LIBROS
Criatura salvaje
Las confesiones sexuales de una adolescente se han convertido en un verdadero best seller mundial y desataron –demás está decirlo– una auténtica polémica entre quienes creen, temerosos, que podría convertirse en ejemplo y quienes prefieren que algunas cosas se mantengan al amparo del silencio. Algo que ya es completamente imposible.
› Por Mariana Enriquez
Alguien entró, se acostó sobre mí y me cogió; otro lo siguió y apuntó su pene hacia mi boca. Y cuando uno había terminado, el otro me descargaba encima su líquido blancuzco. Y también los otros. Volví a casa llena de esperma, el maquillaje corrido y mi madre me esperaba durmiendo en el sofá."
El último verano, una pequeña editorial italiana llamada Fazi Editore publicó Cento colpi di spazzola prima di andare a dormire, una novela erótica en forma de diario íntimo firmada por Melissa P. Italia ardió: hasta la fecha, el libro lleva vendidos 800.000 ejemplares. El título se ha traducido en Argentina como Cien cepilladas antes de dormir –en España es Los cien golpes– y alude a un ritual higiénico que la protagonista ejecuta antes de irse a la cama y después de sus aventuras sexuales: cepillarse el pelo cien veces, para que quede brillante como el de una princesa.
¿Por qué tanto revuelo? Sencillo: la protagonista y autora –la novela es semiautobiográfica– cumplió 18 años el pasado diciembre, y en el texto describe sus experiencias entre los 14 y los 16 años. Nunca antes se habían publicado memorias sexuales de una adolescente. Melissa Panarello firmó su libro sólo con la "P" de su apellido porque era menor; sus editores debían saber que, además, el misterio era un extraordinario golpe publicitario. Desde que cumplió la mayoría de edad, Melissa –que es preciosa– inició una campaña promocional impresionante, con apariciones en los programas de mayor rating de Italia, un sitio web que convoca a miles de fans –la mayoría chicas agradecidas porque ella se atrevió a hablar–, la fotografió Oliviero Toscani (el de Benetton) y Francesca Neri compró los derechos para hacer la película –que quizá protagonice Melissa–.
Con la polémica instalada y una legión de padres hipócritas temerosos de que sus hijas sean como Melissa, el mundo editorial se debate entre los que defienden el libro, los que lo defenestran y los que sencillamente se niegan a creer que sea obra de una adolescente. El último argumento es el de más fácil desecho. Todo Cien cepilladas... apesta a espíritu adolescente. Las disgresiones existenciales, las ideas fijas, las amistades pasajeras vividas como fundamentales, la romantización de situaciones y objetos (llama "El Secreto" a su vagina y "El Ignoto" al pene): literariamente es la novela de una principiante. Cuando Melissa P. cae en lugares comunes, son los más obvios de todos: fantasías con curas, orgías con hombres enmascarados tomadas de Ojos bien cerrados... Pero cuando se asoma a la experiencia adolescente, aparece la verdad: la vergüenza de ser virgen a los 14 años, la vergüenza después de finalmente tener sexo, la dualidad de querer estar sola y al mismo tiempo no poder evitar la compañía, la competencia ("quería tener el privilegio de ser entre las chicas de mi misma edad, la primera en tener una relaciónsexual"), la poca o nada de atención prestada a los padres. Aunque Cien cepilladas... falle en muchas cosas, tiene un inconfundible aroma a trasnoche, asientos húmedos, paseos de madrugada, besos con gusto a borrachera, placer y vergüenza. En este sentido es una novela más del Apocalipsis Adolescente, una categoría que abarca narraciones muy dispares pero centradas en el chico como pequeña bomba. En Melissa P., el apocalipsis no es la ultraviolencia ni las drogas –que nunca usa– sino la hiperactividad sexual, con placer físico pero resaca amarga.
