Vie 16.07.2004
las12

SOCIEDAD

Ningún Culpable

A diez años del atentado a la AMIA y cuando la única causa que llegó a juicio oral –por el armado de la camioneta que se usó como coche bomba– está a punto de terminar, no hay culpables ni razones ciertas sobre la masacre. Laura Ginsberg y Diana Malamud, las mujeres que encarnaron en la sociedad la lucha contra la impunidad, hacen cada una su balance.

Por Adriana Meyer y Marta Dillon
Cualquiera que haya estado en Buenos Aires el 18 de julio de 1994 puede recordar el estruendo, un encogimiento reflejo de hombros como si se presintiera el derrumbe de los escombros que abrieron un hueco imposible en pleno centro, como si las esquirlas de esa explosión que no se explicaba en el primer momento fueran a irradiarse hasta el último rincón de esta ciudad. Diana Malamud se asomó al balcón de su casa cuando la onda expansiva le oprimió el pecho, creyó que desde allí podría ver lo que había pasado a veinte cuadras; enseguida empezó a correr, pero un presentimiento tan nítido como la desesperación que veía alrededor la obligaron a ralentar el paso. No fue de inmediato a la AMIA, donde Andrés Malamud dirigía las refacciones, fue a ver si su auto estaba en la cochera y entonces entendió que sí, que su marido estaba dentro del muñón que había en el lugar del edificio de la mutual judía.
Laura Ginsberg trotaba forzando un tobillo desgarrado para alcanzar el colectivo que la llevaría a trabajar aquella mañana. Se había despedido de su marido con un beso apurado antes de terminar el café que despejaba el sueño. Estaba en la calle cuando el piso tembló bajo sus pies y entonces el desgarro fue en el alma. Hay cosas que se saben porque sí. ¿O es la tragedia la que confunde el orden de las cosas? Las dos mujeres, por alguna razón, presintieron lo que había pasado antes de tener ninguna certeza. Diana tenía 35 entonces, una hija de cinco y otra de dos para quienes tuvo que inventar palabras nuevas: “Unos hombres malos que odian a otros y pusieron una bomba que hizo caer un edificio, un edificio en el que estaba papá”, se acuerda. Laura acababa de cumplir los 36, tenía un hijo de 12 que enseguida se empeñó en convertirse en el hombre de la casa y otra que apenas empezaba a caminar pero que aprendió a hacer preguntas al mismo tiempo que a hablar. Y Laura, dice, “las dibujó” para ella. ¿Qué otra cosa iba a hacer si diez años después aquellos escombros que taparon los cuerpos de 85 personas son poco más que relleno en la costa de la reserva ecológica y la impunidad es una mordaza sobre la verdad?
Con retazos como estos de la vida cotidiana, de esa que se desintegró junto con el edificio de la mutual judía, Laura Ginsberg y Diana Malamud han sabido construir discursos donde lo personal y lo político se integraban para hacer blanco en la sensibilidad de una sociedad que no termina de sentir en carne propia el atentado terrorista más grande del que se tenga memoria en democracia. Fue en 1997 la primera vez que la voz de Laura –y sus ojos, su mirada como una flecha apuntando a funcionarios de gobierno que recibieron el golpe– hizo tambalear la construcción de una impunidad que empezó a forjarse segundos después de la destrucción de la AMIA. Entonces ella representaba a todos los familiares que se habían agrupado para reclamar juicio y castigo a los responsables intelectuales y materiales de la masacre. En los años que siguieron, Diana tomó la posta en representación de Memoria Activa, la agrupación que las dos integraban, separada de los familiares que siguieron confiando en la representación de las instituciones de la comunidad judía: DAIA y AMIA. La voz de estas dos mujeres fue durante todos estos años referente de la lucha por la verdad y la justicia que diez años después siguen siendo una utopía. En 2001 Ginsberg fundó una tercera agrupación, APEMIA –Asociación por el Esclarecimiento de la Masacre Impune de la AMIA–, pero los nombres de las dos le dieron rostro –de mujer– a un reclamo que las hermana con tantas mujeres –desde Madres de Plaza de Mayo, Ada Morales, Rosa Bru o las madres de víctimas del gatillo fácil– que supieron levantarse de su dolor para resquebrajar el lugar común de la impunidad.
Sin embargo, la impunidad es un hecho. Cuatro gobiernos –sin contar los salvajes días de diciembre de 2001–, una causa con miles de fojas y un juicio oral que comenzó hace tres años y que se presentó como el “juicio a la AMIA” pero que apenas intenta develar cómo se armó el coche bomba quedetonó en la mutual judía no pudieron dar con el nombre de los culpables, ni siquiera con la certeza de las razones que impulsaron la masacre. Diez años después del atentado, lo único cierto es que la trama de encubrimiento montada desde el primer momento –cuando, por ejemplo, no se preservó el lugar de la explosión– logró su cometido: 85 muertos, ningún culpable. Ellas, más allá de las diferencias, están de pie, a pesar de que ninguna puede conjurar el miedo por un próximo atentado ¿Por qué no habría de suceder si la impunidad sigue tan firme como segundos después de cometido el atentado?

