SOCIEDAD
Trabajás, te cansás, ¿qué ganás?
La regla es la misma en casi todo el mundo –el casi es mera precaución–: el trabajo de las mujeres vale menos que el de los hombres. Pero la situación empeora cuando lo que se intenta conseguir es una primera experiencia laboral. Meseras, vendedoras, mucamas, promotoras, cajeras, son las actividades que más jóvenes convocan.
Y en las peores condiciones.
Por Gimena Fuertes
Que las mujeres siempre han llevado las de perder en el mercado de trabajo no es novedad. Que los sueldos son más bajos y peores las condiciones laborales, tampoco. Pero ese panorama, que parece haberse vuelto natural, empeora cuando se lo cruza con las cifras actuales del desempleo en la Argentina, donde más de la mitad de la población tiene problemas de empleo. “El mercado de trabajo hoy en la Argentina es el festival de la precariedad y golpea especialmente a los y las jóvenes, pero en el caso de las jóvenes es peor porque la mujer ha estado siempre más relegada en el mercado de trabajo”, explica el sociólogo Oscar Martínez, del Taller de Estudios Laborales.
Romina tiene 28 años y hasta hace un mes trabajó en una gráfica de la zona oeste como vendedora directa: “Tenía que visitar negocios y empresas. Me decían: ‘Hoy hacé Morón’, y tenía que ir cuadra por cuadra. Me presentaba y ofrecía las tarjetas, postales, almanaques. El sueldo básico era 350 pesos y de comisiones sacaba 50 pesos al mes, trabajando ocho horas. Sólo lograba vender las tarjetas. Cuando conseguí un cliente grande, una cadena de farmacias, lo manejaron ellos desde la gráfica y después me dijeron que no se cerró el negocio”, se queja Romina.
Martínez explica que existen dos tipos de precarización: “Por un lado está la precarización de hecho, el trabajo en negro, que desde los ‘90 hasta la actualidad se ha multiplicado por cuatro. Por otro lado, hubo un fuerte desarrollo de todas las modalidades de precarización legal, como períodos de prueba, trabajo por factura, empeoramiento de las condiciones laborales. Ambas, la precarización legal o ilegal, han crecido muchísimo”.
Romina tenía la suerte de “estar en blanco”. “Me daban recibo de sueldo porque estaba por contrato a prueba, pero llamaba a la Anses y no figuraban los aportes; y en la obra social, tampoco. Siempre les reclamaba la obra social porque la necesitaba, pero me decían que ‘el trámite era largo y que contador se atrasaba’”, ironiza. “Los primeros días nos daban plata para viajar, pero después que cobramos el primer sueldo no nos dieron más, nos decían que teníamos que usar ese dinero para los viáticos. Después de tres meses de no ver un peso renuncié y querían que les diera la cartera de clientes. No se la di, ni les devolví el uniforme, ni el bolso, ni nada. La cartera de clientes vale plata, se paga en el mercado. Esa fue mi pequeña venganza”, dice con una sonrisa. Pero ahora Romina está otra vez en la búsqueda. Ella es técnica en hemoterapia recibida en la UBA y también es estudiante de profesorado de ciencias naturales en el Joaquín V. González. Todos los domingos revisa los clasificados con lupa y se anota en cuanta consultora de recursos humanos aparece.
Mujer, joven y desocupada, busca
El sociólogo revela que “la desocupación en el universo de las mujeres jóvenes es mucho mayor que el de mujeres en general”. “La tasa de desocupación de jóvenes de 15 a 19 años, adolescentes que quieren trabajar, ronda en un 50 por ciento. Entre los 20 a los 34 está en un 20 por ciento. Pero con mujeres de 35 a 49 baja a un 13 por ciento”, especifica. “De las mujeres que trabajan de entre 14 a 25 años, las dos terceras partes no tiene ningún beneficio, es decir trabaja en negro, no está registrada, no recibiría indemnización si la despiden, y no le descuentan para la jubilación. Y en sectores como el comercio, donde predomina la mano de obra femenina, los sueldos son bajísimos, las jornadas son de 12 horas y las chicas no tienen ningún tipo de derecho ni formas de defenderse”, agrega.
Florencia “es actriz, no mesera”, aclara. Pero trabaja de mesera en un bar céntrico de Buenos Aires 11 horas por día y sólo descansa media hora. Además de atender las mesas, lleva el café o los almuerzos a las oficinas de la zona. Cobra 10 pesos por día y además se lleva el 5 por ciento de lo que vende. “Es una explotación, mal –enfatiza–. A veces llego a 15 pesos por jornada. Me paso el día caminando, y a la noche hay que lavar los baños y barrer el local porque no quieren contratar a nadie de limpieza. El maltrato y la explotación se sufre todo el tiempo.”
La carga mensual de trabajo máxima por ley es de 45 horas. Cada 8 horas de trabajo tiene que haber media hora para comer y 15 minutos de descanso en la primera parte del día y otros 15 por la tarde. Para los patrones que tienen a los trabajadores en negro es fácil desconocer estas medidas, pero las regulaciones también son ignoradas por las grandes empresas que suelen tener los papeles al día. “Los supermercados tienen regímenes dictatoriales, brutales. La presión de los supervisores es terrible. Las cajeras no pueden levantarse para ir al baño, para descansar, son revisadas para que no se queden con nada, cualquier faltante en caja les echan la culpa, hay un maltrato permanente y hay una rotación muy alta porque las despiden muy seguido”, describe Martínez.
