POLíTICA
El sueño del instituto propio
Elisa Carrió inauguró la semana pasada el instituto de formación cultural y política Hannah Arendt –con la dirección académica de Diana Maffía–, en el que espera formar “ciudadanos con una mirada amplia y crítica” de la política. Sin requisitos de ingreso y con un cuerpo docente en el que la mayoría son mujeres, el instituto ya es refugio para una de las voces más críticas del Gobierno.
Por Marta Dillon
No son los kilos que bajó, ni siquiera ese tono dorado en pleno invierno lo que le da a Elisa Carrió ese aspecto satisfecho de quien se ha salido con la suya. Es que acaba de volver a dar clases en su propio instituto de formación cultural y política –“de ciudadanos y no de cuadros”– y eso para ella es como vivir de nuevo las sensaciones del primer amor. Fueron de alumnos las primeras miradas arrobadas que le devolvió un auditorio cuando ni siquiera soñaba con dedicarse a la política y es en un aula donde ella se siente más cómoda ahora, sin más cargo dentro de la política institucional que ser la presidenta del partido que ella misma fundó. Fiel a la metáfora orgánica, sigue diciendo que tendrá que hacerse cargo de una próxima candidatura a diputada nacional en 2005, como una adolescente embarazada; pero de eso prefiere no hablar: “¿Para qué me voy a arruinar esta fiesta agraria griega que estoy viviendo, dando clase, caminando, tomando café, leyendo?”
–El instituto es una herramienta fundamental, sobre todo si no se considera a la política como una herramienta no estadocéntrica. Los cambios no se dan únicamente desde el poder sino a través de toda la sociedad y sobre todo a lo largo de los distintos mecanismos de disciplinamiento social que también tienen grietas, intersticios que habilitan la pelea. La política piramidal, esa que pelea por el puesto o la banca, me resulta aburrida y sin sentido. Lo que esperamos es formar una mirada distinta del mundo y de la política y por eso no es casual haber elegido el nombre de Hannah Arendt.
–¿Por qué?
–Porque resume lo que para mí es el liberalismo de izquierda, es decir, tolerancia en cuanto a las ideas, respeto por el otro y también un fuerte sentido de justicia social. Además es una mujer, judía y filósofa, eso ya era bastante controvertido en su época.
–Y usted eligió a otra mujer, Diana Maffía, muy comprometida con las cuestiones de género, como directora académica.
–Lo primero que supe del instituto fue el nombre y lo segundo es que la quería a Diana Maffía porque me parece una mujer admirable intelectualmente a pesar de las diferencias que tenemos. Después supimos lo que no queríamos: ni formación de cuadros ni de gerentes para la política. Por eso el instituto es independiente del partido a pesar de que los diputados del bloque donaron parte de la inversión inicial –ahora ya nos financiamos con los 700 matriculados– y que sí se dan becas a algunos afiliados. Yo misma espero retirarme de la dirección porque me voy a dedicar a mi próximo proyecto que es La Casa de las Mujeres, un lugar donde se puedan tratar los temas propios pero también para fortalecer la autoestima personal.
–¿Tiene un perfil aproximado de quienes se matricularon?
–Está repartido entre varones y mujeres y hay de todas las edades, desde 16 hasta 70. Eso es maravilloso.
–Pensando en la participación ciudadana, ¿Cómo interpretó las marchas que lideró Juan Carlos Blumberg?
–Creo que fue una respuesta muy clara: mientras el Gobierno estaba preocupado por la interna del PJ, la gente busca otra cosa y eso fue Blumberg, aunque no tenga claro por qué marcha, marcha. En el fondo los valores que se reclaman son siempre los mismos: paz, verdad y justicia. Cuando se pide seguridad, se está pidiendo paz. Es cierto que después se pliegan a un discurso ineficaz y hasta vengativo, pero no es malo que se pruebe con soluciones malas porque es un proceso de aprendizaje y se está buscando una salida.
–¿Qué balance hace desde aquel encuentro con Néstor Kirchner en 2002 por la caducidad de los mandatos, cuando usted duplicaba la intención de voto del actual presidente y ahora?
–Ninguno. Entonces ellos querían una alianza y yo no quise porque no podían justificar su declaración jurada y eso no ha cambiado, como tampoco pueden explicar ni el modo en que se financió la campaña ni sus bienes personales. Pero que quede claro que yo no les pego a los débiles y ahora es Kirchner contra Kirchner.
–¿Usted cree que el Gobierno es débil?
–Esta dificultad para explicar sus cuentas es una debilidad de base, además, si al año de gobierno se están inventando conspiraciones...
–También se podría decir que su partido ha quedado debilitado.
–Yo creo que es al contrario, que esta etapa nos permitió organizarnos con quienes tienen convicciones y no oportunismo. Nos hizo bien la gente que se fue y el resultado que tuvo esa ida, porque entonces es claro que a veces los atajos son nada más que caminos cortos hacia el abismo. Igual de mí siempre van a decir que estoy sola y que no tengo propuesta, pero eso ya no lo contesto. Creo que soy un espejo insoportable y aunque parezca que estoy como Blancanieves buscando un enanito que me dé la sopa, somos muchos más que los que el poder cree.
–Usted denunció presiones sobre la prensa, ¿qué piensa que es lo que se intenta omitir?
–Las estructuras de carácter débil son miedosas y el miedo es autoritario, aunque ese modo de actuar no beneficie al Gobierno ni a la prensa. Creo que lo único bueno que se hizo hasta ahora es la renovación de la Corte Suprema y la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, pero no pueden hablar de justicia social si siguen atados a los mismos planes sociales, ni de transparencia si no pueden explicar la declaración jurada del matrimonio Kirchner. Pero la mentira no se puede sostener por mucho tiempo, no sin pagar un alto precio psíquico. Y tal vez sea por eso que el Presidente se enferma.