Luego de una iniciación poco placentera con Daniele, un chico de su edad cuya inseguridad muta fácilmente en crueldad, Melissa entra en una escalada y arrasa con todo: de la timidez ("Tragué ese líquido porque no sabía qué hacer con él, el esófago hizo un ligero ruido y me avergoncé"), al gang bang ("En mi paladar se encontraron cinco gustos distintos, cinco sabores de cinco hombres. Cada sabor su historia, cada posición, mi vergüenza. Durante esos momentos tuve la sensación y la ilusión de que el placer no era sólo carnal, sino que era belleza, alegría, libertad. Y estando desnuda en medio de ellos sentí que pertenecía a otro mundo, desconocido. Pero después, una vez atravesada la puerta, sentí el corazón hecho pedazos y experimenté una vergüenza indecible"), Internet, el voyeurismo (les pide a dos amigos homosexuales que la dejen mirar), el lesbianismo, las orgías, los encuentros con su profesor de matemáticas (que le dice Lolita), los encuentros con Fabrizio, un masoquista que le lleva treinta años, hasta una violación, Melissa visita muchas posibilidades, todas las que se le ocurren.
Algo parecido sucedió al fenómeno Cien cepilladas... ocurrió en 1954, cuando Pauline Raege publicó La Historia de O, libro que apenas escapó la censura y se convirtió en la novela francesa más traducida del mundo. Pero La Historia... , se dirá, trataba de un mundo desconocido y secreto, casi clandestino sobre todo entonces: el del sadomasoquismo. Pero la comparación sigue siendo pertinente, porque Cien cepilladas... también transcurre en un terreno casi desconocido: la sexualidad de las adolescentes. Melissa sostiene que el 90 por ciento de lo escrito es veraz y esta declaración desató una reacción en cadena de asombro, estupefacción sólo atribuible al desconocimiento. Muchos incluso leen el libro en clave policial, y creen que es una advertencia para padres. Los críticos conservadores se preguntan qué hacer con Melissa. El diario El Mundo se España escribía sobre el libro: "Una vez superada la liberación sexual femenina, ¿han pasado las adolescentes de la esclavitud del modelo de futura madre virtuosa al de animal sexual irresistible? Destruido el modelo familiar tradicional que se suponía opresor, ¿hemos perdido cualquier vínculo afectivo realmente valioso? En el fondo, ¿cómo evitar los males de la modernidad sin dar marcha atrás?". Pero los críticos radicales tampoco están conformes y la acusan de moralista y culposa; el libro está concebido como una fábula, con una heroína que tiene que atravesar pruebas antes de encontrar al príncipe; el despertar sexual es entonces rito de pasaje y el final, con la aparición del salvador Claudio, es tranquilizador de conciencias. Ella admite que es así: "Como todas las fábulas, tiene su final feliz que es muy moralista e idealizado, pero fundamental, porque la heroína, tras haber padecido una serie de torturas en el bosque, por fin encuentra a su príncipe y se enamora. Tal vez en la vida real no haya sido así, pero la narración casi lo exigía". Ese final delata, mucho más que conservadurismo, la adolescencia de Melissa: Claudio le canta serenatas, habla como una mezcla de amante latino y gurú, se enamora con sólo mirarla, es parecido a un príncipe turco, en fin, es el ideal soñado por una chica, absolutamente imposible.
Lo que no hay en el libro, según Melissa P, es arrepentimiento: "Lo que hay es una toma de conciencia. La demostración más coherente es que yo he hablado de todas estas cosas y me di cuenta de ellas, las asimilé y exorcicé. Antes era consciente, pero no tenía ni idea de hacia dónde me iban a conducir esas experiencias y desconocía lo que me pasaba. Estaba amerced de los acontecimientos y no sabía cómo actuar ni cómo reaccionar. Eso es algo que aprendí más tarde". Cien cepilladas... no es todo un mea culpa, y tiene momentos de placer: "Aceleré golpes incisivos y mágicamente aferré ese placer que ningún hombre supo darme jamás, ese placer que sólo yo soy capaz de procurarme. Sentí espasmos por todos lados, en el sexo, en las piernas, en los brazos, incluso en la cara. Mi cuerpo todo era una fiesta". Ella no cree que su historia sea la de un calvario y dice que hoy repetiría alguna de las experiencias que describe. "Todo depende de cómo se lleve a cabo, de tu actitud. Y quizás mi actitud estaba equivocada, por lo que las experiencias sólo las vivía a medias. Si las reviviese hoy en día, con otra actitud y otro estado de ánimo, seguramente serían mejores".