MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
Lejos de las modelos caracterizadas cual aliens con máscaras blancas y negras que aludieron a los actuales cruces entre la vestimenta y la tecnología en el contexto del Festival de Otoño de París, Olivie Saillard, el director del museo de la moda de esa ciudad, retomó su serie reflexiva, retrospectiva y rupturista sobre los modos de exhibir moda. Su nueva obra apodada Sur-exposition –“Sobreexposición”– aludió al protocolo del exhibicionismo que en las redes sociales continuó con la trilogía iniciada en 2012 y compuesta de “Imposible Wardrobe”, “Eternity Dress” y “Cloakroom” representadas por Tilda Swinton ya como modelo viva de los trajes del tesoro del Galliera aferrados a sus brazos, como la mannequin de las toiles de un atelier de alta costura pasando por su representación de la cuidadora de un guardarropas que dialoga e interactúa con las prendas. Entre el 27 de septiembre y el 2 de octubre, convocadas por Saillard, las actrices Charlotte Rampling y Tilda Swinton emergieron vestidas con batas blancas interactuando con fondos de tono sepia, valiéndose de bastidores o de bancos, para representar las situaciones que surgieron de su observación de una serie de fotografías icónicas: de una toma de Sarah Moon para la japonesa Rei Kawakubo realizada en 1968; un autorretrato de Robert Mapplethorpe fechado en 1980, tomas de Helmut Newton y de Irving Penn, además de otros clásicos que incluyeron la obra visual de Nicholas Nixon, William Klein, Diane Arbus, Richard Avedon y Brassai. Los cuerpos de las actrices recrearon y ensayaron homenajes a las fotografías en blanco y negro desde lienzos monocromos.
Desde el texto curatorial, Saillard esgrimió sobre las premisas del espectáculo: “Sus rostros emergen cual fantasmas de la fotografía, en valores de blanco y negro y representan los tonos grises que desaparecieron, porque la obra indaga en la desaparición de imágenes en nuestra memoria, una reacción natural en nuestras mentes ante la actual sobreproducción mundial de fotografía como consecuencia de la abundancia de imágenes. Durante el espectáculo, al tiempo que ellas tienden a los visitantes y espectadores los originales de las fotos que hicieron historia, representan sus fantasmas en blanco y negro y ellas ofician de lienzos monocromáticos. También oficiaron de arqueólogas de la memoria. El happening intenta ilustrar la actual tiranía visual, porque con el uso de las cámaras de nuestros teléfonos ya no podemos hablar de capturar el momento de la emergencia. La sobreabundancia de imágenes de todo el mundo transformó a la fotografía en un arte de dominio público”. Mientras que en un diálogo con la revista Vogue, Charlotte Rampling argumentó sobre la obra: “Representó un ejercicio de meditación destinado a indagar en lo que sucede cuando nos despojamos de la necesidad de estar rodeados de imágenes, considero que la circulación de tantas imágenes provoca cierta ceguera. También reflexionamos acerca del gesto de sacar fotos sin pausa y nos planteamos qué sucede con ellas en relación a quiénes las miran y a quién están destinadas”. Y Tilda Swinton –quien suele colaborar en los guiones de las puestas de Olivier Saillard– agregó: “Fue un proceso de varios meses de trabajo, en el que elegimos las imágenes como si fueran talismanes de un archivo muy amplio, esa combinación de arte y de fotografía se corporizó y maduró ya en la presentaciones con el público. Consideramos que la fotografía en papel y sus modos de revelado y conservación requerían ser homenajeados. Desde la perfomance hicimos instantáneas del pasado”.
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