Vie 02.09.2016
las12

DERECHOS HUMANOS

Mucho más que víctimas

El megajuicio La Perla-Campo de La Ribera, el más largo en la historia jurídica de Córdoba, nombró como crímenes de lesa humanidad a los delitos sexuales cometidos contra las víctimas. “Abusar sexualmente de una persona, violarla, es una tortura en sí misma”, concluyeron los jueces. Delia Galará, Soledad García, Gloria Di Rienzo y Nilda Jelinek debieron atravesar un proceso doloroso de concientización para poder relatar sus testimonios como sobrevivientes, en el marco del NiUnaMenos en tanto punto de inflexión social, y con la certeza de una maldad que continúa y se reproduce en los barrios, donde la policía persigue a los jóvenes y acosa a las chicas.

› Por Marta Platía

Las cuatro se adivinan el parpadeo. Ríen, se recriminan, se pelean por hablar, se respetan, se ayudan lanzando pequeñas frases, palabras apenas para abrir los caminos que, bien saben, deben seguir caminando y abriendo. La dinámica de la charla entre Delia Galará, Soledad García, Gloria Di Rienzo y Nilda Jelinek está moldeada por esa construcción colectiva que es para ellas cada uno de los tantísimos encuentros que han tenido. Saben bien adónde van. Adónde quieren llegar. Algunas han sido compañeras de celda en las cárceles de la dictadura. Un “hermanazgo que jamás termina, aunque pasen años y años sin vernos”, suele decir Delia, quien ha cubierto casi la totalidad del Megajuicio La Perla-Campo de La Ribera, como investigadora de ese Espacio de la Memoria en Córdoba.

La reunión para Las 12 fue en el edificio donde el jueves 25 de agosto se leyó la sentencia del Tribunal Oral Federal N° 1, que dio fin a casi cuatro años de juicio -el más largo de la historia jurídica de Córdoba-, además de las 38 condenas y las 5 absoluciones a los 43 imputados con el jerarca Luciano Benjamín Menéndez a la cabeza, trajo consigo la designación de “crímenes de lesa humanidad” a los delitos sexuales cometidos contra las víctimas, ya que los jueces consideraron que “abusar sexualmente de una persona, violarla, es una tortura en sí misma. Como aplicarle picana, golpes u otros tormentos. Fue un método utilizado por el terrorismo de Estado para quebrar a los prisioneros y prisioneras. Para aniquilar a los opositores políticos. A los que eran un obstáculo para la instalación del plan económico que pretendían. La violación fue un método de tortura aplicado en todos los campos de concentración del país de la última dictadura”.

Y la historia de cada una: la de Delia Galará, que tenía sólo 19 años y apenas 25 días de casada cuando el 27 de enero de 1976 la fueron a buscar a su casa. La tortura en la D2 (la llamada Gestapo cordobesa), las violaciones y el encierro durante siete años en las cárceles de la dictadura. El aborto, en soledad, en una minúscula celda, y en un tacho, de un bebé que no sabía si era de Mario, su joven esposo, o de los torturadores. Mario fue secuestrado en los cuarteles: estaba haciendo el servicio militar.

La de “la Sole” García, como se la conoce en Córdoba, por su liderazgo en el gremio de Educadores. Tenía casi 30 cuando el 9 de marzo del ´76 la atraparon junto a un compañero dirigente del gremio del Caucho. Su esposo, Eduardo Requena, uno de los líderes de los maestros, organizó de inmediato marchas que lograron la visibilidad de Soledad y su pase a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN); y a las cárceles, desde donde le dieron “la opción” al exilio. “Eso no era libertad, señores jueces -dijo Soledad en su testimonio-. Eso no era una verdadera opción. El exilio no es sinónimo de libertad”.

