Vie 23.09.2016
las12

MONDO FISHION

Un shopping a cielo abierto

› Por Victoria Lescano

A modo de diálogo entre la moda y el diseño, 43 tiendas situadas en la calle Arenales al 1200 y sus aledaños exhibieron hasta el 17 de septiembre tanto en sus vidrieras como en interiores, el resultado de fusiones efímeras, apodadas “Tendencia Arenales”. En la noche de la inauguración, la curadora del ciclo Dolores Navarro Ocampo se desplazó entre las locaciones, vestida con un poncho pampa, pantalones matizados con zapatos stilettos, el pelo corto y orgulloso de su tonalidad gris. Fue la creadora del ciclo Puro Diseño en sus inicios, impulsó el ciclo de moda “Diseñador del 2000”, organizó un ciclo de moda francesa en el Centro Cultural Recoleta -en la actualidad edita la revista Elle Decoración- y ahora se refiere a las acciones desarrolladas y el estilo porteño que reflejan esas tiendas.

¿Con qué criterios seleccionaste a las duplas de diseñadores de moda- tiendas deco y sus variables?

–El trabajo más difícil fue armar las duplas. Llamar y convocar a los diseñadores para un evento interesante y distinto en épocas de crisis y de dudas fue fácil: nadie quiso perdérselo. El tema fue definir esas parejas para que todos se sintieran bien y trabajaran a gusto. Mi premisa fue que la moda y la decoración se mostraran unidas, fusionadas, que ese proyecto fuera un hecho artístico logrado por ambas partes.

¿Cómo definís al circuito deco de Arenales? ¿Cómo y cuándo empezó su auge?

–No recuerdo exactamente cuándo empezó el circuito de Arenales pero sí te puedo hablar a partir de mediados de los ‘70. Arenales no era una calle de deco, era una calle con locales de todo tipo, desde la mítica Amalia (una tienda de ropa de cama bordada cuyo cartel tiene un perro caniche) y que aún existe pasando por La Scala. Pensar que Vanina de War estaba en el local de Mihran: recuerdo perfectamente sus escaleras. Existía una casa de deco que se llamaba Pierre Lavigne, que por entonces representaba a la modernidad. Y también los géneros que importaba Ana Gollomb. Hacia los ‘80 llegaron La Compañía Muebles y Natan. Un poco después L’Interdit y Gris Dimensión. El circuito ha tenido varias etapas de esplendor y de ocaso y siempre se termina renovando. Lo defino como bastante tradicional en su mayoría aunque me alegra ver nuevas generaciones y firmas que tienen otras opciones como Sofía Willemoes, Egido, Walmer, Vidamilano, Federico Churba, Punto Kiwi. El consumidor sigue imponiendo sus deseos y la industria limitada hace que las renovaciones sean muy lentas. Es una gran shopping a cielo abierto. El público que circula por Arenales busca opciones de muebles y géneros, el puntapié inicial a la hora de decorar. La adaptación a los estilos foráneos sigue siendo muy importante, es una pena, pero el mercado lo define así. Los innovadores van a paso lento en el circuito, porque la Recoleta es clásica.

¿Cómo fue el proceso de trabajo con los diseñadores?

–Con Maxi Jitric nos dimos cita en Le Pain Quotidien de Palermo, no nos conocíamos, yo solo había visto su fabuloso trabajo de joyería. Hablamos, me mostró fotos en su teléfono y cuando salí supe que él debía ser la pareja de Herrajes Arenales. Lo llamé, le conté la idea y le rogué que lo pensara. Finalmente accedió y el resultado fue maravilloso. Los encuentros entre Maxi, Alfredo el dueño y Ricardo el vendedor eran dignos de filmarse. Entre Poty Hernandez y Harturo pasó algo parecido, lo mismo que Guillermina Lynch con Casa Vázquez, un local increíble, detenido en el tiempo. Juan Hernández Daels nació para estar en la vidriera de La Compañía Muebles, la colección primavera de Josefina Ferroni era perfecta para Salazar Casa y el trabajo sublime de Melissa Schleich era para Solare. No me quiero olvidar de Celedonio aunque él ya estaba trabajando con Kalpakian, diseñando alfombras. La Sudestada de Boerr Yarde Buller en Walmer también resultó una pareja perfecta. Diego Vaz junto a Roxana Sittic para Darlux (cortinas Hunter Douglas) fue algo oriental, un vestido kimono y un sombrero hechos con los géneros de los screens, usando las cadenitas de los rollers y sus terminales. También estuvieron Araceli Pourcel con su abordaje de bordados y las artesanías Mila Kartei en La europea y los diseñadores de Kostume en Praxis.

¿Por qué elegiste al periodismo de moda y luego al de decoración como campo para tu labor creativa?

–La moda y la decoración me han acompañado siempre, desde que tengo uso de razón. Mi padre fue un gran artista cordobés y decoraba de manera única nuestras casas, de ahí que empezó a tener clientes que le pedían que les ambientara sus hogares, oficinas, estancias. Recuerdo mirarlo en su mesa de dibujo y después poner manos a la obra en ese prototipo casero para ver cómo quedaba. Elegí dedicarme a la moda solo porque era muy joven cuando empecé a trabajar y era más obvio encontrar trabajo en ese campo. Siempre decoré para mí o para mis amigos, cuando Puro Diseño llegó a su fin decidí hacer de la decoración y de mi pasión un trabajo. Llegó Elle Decoración y casi al mismo momento, al venderle mi casa a un español, le propuse ayudarlo a reciclar varias otras propiedades que tenía en el país. Me miró y me dijo “pues claro, si yo compré tu casa por cómo la tenías decorada”. Y acá estoy, siempre entre la deco y la moda.

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