 

Laura Ginsberg
“Fue un acto de terrorismo de Estado”

por m. D. y a. m.
Desde aquella vez que clavó los ojos en los de los ministros del gobierno de Carlos Menem su discurso no varió, apenas fue profundizándose a medida que los hechos dejaban en claro que no se había equivocado. Durante años intentó correr a su hijo mayor del lugar del hombre de la casa; le costó volver a formar pareja después de aquel 18 de julio. Pero ella no le da un peso especial a esa ausencia repentina: “A cualquiera, a mi edad, le cuesta”.
–¿Cómo evalúa el final inminente del juicio oral por el ataque a la AMIA?
–El veredicto va a ser un escándalo en sí mismo. Habida cuenta de todo lo que vinieron declarando entre los alegatos de las partes, los testimonios de los espías de la SIDE, hasta incluso la separación de los fiscales, todo da como para que uno pueda prever que los policías bonaerenses van a quedar afuera y que incluso la prisión de (Carlos) Telleldín en sí misma puede estar tambaleando.
–¿Cómo explicarle a un belga que acaba de llegar al país el tema AMIA?
–Hace 10 años se cometió un acto que nosotros caracterizamos como terrorismo de Estado, poniendo la bomba en la AMIA. Hubo una investigación delictiva llevada adelante por un juez articulador del encubrimiento, que se llevó a juicio finalmente. Y el juicio vino a ser la etapa final de cierre de esta instrucción totalmente delictiva e irregular. El resultado de alguna manera corrobora los 10 años de impunidad, esto es: un grupo reducido de individuos vinculados a las fuerzas de seguridad del Estado y a los servicios de inteligencia fueron los que están acusados y como consecuencia de las maniobras y del encubrimiento mismo del Estado van a quedar en libertad. De manera tal que después de 10 años llegamos a que el caso sigue impune.
–¿Pagará sólo el reducidor de autos que armó la camioneta?
–Sí, y la entregó a los policías bonaerenses que están involucrados en el tema, pero que justamente por cómo se fue construyendo el encubrimiento alrededor de esta causa, para preservarse el Estado mismo en la figura de sus fuerzas de seguridad y de inteligencia, esta gente va a quedar en libertad.
–¿Esto ocurre porque los espías de la SIDE declararon que al reducidor Telleldín le pagaron para que acusara a los policías bonaerenses?
–El pago a Telleldín ya estaba acreditado en otra causa desde hacía mucho tiempo antes. En todo caso se hizo público a través del juicio, pero no es que no fuese público. Esta era una causa pública que llevaba otro juez en donde estaba acreditado, constatado y demostrado que Telleldín había recibido plata por su testimonio, para inculpar a la policía. Y producto de los acuerdos que Telleldín desde hace 10 años viene tejiendo con el Estado argentino: dinero de la SIDE que entrega el juez de la causa y un salario para su familia, esto fue parte del acuerdo.
–¿El hecho de que el principal testimonio haya sido comprado no es el punto de inflexión que hace caer todo el juicio?
–No, no yo creo que el juicio se cae producto del encubrimiento mismo y de la tarea deliberada de ocultamiento de la verdad, en donde ahí estáninvolucrados todos, desde los imputados que están acusados por el hecho material del ataque mismo, pasando por los jueces, los fiscales, los secretarios de los jueces, la policía de la provincia de Buenos Aires, la Federal, la SIDE, un crimen de Estado en donde todos estos elementos intervienen y trabajan en el mismo sentido.
–¿A partir de cuándo caracteriza el atentado como terrorismo de Estado?
