VISTO Y LEIDO
Catarsis y desobediencia se anudan en el cuarto libro de la poeta Juana Roggero, que encontró la clave de un registro directo en tiempo presente.
› Por Daniel Gigena
Se dice que la primera persona pesa, que satura, que los lectores confunden esa voz con la del autor o autora. En el nuevo libro de poemas de Juana Roggero todos los poemas están escritos en primera persona. Una voz que se puede reconocer como idéntica aparece declinada en distintas instancias. Queda claro desde el título del libro, Morir delante de papá y mamá, que es la voz de una hija. De modo vaciante y al mismo tiempo firme, Roggero ensaya formas poéticas de una posibilidad que, aunque se la rechace con consternación, la sociedad conoce bien. Los hijos pueden morir antes que los padres. Y “delante de papá y mamá”, como se especifica. “Ya no sé cuánto aguante/ mi respiración”, le confiesa la hija a la madre en el segundo poema. “El libro tiene algo muy catártico y de tono íntimo -dice Roggero?. La ‘niña-hija’ atraviesa todos los poemas, incluso aquellos que no evocan situaciones con los padres, sino momentos con parejas o frente al paisaje. Como si ser hija tuviera que ver con encontrar el mundo demasiado incomprensible o inabarcable.”
Aquí vale un rodeo. La historia argentina de la segunda mitad del siglo pasado al presente se puede leer como una sucesión de diversos sacrificios de hijos: el secuestro y la desaparición de personas durante la dictadura, la guerra de Malvinas, la represión en Plaza de Mayo en diciembre de 2001, Cromañón. Roggero ya había registrado en Cromañón y en Antro la experiencia de haber vivido ese episodio funesto de fines de diciembre de 2004. Eran poemas intensos, acuciantes, que semejaban una atmósfera irrespirable. Pero la autora aporta otra perspectiva sobre su nuevo libro: “Hay un denominador común que se relaciona con un ‘morir’ de los hijos frente a padres que fueron educados con patrones muy rígidos, diferentes. ‘Morir delante’ es también morir frente a ciertas reglas, mandatos, censuras que ahogan. O una manera de desobedecer.”
Muchos poemas transitan la experiencia de la supervivencia cotidiana. “Subsidio” cuenta la caminata de una pareja rumbo al banco. Ella va a cobrar el subsidio otorgado por el gobierno de la ciudad a los sobrevivientes de Cromañón. En la conversación, su acompañante se vuelve una criatura hostil: “entonces decís que mi subsidio/ sale de tu bolsillo/ ahí es cuando empiezo a arrinconarme/ camino cada vez más pegada a la pared/ vos me hablás de montos aceptables/ pero tampoco la pavada/ ¿por qué voy a mantener a alguien/ que puede trabajar?” La tragedia, en los poemas de Morir delante..., visita ámbitos públicos y espacios íntimos. No hay fronteras ni líneas visibles: “una línea ¿la ves?/ muy lejos/ yo veía lejos árboles/ y más árboles/ no veía línea/ pero sí veían algo/ que no tenía fin”. En otro poema, una joven teme las reacciones violentas de su pareja, enojado mientras conduce o mira en la televisión un canal donde hablan de política (“hablan del pasado”, se precisa en un verso). “Creímos en realidad/ que los salvados éramos nosotros”, se lee en otro poema-sueño, en el poema-epitafio llamado “Caballo muriendo al borde del río”.
Roggero dejó las huellas del proceso de escritura de su libro en epígrafes de poemas escritos por otros. “Cuando estaba trabajando los poemas, cada tanto escuchaba o leía a algún poeta que me quedaba resonando, como el chileno Héctor Hernández Montecinos. Luego fui a Raúl Zurita y él me caló más todavía. Las poetas norteamericanas llamadas ‘confesionales’, como Sharon Olds, llamaron mi atención desde el principio por los temas familiares y el tono descarnado.” Cuenta además que en un taller sobre lo siniestro que dieron Tom Maver y Martín Vásquez Grillé, se identificó con la poeta Sylvia Plath, el cantante Ian Curtis y la obra de Joseph Cornell. “Esos artistas y muchos otros me ayudaron a animarme a decir de esta manera, sin tanto adorno. Selva Casal escribió: ‘Lo peor es que sobrevivimos a todo’. No pudo decirlo mejor. Somos capaces de sobrevivir a lo más horrible, a lo más doloroso, a lo más cruel. Seguimos viviendo, porque estamos hechos así. Y ser consciente de esa capacidad me da bastante pánico.”
Morir delante de papá y mamá
Juana Roggero
Viajero Insomne
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