GLORIAS
Marni Nixon
22 de febrero de 1930
24 de julio de 2016
› Por Guadalupe Treibel
Aunque prácticamente todo mundo (o casi) haya tarareado temas que ella ayudó a convertir en clásicos indestructibles, lo más seguro es que pocos conozcan su nombre o su rostro. La voz, en cambio, es otro cantar; aunque en los 50 y 60 su pico de gloria, pocos supieran de quien se trataba… Al menos, con el correr de las décadas, Marni Nixon devino artista de culto para aficionados a los musicales, prontos a rendir loas a la mujer que entonó sus tracks favoritos en películas ciertamente memorables, sin ser acreditada entonces por su trabajo. La cláusula era clara: Marni era un tabú; nadie debía saber que era ella quien doblaba a estrellas cuando no alcanzaban la nota. Así, en su calidad de dúctil fantasmita soprano, fue contratada para interpretar buena parte del repertorio de The King and I (Walter Lang, 1956), aunque el público creyese que era Deborah Kerr quien cantaba. Lo mismo ocurrió con Natalie Wood en West Side Story (Robert Wise, Jerome Robbins, 1961), o Audrey Hepburn en My Fair Lady (Georke Cukor, 1964).
“Por aquel entonces, las majors buscaban caras famosas, reconocidas para los roles. Que no supieran cantar era un detalle menor”, ofreció Nixon en cierta ocasión. Destacando, por otra parte, que ella no trataba de imitar a las actrices: buscaba encarnarlas. En una entrevista al New York Journal de 1964, declaró: “Es fascinante ponerse bajo la piel de estas mujeres. Es como cortar la parte superior de sus cabezas y ver qué hay adentro. Tenés que saber qué sienten y cómo hablan para poder cantar como ellas cantarían… si pudieran hacerlo, claro”.
Las previamente citadas no fueron sus únicas incursiones cinematográficas. ¿La canción de cuna hindú que Margaret O’Brien “interpreta” en The Secret Garden? Marni Nixon. ¿La voz angélica que escucha Ingrid Bergman en Juana de Arco? Nixon. ¿La voz cantora de Kerr en Algo para recordar? Nixon ¿Los gansos de Mary Poppins? Nixon ¿“Diamonds are a girl’s best friend”, de Los caballeros las prefieren rubias? Bueno, Marilyn Monroe en gran medida, pero los tonos más altos son pura Marni Nixon ¿La abuela Fa de Mulán, en el homónimo film de Disney? Yeah, MN. ¿Una de las flores parlantes de la animada Alicia en el país de las maravillas (1951)? Nixon. Aquello por mencionar alguna de sus más de 50 participaciones en cintas, a veces aportando una o dos líneas, a veces gran parte del cancionero, casi siempre sin recibir crédito algo (o por caso, regalías). ¿Dato curioso? Nixon también dobló a Rita Moreno (Anita) en el tema “I Have a Love” de West Side Story, donde también “cantaba” Wood. En otras palabras: “A pedido de Saul Chaplin, el director musical, terminé haciendo un dúo conmigo misma”.
“Si alguien se llega a enterar que cantaste siquiera una sola nota, nunca más vas a trabajar en la industria”, fue la frase de cabecera que los jefecitos de Hollywood utilizaron una y otra vez para “advertirle” que nadie podía saber de su participación en grandes cintas, amén de mantener impoluta la mística de las protagonistas que estelarizaban cada film. Con contratos a prueba de demandas, la mantuvieron en las sombras. O, al menos, eso intentaron. La dama hubiese sido el secreto mejor guardado de la era de oro de no ser porque la mismísima Kerr tuvo la deferencia de revelar al periodista de chimentos Earl Wilson que era Nixon la que entonaba las notas más altas de su recordada Anna Leonowens. Así y todo, no está de más mencionar que mientras el rol le valió una nominación a los Oscar y el soundtrack se volvió un hit de ventas, Marni solo recibió 420 billetes por su participación en esta adaptación de la pieza de Rodgers y Hammerstein…
El ojo atento la habrá visto -de cuerpo presente- en pantalla grande en algunas pocas ocasiones. En roles menores, sí, pero no por ello menos destacables. Marni fue, por ejemplo, una de las monjitas de la troupe consagrada de La Novicia Rebelde, interrogando armónicamente y en conjunto How do you solve a problem like Maria? Como la hermana Sophia, la línea “She waltzes on her way to mass and whistles on the stair”, entre otras de la perene canción, corresponden a Nixon. Dama que, según relatan las crónicas, se emperifolló de cabo a rabo para asistir a la premiere de la citada película, arribando en una limosina que la depositó en la alfombra roja, y nomás pisar el tapiz rouge, fue rodeada por decenas de flashes y preguntas. Un pequeño momentito de gloria que vio su inminente fin cuando alguien gritó “¡Ey, esa no es Julie Andrews! ¡No es nadie!”.
“Por supuesto que Marni era alguien”, se enfervoriza el autor y dramaturgo Stephen Cole, ghostwriter del libro de memorias de Nixon, I Could Have Sung All Night (2006), “el fantasma de la fantasma”, como gusta autodenominarse. Y para sostener la sentencia, pasa a enumerar algunos logros de la artista: “Fue la conductora de un exitoso show de tevé infantil, Boomerang, rol que le valió varios premios Emmy; fue una reputada y requerida profesora de canto; fue una de las intérpretes favoritas del compositor Igor Stravinsky, y una predilecta en los conciertos conducidos por Previn y Bernstein; fue una amada actriz de Broadway. Y fue una buena amiga que se aseguró de que yo recibiera crédito como coautor cuando la ayudé a escribir su autobiografía”. Nacida Margaret Nixon McEathron en 1930, en Los Ángeles, de niña, por cierto, también fue un prodigio del violín (comenzó a entrenar a los 4, por propia iniciativa), práctica que abandonó para dedicarse de lleno al canto, convirtiéndose en pupila de la distinguida soprano austríaca Vera Schwarz. De grande, hizo más que salvarle las papas a grandes producciones hollywoodenses. Se fue de gira con Liberace, cantó con la Filarmónica de Nueva York, se especializó en ópera y música contemporánea, dio conciertos en Carnegie Hall, grabó cantidad de discos, fue alabada por la prensa, integró el elenco de reputados musicales teatrales. Se casó tres veces, tuvo varios hijos (uno de ellos, Andrew Gold, compuso el tema de apertura de la sitcom Golden Girls), nietos, bisnietos. Durante años, hizo un one-woman show sobre su propia bio, al que bautizó The Voice of Hollywood. Y fue una adorada profesora y directora del departamento vocal del California Institute of the Arts. Empero, hoy –a pocos días de su muerte, a los 86, a causa de un cáncer de mama– continúa siendo recordada como la chica fantasma.
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