–Nos llevó varios años llegar a esa conclusión, y mucho aislamiento. Lo decimos porque no es el primero que se comete en la Argentina, porque el Estado sabía que iba a ocurrir, tenía información de inteligencia de varios servicios que sabían que el crimen iba a ocurrir, porque puso su propia fuerza de seguridad al servicio de la comisión del crimen mismo. En el juicio mismo los testimonios hablan de que la SIDE venía siguiendo la camioneta y se les escapó de las manos, esto no es creíble porque si realmente la SIDE hubiera estado siguiendo a esta gente y la camioneta se les hubiera escapado de las manos, en menos de veinticuatro horas después de que voló la AMIA, la propia SIDE va a buscar a esta gente y la trae y los inculpa.
–¿Esta caracterización como terrorismo de Estado es la que divide de alguna manera a los afectados, a los querellantes?
–Yo diría que sí, porque nosotros somos los únicos que hacemos una acusación al Estado, decimos que el Estado es el responsable de este ataque terrorista, así como lo es de la voladura de la fábrica militar de Río Tercero, así como lo es de la masacre del Puente Pueyrredón, así como lo es de la represión del 19 y 20 de diciembre. Estos son actos de terror, que imponen terror.
–Pero, ¿era posible pensar en un tribunal que acusara al Estado?
–No. Con este tribunal oral no sólo es impensable esta posibilidad sino que además trabajó desde los inicios en negociar con (Eduardo) Duhalde en qué condiciones los agentes de la SIDE iban a declarar en el juicio. Y por eso hubo esa catarata de decretos, los de Duhalde, los de (Néstor) Kirchner. Todos tienen un denominador común: nuestros servicios secretos tienen prohibido hablar del papel que jugaron los servicios secretos extranjeros al momento del atentado y después.
–Sin embargo, la declaración de los espías fue valorada como un logro político.
–Sí, como en otros órdenes de la vida nacional.
–¿Por ejemplo?
–Respecto del tema AMIA, que abrimos los archivos secretos pero no están abiertos, están cerrados.
–Aun con ese expediente viciado, ¿ustedes siguen sosteniendo que se puede acusar a los policías?
–Creo que si hay algo que sobra en esta causa son evidencias. Lo que pasa es que después de todos estos años, si de algo puede servir toda esa evidencia, es para hacer una acusación contra el Estado.
–¿Con esas mismas pruebas truchas u obtenidas ilegalmente?
–Con esa misma investigación viciada yo no tengo dudas de la participación de Telleldín, pero no porque yo avale esa investigación viciada, porque hay elementos de sobra que demuestran que hay un involucramiento de este individuo. Con la Bonaerense pasa otro tanto, más todo aquello que deliberadamente no se investigó. En un sentido estamos igual que el 18 de julio del ‘94, con lo que ya sabíamos entonces empezábamos a construir una hipótesis y una acusación, lo que no imaginábamos es que se trataba de una responsabilidad criminal del Estado mismo.
–¿Cómo sigue el tema AMIA después del juicio?
–La causa termina con el juicio. Lo que queda fue a parar a manos del juez Rodolfo Canicoba Corral, que ya anunció que no va hacer nada más de lo que le traigan, y que va a ser pura y exclusivamente sobre la conexióninternacional. En ese sentido las cosas están mas claras; la Argentina está sumada y alineada a la política del Departamento de Estado de los Estados Unidos en ir en una lucha contra el terrorismo internacional, va a trabajar en ese sentido. Tiene el apoyo del Congreso Judío Mundial, un compromiso formal con el gobierno de Bush. A principio de año hicieron un borrador de proyecto de ley antiterrorista para incluir a las Fuerzas Armadas en una Unidad Antiterrorista especial, que nosotros denunciamos por escrito y le contestamos al ministro de Justicia en