Y la de Gloria Di Rienzo: la patota de la D2 irrumpió en el departamento que compartía con una amiga y su hijito el 13 de septiembre de 1975, cuando operaban las bandas parapoliciales y paramilitares. Bandas que según determinó el fallo, “ya cometían delitos de lesa humanidad, aunque todavía no bajo el terrorismo de Estado”. Gloria en la D2: la picana y el cuerpo arqueándosele por la electricidad. Las violaciones y los desgarros que le provocó la horda. Y un “submarino” en agua inmunda en el que sintió que moría. “De pronto dejé de patalear y sentí tranquilidad, vi las sierras de Córdoba al atardecer”, declaró en el juicio. Los propios torturadores tuvieron que llevarla al Policlínico policial. Y allí, aún con el cuerpo lancinado, la custodiaban “canas armados hasta los dientes”.

En el caso de Nilda Jelenik, la detención fue en marzo de 1975. Su “delito”, ser militante de las FAL. Nilda sobrevivió también a las vejaciones del D2 y a los años de cárcel del terrorismo de Estado. Es ahora una ingeniera en economía agraria, y una de las impulsoras del juicio por “Delitos sexuales de Lesa Humanidad” que se está instruyendo en la fiscalía de Graciela López de Filoñuk. Las cuatro fueron las principales voces del documental Lesa humanidad, de 2011.

¿Cómo les sonó esto de delitos sexuales de lesa humanidad al final de este larguísimo juicio (desde el 4 de diciembre de 2012 al 25 de agosto de 2016)?

Gloria Di Rienzo: –En 2012 ya hubo un fallo en ese sentido. Fue en el Tribunal Federal de La Plata de Carlos Alberto Rozanski, donde se determinó que este tipo de tortura que incluía la violación, los abusos sexuales, las vejaciones, eran considerados crímenes de lesa humanidad. Ese fallo tuvo otra cosa importante, que fue pedir a la Corte Suprema que se instruya a todos los poderes públicos, para solicitar ante los organismos internacionales, que tanto los delitos sexuales como la persecución política sean incluidos en la figura de causal de genocidio. Ese fue el primer fallo en este sentido. En esa línea, podemos decir que sigue este. El primero en Córdoba. No tengo conocimiento de otros. Como hecho jurídico.

Delia Galará: –El delito no es que no existiera, lo que pasaba era que no existía como propio: la violación en los campos de concentración estaba englobada en la tortura. Dentro de la figura de tormentos. Ahora lo que se hizo fue determinarlo.

Soledad García: –A mí me parece que hay que ser justos con la evolución de la cosa: Elena Alfaro en la ESMA, hace ya muchos años, declara la violación. Ella está en Francia. En algunos casos cuando hemos hablado con pocas personas, en grupos de mujeres - en mi caso en el exilio en España- decíamos que era muy difícil que se llegara a tomar esto como un delito propio. Pensábamos en el nazismo, en los campos de concentración, y decíamos si con todo eso no pasó, nunca va a pasar. Por eso el fallo me pareció muy importante.

Nilda Jelinek: –Para mí esto tiene varios aspectos. El primero es que no es que no estuviera denunciado, sino que se lo estaba metiendo en otro tipo de espacio. Y aparte no había esta diferenciación –que no es solamente de acá–, sino que puede haber delitos de lesa humanidad que tienen connotaciones de género que hasta ahora no habían sido contemplados desde ese punto de vista.

S.: -Hay varios planos. Está lo subjetivo. Hay gente que dice `nunca pensé que lo podría denunciar`. En mi caso tuve la decisión de hacerlo, de denunciarlo. Los varones recién ahora empezaron a denunciar.

Delia, recuerdo cuando en el juicio de 2010 (se juzgó a Videla y Menéndez por el asesinato de 31 presos políticos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional en una cárcel estatal) Charo López Muñoz te impactó. ¿Creés que eso fue un disparador en Córdoba?