Eugenia tiene 24 años y hace cuatro que trabaja nueve horas como cajera en una gran cadena de supermercado. “No me puedo quejar”, dice. Está en blanco, le pagan el último día del mes y su sueldo básico es de 700 pesos. Los horarios son fijos y tiene dos francos seguidos por semana, aunque no siempre en los mismos días. A sus compañeras, cuyos horarios comienzan a la mañana, les dan media hora de almuerzo y a las chicas de la tarde sólo 15 minutos para la merienda. “En la empresa se trabaja bien, te pagan a tiempo, tenemos obra social”, cuenta Eugenia. “Además tenés la posibilidad de crecer dentro de la empresa si te desempeñás bien en tu puesto”, relata entusiasmada. Ella está ilusionada con ascender dentro de esta empresa multinacional y trabaja sin quejarse. Sin embargo, la queja se cuela. Ella estudió para maestra jardinera, pero no pudo finalizar la carrera porque en la etapa final, en la que se hacen las residencias en los jardines de infantes, no continuó porque no le coincidían los horarios. Tampoco puede volver a estudiar porque el horario de trabajo es muy extenso, “más el tiempo de cursada y de viaje”.
Desde que el mundo es mundo
“Históricamente, las mujeres han sido destinadas a los peores puestos de trabajo. Es habitual que ocupen cargos más precarios, menos remunerados, o socialmente vistos como menos calificados, lo que a su vez habría que discutir si son menos calificados o no”, cuestiona Martínez. “Como a las mujeres se las ubicaba como un trabajador secundario, que aportaba al eje central que obtenía el marido, se suponía que podía entrar o salir más fácilmente del mercado de trabajo y que era un sujeto al cual se le podían reconocer menos derechos. Esta cuestión histórica se encuentra agravadapor el proceso de precarización y flexibilización de las últimas décadas”, analiza.
En los clasificados, los avisos que más abundan piden promotoras, televendedoras, playeras y cajeras. “Hay una serie de trabajos destinados a las mujeres jóvenes de acuerdo con el sector social. Puede ser de servicio doméstico, repositoras, atendiendo comercios, meseras, playeras. Algunas trabajadoras jóvenes que provienen de un sector social más alto, como las meritorias o las pasantes, también son precarias”, afirma el especialista.
Otro sector que es bien típico de mujeres jóvenes es el sector de limpieza, “en el que ha proliferado la tercerización –sostiene Martínez-, a través de empresas de limpieza que trabajan para otras empresas o para el Estado, en las que hay una rotación muy alta de jóvenes”.
Otra de las formas en que golpea la precarización laboral es la inestabilidad. “Trabajás dos meses en un lado, estás un mes desocupada, si conseguís, trabajás seis meses en el otro. Así no podés hacer un proyecto de vida, estudiar, ahorrar plata para algo. Cuando entrás a trabajar, no sabés cuando salís”, se queja Romina.
Nuevas herramientas
Todo ese tipo de actividades, promotoras, vendedoras, meseras, playeras, van a parar al sindicato de comercio. “Las patronales tratan de darle alguna veta comercial a un montón de tareas para poder ubicar a las trabajadoras en el sindicato de comercio porque tiene un convenio muy malo y con sueldos muy bajos. A su vez, el sindicato permite todo esto porque tiene la posibilidad de tener un montón de afiliados y no defiende nada. Más de una vez, si los trabajadores van al sindicato, es el propio sindicato el que le avisa a la patronal para que los eche”, se indigna el especialista del TEL.
Pero no todo es negro en el futuro. “Durante mucho tiempo se dijo que los jóvenes eran individualistas, desorganizados, sin tendencia a participar. Esto lo relativizaría muchísimo. En una de las mejores experiencias de organización que ha habido durante mucho tiempo, la punta de lanza fueron los jóvenes. Fue una de las luchas más fuertes y organizadas contra una gran patronal y la dieron los pasantes telefónicos. Desde una figura tan precaria como es la del pasante, que no es reconocida ni siquiera como trabajador, ellos ganaron el conflicto y pasaron a ser contratados y efectivos.”
Oscar Martínez no sabe explicar muy bien esto. “Las tradiciones de lucha flotan, el saber de la clase está en el aire”, afirma. “Es posible que un chico con padres desocupados, que es la primera vez que trabaja, cuando hay que organizar un paro o hacer un petitorio, lo sabe hacer. Es posible que se lo haya contado un laburante más viejo, o un tío, o un amigo que ya lo hizo”, se entusiasma.
“Los y las jóvenes han creado como herramientas de lucha cosas que no eran habituales, tales como el humor, el ridiculizar a la patronal, que tiene una eficacia muy fuerte, porque los viejos no sabían qué hacer, las herramientas habituales les fallaban. Las y los jóvenes se organizaban a través del correo electrónico, sacan boletines, organizan jodas como método que nuclea a todos, lo que crea un nosotros, y después se plantea el tema de la lucha. Aun en las peores condiciones se puede hacer algo. En donde hay alguna grieta, hay experiencias muy lindas de organización y de lucha”, sonríe.