ese sentido. Aquí hay un compromiso muy fuerte para terminar este tema; la conexión local llegará hasta acá; tal vez lo que ocurra es que Telleldín tendrá unos años más de cárcel y después quedará en libertad, los policías irán presos por otro tipo de cuentas pendientes que tienen, pero no por el ataque a la AMIA. Y ahora hay que subirse al carro de la acusación contra el terrorismo internacional con un aditamento que estoy empezando a vislumbrar: el tema del antisemitismo que ha vuelto a resurgir en estos últimos tiempos, en reuniones que Kirchner ha tenido con la dirección de la comunidad judía. De alguna manera se trasluce que pretenden reducir y minimizar en un sentido el tema del ataque a la AMIA como una cuestión de antisemitismo, con estos dos aspectos cerramos el tema. Son acusaciones genéricas, no hay responsables materiales ni intelectuales con nombre y apellido, es como el eje del mal, pero en el ínterin decimos que abrimos los archivos, cuando los mantienen secretos, porque ahí está oculta la responsabilidad del Estado argentino.
–¿Qué es lo que abrió?
–Lo que abrió es documentación que es pública en un 80 por ciento porque pasaron por juzgados federales, en ese sentido son públicos porque acreditan o avalan lo que se escribió en el expediente. No hay ningún documento secreto.
–Sin embargo desde la SIDE dicen que hay una habitación enorme con documentación, que los familiares no querían ver.
–Estuve en dos oportunidades en la SIDE y una vez en Policía Federal donde no hay nada que pueda considerarse un archivo secreto. Lo que muestran en la SIDE es peor, porque fuerzan donde uno tiene que buscar o leer, o preguntar, al punto tal que ni siquiera las notas que yo tomé me las pude llevar, me las entregaron dos días después porque hicimos una denuncia ante el Ministerio de Justicia.
–Usted se separó de Memoria Activa en 2001.
–Fui expulsada. El gobierno y la dirección judía decidieron satisfacer la demanda de justicia a través de la construcción de un juicio, totalmente fraudulento, pero era la instancia que la Justicia o el Poder Judicial nos iban a ofrecer. El debate al interior de Memoria Activa era que yo tenía que era ir a un juicio para convalidar lo actuado o para hacer una intervención distinta, para acusar al Estado de conexión local. La ilusión que se planteaba en términos muy elementales era: tal vez alguien hable y diga algo, y el argumento que yo sostenía era que ya tenemos alguien que habló: Claudio Lifschitz, un hombre del riñón de Galeano (n. de r.: ex secretario letrado). En ese debate y sumadas otras diferencias, sobrevino mi expulsión a raíz de la integración del abogado de Memoria Activa (n. de r.: Alberto Zuppi) al gobierno de Adolfo Rodríguez Saá, que yo denuncio públicamente.
–¿Su posición radicalizada no te impide escuchar otras cosas?
–No, hay situaciones que son indiscutibles. Nosotros somos los únicos que inscribimos el ataque a la AMIA como parte de todos los crímenes impunes que hay en la Argentina. Nosotros somos quienes hemos denunciado que, producto de esta”ghetización” que se ha hecho del tema AMIA, pudieron transcurrir 10 años sin ninguna respuesta de esclarecer lo que pasó, esto también fue un hecho deliberado: ghetizar el tema AMIA, presentarlo como un problema judío y como la consecuencia de la importación de un conflicto lejano en Medio Oriente llevó a que esto haya sido aislado de la sociedad como un crimen más, con características particulares, desde ya, pero no es un problema de los judíos. Si algún esfuerzo nosotros hicimos y seguimos haciendo es en el sentido de ponerlo en el lugar que ocupa, no aislarlo sino incluirlo.

