía baja pero no cesa en “Si un punto” cuando se dice que “si un punto fuera mas grande entonces sería una arveja / Si una arveja fuera mas grande sería entonces una naranja” y en “Cosas que quiero” cuando canta: “En esta caja guardo cosas chiquitas / Guardo un ala, un caracol y un grano de sal / Un pétalo una llave guardo un barco de papel / El ala de una mariposa, un muñeco, un cascabel. Sé que no se pierden porque están acá”. Después de quince años, Baggio no perdió la magia, la poesía y las ganas de seguir transportándonos a todxs a la niñez, en toda su complejidad, con su belleza y extrañamiento.

Mariana Baggio se presenta el domingo 17 de julio, a las 16, en la sala Caras y Caretas: Sarmiento 2037, CABA.