El nuevo Tecnópolis pasó de ser, según el Director del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos Hernán Lombardi, un lugar de propaganda a uno amigable. La propuesta del gobierno nacional para acercarse a los jóvenes vino de la mano de los nuevos medios, de los tutoriales de Youtubers y de las nuevas tecnologías. Pero para esto sacrificaron el relato de mujeres científicas que, en ese mismo pabellón, contában cómo habían descubierto un sistema de análisis sobre el dengue y propuestas que promovían la participación de los jóvenes en actividades científicas.

La crítica social explotó cuando publicaron la descripción del Club de Estilo dentro del espacio Nuevos Creadores: “este pabellón te invita a vivir una experiencia de una IT Girl, mostrando cómo las mujeres son las protagonistas en las redes sociales a través de la belleza, la vida saludable, el humor, la música y los libros. Un espacio dedicado a las mujeres donde cada espacio te propone intervenirlo con tus redes sociales. Las chicas son las protagonistas”. ¿Y la ciencia? ¿Y la tecnología? ¿Y la mujer argentina?

Una IT Girl, se preguntarán, es una chica que tiene “eso”, que es referencia de moda, charme y algo más. De hecho hasta Andy Warhol apeló a ese concepto como el de una joven de irresistible magnetismo, con estilo y capaz de capturar el espíritu de la época. Pero el tiempo pasó, pasaron las redes sociales, y hoy es un producto de ellas. No las criticamos, son inteligentes, exitosas y atractivas. Pero enseñar a ser una ITGirl es como enseñar a ser famosa, a sacarse fotos para ser más lindas, a maquillarse para parecerse a “eso”.

Angel Román, referente español en cultura y nativos digitales, explicó algo que terminó confirmándose en la realidad: “Si no estás dentro del mundo de la moda, quizás el título te suene molesto y machista. Pero en el fashionismo 2.0 ser “IT Girl” sería como tener los 15 minutos de fama. No obstante, fuera de la moda (que ya de por sí es misógina) cuando se plantea en otros contextos como este, el término se vuelve problemático. Más que nada porque centrar el fenómeno y presencia de las mujeres en las redes sociales a su parcela de la moda, da mucho que pensar” e indica algo que da en el clavo: “Si te fijas en todo el lío que se ha formado con Tecnópolis radica en el título. No tanto en su contenido”. Román cuenta que en España hubo un caso similar con la famosa Sara Carbonero y su programa de televisión pero aquí no se produjo ningún ruido mediático ya que omitieron el nombre por un sinónimo como “fashion talent”. “Estrategia acertada y original”, remata Román en un programa que se dedicaba a buscar al influencer del año.

Al cierre de esta edición, la descripción de la propuesta había cambiado. Ya no figura la palabra “IT Girl” en la página de Tecnópolis. Ahora dice: “Un espacio que te invita a conocer a las protagonistas de las redes sociales dedicadas a la belleza, la vida saludable, el humor, la música y los libros, entre otros”.

El gobierno tomó nota de las críticas y quitó los dos renglones que dieron letra para decenas de notas en los medios criticando la actividad por el lugar que tomaba la mujer y por la escasa relación con la difusión de contenido relacionado con la ciencia o la tecnología dura o social. Sin embargo, no modificó el contenido, una especie de pichón de Club Media Fest qué contó con ocho millones de asistentes en cada edición con entradas que rondaban los 500 pesos. Tecnópolis, gratis, ofrece a este mismo público más de 200 youtubers contratados para la ocasión por los mismos organizadores. En la cuenta de Twitter @tecnopolisnc no dejan duda del contenido: fans y tips, coronados por un desfile final con chicas que, al haberle borrado el título de IT Girls, ya no saben cómo llamar.