El acto de Apemia es el mismo 18, en la Plaza de Mayo. Allí estará Laura Ginsberg junto a varias organizaciones sociales y de derechos humanos. Ya no es la misma persona que era hace diez, nadie sobrevive al tiempo, aunque no puede explicar los matices de su transformación: no tiene con qué compararlos. Es quien es aunque no haya elegido su lugar ni la militancia que ahora la anima. Y está orgullosa de eso.

 

Diana Malamud
“Lo que quedó del juicio es la confirmación del encubrimiento”

por m. D. y a. m.
Tiene la voz grave y el gesto firme. Apenas si pudo hacer el duelo por la muerte de su marido. Sola y con dos hijas a cargo, no tuvo tiempo de quebrarse, aunque durante mucho tiempo esperó que un día no pudiera levantarse de la cama. Siempre lo hizo, como lo sigue haciendo aun cuando cree que la verdad quedó sepultada bajo el peso de diez años en los que sólo pudieron salir a la luz las maniobras de encubrimiento que tienen al propio Estado como protagonista.
–¿Cómo evalúa el inminente final de lo que se conoce como el juicio a la AMIA?
–Yo creo que es positivo desde el momento en que termina con el juez (Juan José) Galeano afuera y con los fiscales separados de la causa. Nunca tuvimos expectativas de que aparecieran cosas nuevas, pero se constató cada una de las denuncias que veníamos haciendo: lo que quedó claro fue que hubo un encubrimiento planificado. Por lo demás, sabíamos que lo que iba a juzgar este tribunal oral era nada.
–Hace cinco años, en el aniversario del atentado, usted dijo que la conexión local era el Estado. ¿Lo sigue sosteniendo?
–Creo que es el Estado el responsable de toda la fuerza encubridora y de que estas cosas existan; obviamente hablaba también de los gobiernos que son los que están a cargo del Estado.
–¿Quiere decir que en estos años se garantizó la continuidad de la impunidad?
–Creo que con (Néstor) Kirchner cambiaron las cosas; él demostró una voluntad política distinta a la del resto, que fue vergonzosa. Siento que ahora se rompió la continuidad en la falta de decisión política de que esto no se investigue, creo que este gobierno ha puesto los recursos para que esto se investigue, lo cual, bueno, diez años después... el tiempo perdido está perdido y la justicia tardía no es justicia.
–¿Cómo se demuestra esta voluntad política?
–En la apertura de los archivos, en que los agentes secretos pudieran ir al juicio y declarar. Es curioso, porque en el curso del juicio, cuando se hace una votación para ver si los espías podían ir al estrado, los únicos que se opusieron fueron los representantes de la DAIA.
–¿Por qué?
–Evidentemente porque ellos estaban mezclados con el pago a Telleldín (n. de r.: el que la SIDE realizó para que el reducidor de autos acusara a efectivos de la Policía Bonaerense).
–Sin embargo había restricciones sobre lo que podían declarar los agentes, por ejemplo, no podían dar información sobre la conexión internacional ni sobre los servicios de inteligencia extranjeros.
–Si algún día nos van a traer acá a los autores intelectuales de esta masacre bienvenido sea, pero para mí es muy lejano, ¿no? Además en este tipo de ataques, es curioso, porque el ejecutor es un suicida, está muerto, con lo cual, es... complicado para el cerebro de uno.
–¿Pero podría atribuirle la responsabilidad al ejecutor?
–Por supuesto que no, vamos, el que se inmoló obviamente no es quien eligió el blanco ni preparó el explosivo... por eso siempre pedimos juicio y castigo a los autores materiales e intelectuales de la masacre.
–¿Usted está conforme con lo que surgió después de la apertura de los archivos de la SIDE?
