Vie 02.09.2016
las12

EL MEGAFONO

El cuidado debe ser un compromiso colectivo

› Por Pamela Ares *

El 76 por ciento de las tareas domésticas y de cuidado es realizado por mujeres y el 24 por ciento por varones, según los datos de Indec. Cuando hacemos referencia a las tareas de cuidado estamos hablando de aquellas actividades que tienen como objetivo atender las necesidades de niños, niñas, adultos mayores, personas enfermas o con discapacidad. Las mujeres con trabajo remunerado tienen prácticamente la misma carga horaria en las tareas de cuidado dentro del hogar que las desocupadas o inactivas.

La participación de los varones aumenta en las tareas de cuidado cuanto mayor nivel educativo tienen, aunque, por otro lado, la participación en las tareas de cuidado disminuye cuando aumentan los ingresos. Esto abre la puerta a muchas reflexiones: democratización de los cuidados, corresponsabilidad en la crianza, desarticulación de los estereotipos de género, etc. Pero; ¿Cuál es el rol del Estado?

Es necesario abandonar la concepción de que todo lo que pasa por el mercado es lo que existe y es relevante para la economía. No hay roles naturales, sino que socialmente determinados y, por ende, se pueden transformar. Si tuviésemos que cuantificar el trabajo no remunerado que realizan las mujeres estaríamos hablando de cifras tan significativas como el PBI de un país. El cuidado no es solamente una cuestión privada o familiar, tampoco puede quedar reducido a una cuestión de mercado, sino que es el Estado el principal responsable del cuidado en términos de bienestar. El cuidado es un compromiso colectivo.

El sistema de cuidados implica: políticas públicas dirigidas al cuidado infantil, licencias por maternidad y paternidad, derecho a la lactancia, políticas para cuidado y esparcimiento de adultos mayores y programas para la población con capacidades diferentes (que impliquen promover sus capacidades, defender sus intereses y lograr mayor autonomía). En los tiempos que corren, con la incorporación de la mujer al mercado laboral, las salas maternales se convierten en una política que garantiza la igualdad de acceso laboral entre varones y mujeres.

En México, por ejemplo, existe una asistencia a trabajadoras y trabajadores con hijos/as menores a 4 años; en Brasil es obligatoria la creación de salas maternales en aquellos establecimientos que cuenten con más de 30 mujeres mayores de 16 años de edad y en Chile a partir de 20 trabajadoras; en Argentina, a partir de convenios colectivos de trabajo, se logro la obligatoriedad de jardines maternales en establecimientos de más de 50 trabajadoras.

Y, más allá de la reflexión, hay que avanzar en la corresponsabilidad de los cuidados, de las tareas de nuestro hogar y reflexionar sobre la naturalización de roles y estereotipos.

* Magíster en Políticas Públicas y directora del Observatorio de Violencia contra las Mujeres de Salta.

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