Vie 02.07.2004
las12

OPERA

dos de Terror

Esta semana se estrenan dos óperas contemporáneas al precio de una: La médium, tenebrosa y trágica con fuerte protagonismo femenino, de Gian Carlo Menotti; y la brevísima La mano de bridge, flash humorístico de elegante glamour, de Samuel Barber, consorte de toda la vida de Menotti.

Por S.M.

Aunque las cantantes Eugenia Fuente y Virginia Sabastano están con ropa de calle y sobre el escenario hay apenas unas sillas y una mesa redonda -mobiliario básico para una sesión de espiritismo–, la escena del final del primer acto en que Madame Flora y su hija Flora, después de enfrentarse, se enlazan en una Pietà invertida (la chica sostiene sobre el pecho a su progenitora, confortándola), provoca un escalofrío, a la vez que anticipa el clima aterrador de La médium, opera de Gian Carlo Menotti que se acaba de estrenar en el Avenida. Es una nueva producción de Juventud Lyrica (entidad que ya había presentado Amahl y los visitantes de la noche y El teléfono, en el 2000, también de Menotti), con Eugenia Fuente (Flora), Virginia Sabastano y Sonia Stelman (alternándose en el rol de Mónica), Mónica Sardi y Manuela Reyes (la señora Nolan), Oscar Ferreyra (Toby), Gisella Barok y María José Dulin (la señora Gobineau), Fernando Grassi y Mario De Salvo (el señor Gobineau). Como prólogo, se ofrecerá una ópera breve de Samuel Barber, La mano de bridge. Las funciones: mañana sábado a las 20.30, el viernes 9 a las 20.30 y el domingo 11 a las 17.30, con entradas desde $ 5.
El compositor y libretista de La médium nació en Italia en 1911, sexto de diez hijos de una familia pudiente, culta y algo excéntrica (aunque no tanto como los Tenembaum del cine). Mamá Inés resultó toda una incitadora en el campo artístico. Tanto que a los 11, el chico Gian Carlo andaba componiendo operitas como La muerte de Pierrot y La sirenita, en las que ya figuraban temas de toda su (larguísima) vida: la fantasía, la muerte, el teatro dentro del teatro. Los estudios musicales que había comenzado en Milán los prosiguió en Filadelfia, recomendado por Arturo Toscanini. A los 18, GCM conoce al futuro compositor Samuel Barber, de 19, con quien mantendría a lo largo de los años lo que se dio en llamar “una amistad legendaria” y que ahora podemos reconocer como un matrimonio ideal (unos pioneros estos músicos, antes de la legalización de las uniones homo en algunos sitios).
A partir de los 20, el precoz Menotti compone regularmente piezas musicales de diversos géneros, principalmente óperas. Arranca con Amelia en el baile (1937), seguida –entre otras– por La médium (1946), El Cónsul (1950, que el propio autor vino a poner en escena en el Colón hace cuatro años), La mentira de Martín (1964), y algunos títulos dedicados a los niños. En 1958 creó el prestigioso Festival de Dos mundos de Spoletto, muestra en la que presentó un Trío que se escribió para celebrar sus 85.
“Mis 25 años eran todo un tema para interpretar a esta mujer madura que ha sido hecha por cantantes que se estaban retirando”, ríe Eugenia Fuente con su porte de gata persa. “El papel me atrae muchísimo; a Madame Flora, luego de estudiarla mucho, ya la tengo adentro. Es un personaje tremendo, tuve que aprender a maximizar la energía y darle cauce en los momentos apropiados. Es un doble debut para mí: con Juventus y en un protagónico tan fuerte, de una ópera contemporánea y a la vez clásica, con un argumento estremecedor, fascinante. Con el inglés no tuve problemas porque es mi segunda lengua.”Virginia Sabastano es una de las intérpretes de Mónica, la adolescente usada para darle supuesta vida a los muertos con los que quieren conectarse los clientes de Flora. “Mónica es una chica soñadora que vive en un mundo opresivo, bajo el dominio materno. Sólo cuenta con la compañía de Toby, el gitanito mudo adoptado con el que se comunica muy intensamente. Mónica se ha creado un mundo de fantasía, ella tiene una naturaleza compasiva, siempre trata de aliviar el dolor de Toby, de los clientes, de su propia madre cuando se quiebra. Es muy hermosa la letra del aria que le canta a la señora Nolan, de una gran profundidad esa idea de dejar partir en paz a los muertos.”
Para el director musical Leandro Valiente, que descolló el año pasado conduciendo La violación de Lucrecia, La médium es “flor de obra, con una carga dramática muy potente. Hay que sostener esa línea de tensión creciente que está en la historia y en la música, con esa relación con la muerte, la posible presencia de lo sobrenatural. Afortunadamente, Menotti, un gran compositor que algunos críticos subestimaron porque no era un revolucionario, está siendo revalorado. Además, él escribía sus propios libretos con excepcional calidad literaria. La médium puede ser sombría, turbadora, pero con mucha belleza”.
Oscar Barney Finn, régisseur, se entusiasma con la perfecta teatralidad de esta ópera, a cuya protagonista la imagina como “una vieja diva del cine mudo sin trabajo, que ha encontrado una forma de ganarse la vida. Esta puesta me da la oportunidad de acentuar los climas, esa situación de tanto encierro de la que no pueden salir ni Mónica ni Toby. Nada más alejado del naturalismo que este ambiente donde se mezcla lo esotérico y lo religioso. Esta médium bien podría estar en la realidad de hoy, con tanta gente que busca contacto con el más allá. La ceremonia de espiritismo en la ópera tiene algo de pirandelliano”.
Creadora de memorables vestuarios teatrales, Mini Zuccheri reconoce que La médium es una pieza donde todo está muy concentrado, “de modo que trato de decir lo más con lo menos posible. Veo a Madame Flora, Baba para su hija, como una figura anclada en el pasado, con ropas superpuestas, gastadas, muy recargada. Tratando ella misma de componer el personaje que se inventó y que terminará devorándola. Todo el barroquismo, entonces, para esta mujer tenebrosa y embaucadora: un rejunte de piezas de vestuario, collares, adornos, que la hacen más misteriosa para sus clientes. Es un personaje muy teatral y a su lado los otros roles parecen sobrios, figuras para recortar y darles a cada uno un perfil propio. En cambio, en La mano de bridge de Barber, que abre el espectáculo, todo es sofisticación con esos jugadores de bridge, gente rica con tiempo para el ocio: ellos de esmoquin, ellas con elegante vestidos de cóctel, cuatro personajes que mientras juegan van desgranado su discurso interior. Como un flash de glamour antes de ingresar a los contraluces amenazadores de La médium”.

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