–En principio sí, yo desconocía buena parte del material que estamos revisando. De todos modos faltan muchos archivos que no están y que debenestar en alguna parte, que debieran aparecer, como todos los de la sala Patria (n. de r.: el ala de la SIDE que participó con el juez Galeano de la instrucción de la causa), porque cuando esa sala se disuelve desaparecen las cosas. También hay archivos que están en el Departamento de Policía, pero de los que sólo encontramos carpetas que dicen “vacío”.
–O sea que no es que no se estén mostrando sino que ya no están.
–Yo creo que nada desaparece, todo se transforma. En algún lugar están, hay que ver dónde. Y creo que es responsabilidad del Estado, de la SIDE actual, por ejemplo, encargarse de que esos archivos aparezcan.
–¿Por qué cree que la impunidad se garantizó más allá de los cambios de gobierno?
–En el gobierno de (Carlos) Menem queda claro, porque es responsable directo. En cuanto al gobierno de (Fernando) De la Rúa, fue de una ineficacia tal que supongo que ni se enteró. Y (Eduardo) Duhalde es el patrón de la maldita policía, con lo cual tampoco hay mucho que hablar.
–Sin embargo una vez abiertos los archivos de la SIDE y con la declaración de los agentes, se borró la posible responsabilidad de la Policía Bonaerense.
–Más allá de las responsabilidades o no en el caso AMIA, de todos modos es la maldita policía que conocemos. Y si no son juzgados por la masacre serán juzgados por los delitos que cometieron. En la causa AMIA apareció droga, prostitución, juego, todos los ilícitos que se puedan pensar en la historia de la humanidad están todos en la causa AMIA, no directamente relacionados, pero que deben juzgarse, no pueden quedar impunes. Memoria Activa no acusa a los policías porque las pruebas con las que se los acusa son ilegales.
–No porque sean inocentes.
–Eso no lo sabemos; el tema es que la investigación es tan desastrosa que ni siquiera sabemos si son inocentes o culpables. Nosotros siempre pensamos que las cosas las queríamos hacer a través de la Justicia, porque confiamos, creemos en la Justicia, aunque no en quienes la manejan. Y si la base de la acusación es un hecho ilegal, una extorsión, para nosotros no sirve como prueba. Y esa responsabilidad no es nuestra si no de quienes imparten justicia.
–¿Entonces el único que pagaría es Telleldín por los 85 muertos?
–Creo que nadie va a pagar por los 85 muertos, en este sentido: primero que este juicio no es la causa AMIA, es un pedacito chiquito de la causa AMIA que se elevó a juicio. Esta causa tiene muchos pedazos, esto es sólo por armar la camioneta. Tuvo la relevancia de quedar como si fuera la causa AMIA porque precisamente no tenían ninguna otra cosa y no les interesaba ninguna otra cosa, a nadie, y por eso esto lo armaron tan bien y tan ilegalmente entre todos; es la historia oficial. Dicen éste es el juicio por la AMIA, cosa que es mentira, y lo hicieron creer a la humanidad toda que se estaba enjuiciando el caso AMIA cuando eso no fue resuelto nunca. Y si, como Memoria Activa, decidimos entrar como parte querellante en este juicio lo hicimos precisamente porque sabíamos que era la única posibilidad que teníamos de que quedara claro el encubrimiento. Y fue así, por eso lo evaluamos como positivo.
–Según este panorama, ¿hay alguna posibilidad de que se llegue a la verdad?
–Con el tiempo las esperanzas por saber la verdad se diluyen... es terrible que pasados diez años pase a ser más importante cómo fue el encubrimiento que lo que sucedió realmente en la AMIA. Y que ocupe tanto en mi cabeza todo lo que hicieron después que el hecho mismo.