–Sí. Creo que el testimonio de Charo fue el disparador. Lo que me impactó fue cómo logra expresarlo. Lo larga con toda la crudeza del mundo. Yo hasta ahí nunca lo había escuchado de ese modo: vino desde su exilio en Francia, entró, se sentó y dijo: “Me secuestraron, me llevaron a la D2 y me sodomizaron”. Y todo el mundo se quedó duro. La crudeza con que lo dijo, me parece que fue un cachetazo a todo el mundo.

Fue importante la rápida reacción del fiscal Carlos Gonella, que apenas ella terminó de decirlo y mientras nadie salía de su asombro, le preguntó si quería denunciar el delito aparte, abrir otra causa.

D.: –Ahí se dan varias cosas juntas. Porque después tuve oportunidad de hablar con la Procuradora Alejandra Gils Carbó cuando presentamos el documental Lesa humanidad, en la UBA, con los fiscales Jorge Auat y Carlos Gonella. Auat dijo que Gils Carbó había sido quien impulsó esto. Que se creó un cuerpo especial para estos delitos. Personalmente, mi proceso fue muy largo. Primero nunca la tomé la violación como una cosa aparte. Para mí era una cosa más de la tortura. Creo que a varias nos pasó así. A otras no. Siempre hablé de todo lo que pasó, no con la crudeza de Charo pero siempre lo expresé dentro de ese marco, del todo. Y aún cuando empieza el juicio de La Perla-Campo de la Ribera, se da toda una discusión en el Tribunal de qué hacer con los delitos sexuales. Si se los va a tratar en el juicio, si se los va a incluir o no. Ahí se decide que se va a instruir una causa aparte. Me acuerdo de que me horroricé cuando me dijeron eso. Porque pensé en el título: el juicio La Perla-Campo de La Ribera, y el otro, el juicio a las violaciones.

N.: –El juicio de las violadas. Encima no de “los” violados…

D.: –Yo todavía seguía con ese concepto de que la violación era parte de las torturas. Pero eso que tenía tan internalizado, a partir de las charlas que fuimos teniendo para hacer el video de Lesa humanidad; de todo el proceso social que se da por la movilización de NiUnaMenos, fue cambiando. No lo puedo escindir de todo el proceso que vivimos como sociedad. De la Ley de Género, del respeto a los distintos géneros. Todo ese combo me hizo un click total cuando la fiscal Virgina Miguel Carmona hizo su alegato hace pocos meses. Planteó la importancia de tomar el delito sexual en ese contexto, porque si no como sociedad nunca vamos a cambiar el tema de la sistematización (ver recuadro). Una compañera, Pipi Oberlin, decía en una charla “No es que la dictadura inventó la sustracción de niños, la profundizó”. Y a la violación tampoco la inventaron los de la D2 (la Gestapo cordobesa), existió desde siempre y sigue existiendo. Entonces si no tomamos el toro por las astas, así como hizo la Charo, que dijo “apenas me agarraron me sodomizaron”, se hace más difícil. En mi caso siempre sentí una responsabilidad cívica de contar lo que me había pasado. Más que víctima, siempre sentí que era testigo. Que debía contar lo que había pasado porque era la única forma de que esto no vuelva a pasar.

Gloria, recuerdo que al final le dijiste al juez “no le voy a contar lo peor que me pasó ni aunque me obligue, porque están mis hijos acá”, y el juez se tiró para atrás con cara de ¡pero qué más le hicieron, si lo que contó es terrible! ¿Qué efecto produjo en vos esa declaración?

–Fue para mí algo natural. La declaración de las torturas y todo lo que viví en la D2, la había hecho en octubre de 1975 en el Juzgado Federal de Vázquez Cuestas. Y me acuerdo que estaba presente mi papá. Esa declaración desaparece. Años después, cuando pedí el expediente, vi que estaba sobrefoliado, que faltaban páginas. Nunca se investigó. Como cosa aberrante, también, recuerdo que cuando me internaron en el Policlínico Policial el médico que me atendió me dijo “a vos no te han violado, porque ya no sos virgen”. Y también los policías que me vigilaban, me acosaban.

