VIOLENCIAS
Muerte en la ruta
Daniela era maestra rural. A diario recorría
a dedo más de cien kilómetros para llegar a la escuela
en la que enseñaba, daba de comer y hasta hacía
refacciones. En ese trayecto, hace 16 meses, fue violada y asesinada. Una de las sedes del gremio docente de su provincia, Santa Fe, lleva su nombre: una señal de la indefensión de tantas maestras como ella.
Por Sonia Tessa Desde Rosario
Cada vez que una maestra se para en la ruta a hacer dedo para llegar a la escuela rural donde trabaja, el peso de la impunidad se reactualiza. Porque hay crímenes que son políticos, aunque a primera vista no parezca. Daniela Spárvoli fue violada y asesinada el 12 de mayo de 2003 cuando volvía de trabajar en la escuela rural 282, de Loma Partida. Todos los días recorría a dedo 160 kilómetros, para ir y volver de su casa al trabajo. El sueldo de 368 pesos no le alcanzaba para pagarse el traslado o acondicionar el viejo Fiat 147 con equipo de GNC que había comprado poco tiempo antes, con mucho sacrificio. Los campos que rodean el viejo camino de tierra donde apareció su cadáver están sembrados con soja, la principal actividad de la zona. En Cañada de Gómez, una localidad de 30 mil habitantes ubicada a 75 kilómetros de Rosario, la casa sindical del gremio docente Amsafé lleva ahora su nombre. Había nacido el 8 de marzo de 1976, vivió en la defensa permanente de la alegría, la voluntad de vivir, las ganas de enseñar, el compromiso con los chicos. Su nombre en la puerta del gremio también denuncia la indefensión de muchas de las 1200 maestras rurales de toda la provincia que salen a la ruta a las 4.30 de la madrugada a buscar un auto que las acerque a dar clases.
A 16 meses del femicidio, la Justicia todavía no pudo determinar quién fue el responsable. “Aunque tenga que dejar mi vida en esto, no voy a descansar hasta averiguar quién fue el asesino de mi hija”, expresó Marta Ferreira, la mamá de Daniela. Apenas ocurrió el crimen hubo dos detenidos, que luego fueron liberados por falta de mérito. Fueron los únicos imputados. Un rumor potente en varios pueblos de la zona señaló a un uniformado, que hoy los investigadores descartan, y una nueva pista llevó a un hombre de Correa, pero también fue infructuosa hasta el momento.
“En la comunidad de Cañada de Gómez tenemos la sensación de que la causa está en punto muerto. No hay ningún avance”, afirmó la diputada provincial Mónica Albónico, que era delegada seccional de Amsafé cuando ocurrió el homicidio. La legisladora presentó el 12 de mayo pasado –a un año del crimen– un pedido de informes de la Cámara de Diputados sobre el avance de la causa. Pero nunca fue contestado por el gobierno provincial.
Después del dolor, Marta afronta un cáncer linfático por el que debe someterse a quimioterapia cada 21 días. Eso no le impide encabezar las marchas por el esclarecimiento que se realizan en tres localidades de la zona. Todos los jueves, el pueblo donde vive Marta –Correa, de 6 mil habitantes– se moviliza aunque, claro, cada vez con menos concurrentes. Al necesario desgaste que produce la falta de avances en la causa se suma el hostigamiento del jefe comunal, Alberto Monti. “El intendente se crió en la casa de al lado; nunca tuvimos problemas, pero después del asesinato se distanció y hasta hoy no apareció. El 13 de septiembre del año pasado le hicieron una nota en el cable del pueblo y cuando le preguntaron sobre el caso Daniela, dijo que nunca más hablaría del tema. Pero, además,impide que la gente vaya a las marchas, amenaza con quitarles los planes sociales a los que participen”, relató Marta.
Daniela salía de su casa dos horas antes del horario de entrada a la escuela y volvía dos horas después de que terminaran las clases. Viajaba a dedo todos los días desde Carcarañá, a 50 kilómetros de Rosario, hacia el noroeste, en la línea que lleva a Córdoba. A dedo pasaba por Correa, el pueblo de 6 mil habitantes donde nació y se crió, llegaba a Cañada de Gómez, la ciudad más importante de la zona con 30 mil habitantes, y seguía su camino hacia Villa Eloísa, un pueblo de 2500 habitantes que es todo tranquilidad. Su viaje no terminaba allí, porque todavía faltaban los últimos diez kilómetros hasta su escuela rural, el CER 282, donde cultivaba una huerta con sus alumnos. Como la mayoría de las maestras rurales, vivía entre los chanchos, arreglaba los enchufes, limpiaba y mantenía el precario edificio en condiciones, daba la leche a los chicos y, además, les enseñaba de acuerdo con los programas de la Educación General Básica. Ese día, el 12 de mayo, se demoró para preparar la visita de la supervisora, que llegaría el martes. Su misión era defender su escuela de la amenaza de cierre por escasez de alumnos. “Si se cierra, significará que el gobierno prioriza el número sobre la posibilidad de formación de cada chico”, argumentó. Daniela estaba muy apurada porque se le había hecho muy tarde, pero siempre evitaba subir al auto de un desconocido. Es una regla no escrita de las maestras que hacen dedo.
El cuerpo de Daniela estuvo 13 horas en el hospital de Cañada de Gómez, sin ninguna custodia. El material genético enviado por el juzgado al instituto Corach de Buenos Aires no contiene semen más que en la muestra extraída de la boca, aunque uno de los encargados de realizar los primeros estudios sobre el cadáver dice que había “una gran cantidad de semen en la vagina”. En la causa tienen lugar los dichos de una amiga de Daniela, que relata las confidencias sobre su vida sexual. La Justicia también incluyó el testimonio de un ex novio de la joven asesinada, que detalla sus encuentros íntimos. La pertinencia de estas declaraciones en una causa por violación seguida de muerte es, además de un misterio, una afrenta. En el juzgado argumentan que es necesario conocer la vida privada de la víctima para ver si de allí sale alguna línea de investigación. Un celo que sólo cargan sobre sus espaldas las víctimas mujeres.
A fines del año pasado apareció otra pista. Una joven del pueblo denunció que, pocos meses antes del crimen, dos hombres la trasladaron desde Cañada de Gómez y se habían metido en el mismo camino rural donde apareció muerta Daniela. En ese momento, unos comentarios entre ellos la asustaron, pero no pasó nada. Uno de ellos es el yerno del presidente comunal de Correa.
Sin embargo, los investigadores mantienen un silencio cerrado. Por ahora, Marta también prefiere esperar. El 12 de cada mes se para frente a los Tribunales de Cañada de Gómez para pedir el esclarecimiento del crimen de su hija. Sobre el corazón lleva el prendedor con la foto de Daniela, que lleva a todas partes. Con sus ojos vivaces, la maestra sonríe. Era la fiesta de cumpleaños de su sobrino y ahijado, dos meses antes del asesinato. Se había casado pocos meses antes con Ariel Sade, tenía ganas de trabajar, de ahorrar. Tenía proyectos. Y sólo 27 años.