Ya desde el vamos sabíamos que no podíamos hacer justicia... ¿con uno que vendió una camioneta íbamos a hacer justicia? No había con quién, ya desde el vamos no era importante.
–¿No era importante o no era posible que en el juicio surgieran los culpables?
–Insisto, no era importante lo que se estaba juzgando, porque de hecho nosotros, que sí hicimos cargo contra Telleldín, le quitamos los cargos de odio racial o religioso que tiene esta causa porque ni siquiera el tipo, creemos, sabía para qué era la camioneta.
–¿Así de brutal fue el encubrimiento que no quedan acusados?
–Absolutamente. Hubo complicidad del Estado, de eso no tengo dudas, y también estoy segura de que todo lo que hicieron fue un intento por cerrar el caso AMIA, para que no se hable más del tema. Y ahí es donde se equivocaron. Siento que no pudieron cerrar la causa que era lo que ellos querían, y el juicio sirve para eso.
–¿Usted tiene su propia hipótesis de las causas y del modo en que se realizó el atentado?
–Formalmente puedo decir que hubo una célula terrorista árabe –que puede ser Siria, Hezbollah, vaya a saber– que ingresó por la Triple Frontera, se conectaron con células dormidas acá y contaron con una matriz de impunidad que facilitó el atentado y es parte de nuestra historia, es la continuidad de lo que venía sucediendo desde la última dictadura.
La matriz de impunidad que facilitó el atentado es parte de nuestra historia.
–¿Pero no siente que en el imaginario social esta masacre quedó como un hecho aislado dentro de la historia, como algo que sólo les puede pasar a los judíos?
–Es que por una parte es un atentado antisemita, pero que la sociedad no lo haya tomado como propio es un problema de la sociedad argentina, que lo que te pasa a vos no es lo que me pasa a mí y entonces no me importa... La conciencia colectiva de los argentinos es así; la sociedad no lo tomó como propio. Y si uno ve, caso a caso, todos los casos de impunidad que ha habido en estos años, son tantos también que es difícil tomar a todos como propios.
–¿Pero hay un hilo conductor?
–Por supuesto. Y son estos sinvergüenzas que no tienen ningún valor por la vida de nadie.
–¿A quién se refiere?
–Por ejemplo a Menem y su gobierno, para todos esos mafiosos los muertos no valen nada. Y Duhalde es igual. Ahora tengo esperanza, pero no respuestas sobre lo que pasará en adelante, porque me sorprende, mal, el poder que tiene Duhalde en este gobierno.
–¿Usted siente como una pérdida que hoy haya tres agrupaciones distintas que reunen a los familiares de las víctimas del atentado?
–No, porque cuando a la gente no la une algo ideológico y sí un hecho concreto es muy difícil ponerse de acuerdo. Yo no puedo sentarme en la misma mesa de quienes defienden la actuación de los fiscales o del juez Galeano. De hecho, hubo familiares que se retiraron del juicio en desacuerdo con lo que nosotros evaluamos como más positivo: que se haya retirado a estos funcionarios.
--¿No pierde fuerza el reclamo de este modo?
--No, lo que sucede es natural. Y si uno ve la historia se da cuenta que en todos los grupos similares hay divisiones.
--¿Qué peso simbólico tiene el final del juicio?
–En lo personal, ninguno. No es un final, es solamente poner de manifiesto la complicidad del Estado en el encubrimiento de los hechos.

El acto de Memoria Activa se realizará el día anterior al aniversario, el 18. Diana tiene planeado desayunar en la cama. Eso es todo, la tristeza por lo que Andrés Malamud no pudo vivir no se agita con los números redondos, es como una marca, una rabia de la que Diana ni siquiera intenta curarse.

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