Vie 21.10.2016
las12

PARO DE MUJERES

Acción y reacción

La jornada del 19 de octubre, apenas planificada con seis días de anticipación y movida por la rabia y el dolor de miles que una vez más sentimos el temblor que el femicidio de Lucía nos dejó en el cuerpo, fue histórica y escribió una página nueva en el movimiento de mujeres. Paro, ruidazo y movilización en todo el país y países de Latinoamérica, sacudidas por el hartazgo pero también por una organización con excelente reflejos para tomar las calles, crear consignas, generar debates y abrir cabezas de quienes tal vez, hasta ahora, nunca habían ido a una marcha. Con las ideas más claras que nunca, no seremos las mismas después de esta marcha feminista, transversal y diversa.

› Por Flor Monfort

Foto: Jose Nicolini

El día tronaba como nuestras cabezas. Fuimos muchas las que no pudimos dormir y nos encontramos en redes sociales de madrugada, con el repiqueteo de la lluvia en los oídos pero el ruido de las ideas más fuerte que nunca, las ganas de salir a la calle, hacer escuchar ese grito que estaba en la garganta de tantas, asqueadas por las veinte muertas de este mes de octubre, que apura una estadística cada vez más escalofriante: un femicidio cada veinte horas, uno de ellos con la saña y el odio más paradigmático que manda el disciplinamiento al que no pensamos acostumbrarnos pero se nos quiere imponer a fuerza de violencia salvaje. Lucía Pérez fue asesinada y torturada apenas unas horas antes que la represión en Rosario cierre un Encuentro de Mujeres que fue una fiesta pero terminó empañado por la maquinaria represiva que ve en nosotras una amenaza cada vez más firme, y apenas un año después que en el mismo territorio de este crimen atroz cerrara el ENM con balas y gases en la puerta de la Catedral frente a un grupo de machos rezadores y fanáticos y una policía preparada para dispararnos.

Este miércoles 19 de octubre la mañana era la antesala de un mediodía con paros en todo el país que nos encontraron juntas, tramando estrategias para la tarde, pintando carteles, con altavoces que en el subte pedían cuidar las pertenencias “pero también a las mujeres, que no son sus pertenencias. Vivas nos queremos” y multiplicaban un hashtag que viró esta protesta a una revolución que nos saca definitivamente de ese lugar de víctimas que tanto gusta a los medios masivos de comunicación y nos coloca en el centro del devenir político y social de una época, en una configuración regional que manda golpes de estado, achicamiento y ajuste: #simividanovalequeproduzcansinmi. O dicho de otro modo, sin nosotras la cadena productiva se desmorona, por nuestros desiguales salarios en el mundo del trabajo y por nuestras invisibilizadas labores de la puerta de casa para adentro, cuidando a los chicxs y a los viejxs, haciendo la comida, limpiando, al frente de la economía del hogar al que ya no se sabe cómo ajustar. El paro de 13 a 14 preparó los motores para un encuentro histórico, por transversal y heterogéneo, donde se paró en los trabajos, las escuelas, instituciones públicas y empresas privadas. Hubo negocios que cerraron sus puertas, otros que decidieron dejar liberadas a las mujeres y unos pocos que cerraron sus puertas porque no tenían empleadas para atender al público.

Desde las 16 se dieron cita más de cincuenta organizaciones sociales, sindicales y barriales en la 9 de Julio, en una fiesta que también fue una puesta del cuerpo para quienes empezaban a llegar y no fueron acompañadas con un operativo de seguridad a la altura de las ciscunstancias. Se montó una cancha de fútbol y se dio una clase pública de Educación Sexual Integral (ESI), hubo performances de danza y teatro y acciones poéticas que bajo la lluvia sumaban mística y potencia. Hubo radio abierta desde el obelisco, mujeres de negro y de todos los colores, ya con los paraguas imponiendo una paleta que avanzaba como marea danzante hasta la plaza, y cantos que ponían nombre y apellido a los enemigos: “Yo sabía yo sabía que a los violadores los cuida la policía”, “Con la harina se hace el pan, con la uva se hace el vino, preguntale al patriarcado como se hace un asesino”, “Che Mauricio, che Mauricio no te lo decimos más, si nos tocan a otra piba qué quilombo se va a armar”, “Macri basura vos sos la dictadura” y “Poder, poder, poder popular, y ahora que estamos juntas, y ahora que sí nos ven, abajo el patriarcado se va a caer se va a caer”.

El escenario cobijó la cabecera de la marcha con el colectivo Ni una menos al frente: en el documento leído y arengado por la multitud, que se calcula en 150 mil personas, se hablaba de construir una sociedad sin machismo, ya con las voces disfónicas y la llegada de la noche, se nombró a Reina Maraz y a Milagro Sala, se pidió un minuto de silencio por las que ya no tienen voz, y se exigió un aborto legal, seguro y gratuito para todas, sin olvidar que las variables económicas nos atraviesan y siguen reproduciendo los estereotipos que nos atrapan, “porque nuestras jornadas laborales son dos horas mas largas que las de los hombres, porque las tareas de cuidado caen sobre nuestras espaldas y no tienen valor en el mercado de trabajo, porque la desocupación crece dos puntos cuando se habla de mujeres, porque la brecha salarial es en promedio de un 27 por ciento” como se dijo, y al mismo tiempo que la sororidad llegaba a Bolivia, Chile, México, Perú, Uruguay, Costa Rica, Guatemala, El Salvador y más allá, a Francia, España y Estados Unidos para no dejar de amplificarse, renovarse, verse afectado por distintas sensibilidades y fuerzas renovadas.

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