En tu testimonio contaste algo que te dijo tu mamá, que tal vez tenía que ver con el machismo.

G.: –Sí, me dijo “hija, que no se entere tu papá”. Para mí, era parte de las torturas. ¿Y cómo no iba a saber él? Ella no quería causarle más dolor, y además la impotencia... Cuando tengo la visita con él, me dijo que había que hacer la denuncia. Eso es lo que fue eliminado del expediente.

Nilda, ¿a vos qué efecto te causó declarar?

–A mí me hizo efecto ahora lo que dijo Gloria. También fue con Vázquez Cuestas, como Gloria (el juez será juzgado en el juicio a los magistrados cómplices de la dictadura que se hará en Córdoba). Me acuerdo que fui al juzgado y estaba él; lo habían nombrado juez por portación de apellido, y la primera vez que fui yo ya había pasado por el hospital San Roque, porque tenía costillas fracturadas y por las violaciones. Me llevaron a declarar (los represores del D2 condenados a perpetua) “La Cuca” (Mirta Antón), el hermano de “La Cuca” (Jesús “Bóxer” Antón) y el “Chato” (Calixto) Flores. Esa era mi custodia. Ellos me llevaban y me traían. Y el tipo (el juez) se negó a incorporar absolutamente nada. Declarar me resultó ambivalente. Yo también tuve una especie de negación de que esto (los crímenes sexuales) estuviera aparte.

Soledad, cuando declaraste en el juicio de 2010 le echaste en cara a Videla lo perpetrado, le reclamaste que te dijera dónde estaba tu compañero, Eduardo Requena.

–No sólo le exigí por mi compañero, le exigí por todos los desaparecidos. A mí no me pasó como a las chicas que fueron a declarar naturalmente. Yo no fui a declarar naturalmente. Declaré en el exilio, en Amnesty Internacional, en las luchas que hicimos afuera. Aquí cuando declaré sí que fue reparador. Y también lo de las violaciones. Porque me dí cuenta que estaban de soslayo.

Toda la parte de las vejaciones sexuales forman parte de este juicio que impulsan. ¿Cómo fue tu progresión?

–Cada una frente al testimonio trabajó con sus propias dificultades. El tema de la violación no lo tenía trabajado en el marco del testimonio. Creo que lo hablé con pocas compañeras en confidencia. Si hasta era raro que habláramos de la masturbación o de las relaciones libres que teníamos. Me pesaba todo esto de declarar. No somos, como dicen las chicas, víctimas individuales. También lo somos, pero de ahí a constituirnos en víctimas es otra cosa. Con la violación pasó otro tanto: llegué a la declaración por mi marco teórico, pero también estuvo la necesidad de que esto nunca más pase.

¿Cuándo fue ese click para vos?

–Creo que así como a Delia le pasó con lo de Charo (en el juicio de 2010), a mí lo de la fiscal Virginia Miguel Carmona me pareció fundamental. No el click para declarar, sino un gran aporte. Ella desde lo jurídico marcó lo que todas pensamos acá y en general las personas que han sido violadas. De la tortura he hablado, de la violación no. Tengo amigas que todavía no pueden hacerlo.

N.: –Para mí el disparador para separar los tantos fue cuando nos empezamos a juntar para el video las sobrevivientes. Y ahí me dio ganas de declarar porque es algo más de género, que aporta a algo colectivo.

¿Y qué pasó luego, con sus respectivas parejas?

S.: –En el exilio, varios años después, tuve pareja. A mi pareja más larga, que duró 20 años, no podía contarle porque él no podía soportarlo. No me dejaba hablar. El tema del interlocutor es terrible. A veces, por protegerte, terminan silenciándote.

D.: –Yo podía contarlo, pero nadie quería escucharlo. ¡Ni los psicólogos! El psicólogo me dijo una vez ¿Y qué hacés con tus hormonas? Y yo le contesté: ¿Pero vos sos boludo o qué te pasa? Te estoy contando todo un rollo tremendo y a vos te preocupan mis hormonas. ¡Andá al carajo! ¡Acá el que tiene problemas hormonales sos vos! Pasa que no te quieren escuchar. Yo creo que por eso es importante el proceso social que se vive. Tal vez no toda la sociedad, pero sí una gran parte que ha querido escuchar. También creo que es importante decir que la sexualidad, ser mujer en la cárcel no sólo tenía que ver con las violaciones. En ese contexto tenía que ver con la menstruación, cuando no te daban nada para contenerla; cuando te sacaban a los bebés de los brazos a los dos días de tenerlos; cuando se los llevaban era horrible. Cuando tenías, como yo, que abortar a tu bebé dentro de un tarro ahí, sola en la celda. O estaban las embarazadas y una se desesperaba porque no había una puta batita para el bebé. Y cosíamos con un hueso (hacían agujas con los huesos de pollo que a veces les daban en la sopa) deshilando una remera vieja, una sábana. Todo eso era ser mujer en la cárcel. No sólo la sexualidad. Era un combo muy grande. El perder la menstruación. ¡Dejar de menstruar, que les pasó a muchas! El terror, cuando no te venía. De si estabas embarazada o no de los torturadores. Todo eso hemos vivido y ha sido violencia.

S.: –También hay compañeras que aún hoy niegan que les haya pasado. Te dicen “no sé si me violaron”.

D.: –A mí me violaron enfrente de Mario (su esposo, apenas llevaban veinte días de casados). Y él dice que no se acuerda. Su mente bloqueó eso. No se acuerda. No que lo está negando. A mí me violan para violarlo a él, para someterlo a él. No lo tiene registrado. Uno para sobrevivir a veces mete la cosa en cajas y las guarda. Si te ponés en una situación “normal” (no de terrorismo de Estado), que te saquen el chico de los brazos y te lo llevan y no lo ves nunca más. A un bebé de dos días. ¿Cómo se sobrevive? No podés sobrevivir a una situación de ésas si no la metés adentro de un marco. Para la Justicia también fue un proceso. En 2006, la fiscal, cuando declaré sobre el aborto en el tacho, me dijo “y menos mal que no se murió de una infección”. Ella no tiene porqué opinar. No lo digo por ella en sí misma: era la sociedad a la que le faltaba madurar estos temas.

N.: –Las personas se conmovían tanto, se conmocionaban tanto, que uno dejaba de hablar.

Gloria: –Muchas veces esa conmoción inmoviliza. Es terrible para una persona saber que tu ser querido pasó por semejantes cosas. Me acuerdo de cuando me liberaron, en el 80, en Buenos Aires fui a la casa de una amiga. Tenía unos mellicitos. A la hora del café, del mate, me dijo bueno, contanos. Y estaban ella, el marido y un amigo. No conté de las torturas; sino de las cárceles. Empecé como las tres de la tarde y de pronto me dí cuenta de que habìa oscurecido. Entendí que a veces una tiene que ver qué cuenta. Después, siempre tuve en cuenta proteger al interlocutor.

¿En qué radica para ustedes la importancia que tendrá en el futuro la sentencia del jueves 25 de agosto?

G.: –Se establecieron responsabilidades.

N.: –El mandato para otras generaciones, es que se puede y que se debe.

G.: –Creo necesario decir que los juicios restañan pero no restituyen. Los muertos no resucitan. Los chicos no han sido devueltos. Pero sí estos juicios son inclusivos. Necesarios. Deben seguir haciéndose.

S.: –A mí la ternura me ayudó.

N.: –El paso que me falta, es que esto para mí va a ser sanador cuando la sociedad lo incorpore.

S.: –Pero también el duelo es individual. Encontrar los restos es muy importante. Eso sí va a ser una sanación.

D.: –La justicia, la memoria, se construyen y se trabajan todos los días. Y eso es colectivo. Nadie se salva solo.

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