MUSICA
bésame mortalmente
La gran temporada operística de 2004 culmina con la presentación de Tosca, de Puccini, en el teatro Roma, de Avellaneda. Protagoniza Haydée Dabusti, excelente soprano de vuelta en el escenario, mientras que la dirección orquestal está a cargo de la talentosa y polifacética Susana Frangi. Una vez más, las pasiones políticas y amorosas estallan en una obra magistral.
› Por Moira Soto
Por Moira Soto
El año operístico terminará a toda orquesta –y a toda voz– con las representaciones de Tosca, de Giacomo Puccini, en el teatro Roma de Avellaneda, unos de los numerosos ámbitos off Colón donde este género musical ha encontrado en los últimos años un público cada vez más masivo y fervoroso. Salas concurridas como el Avenida, La Manufactura Papelera, La Scala de San Telmo, el Lola Membrives, incluso el Maipo, dan pruebas de esta popularidad actual de la ópera, que se extiende a ciudades del interior del país. Y hay que decir que algunas de estas expresiones del off superan en calidad y originalidad a muchos espectáculos recientes del llamado Primer Coliseo. La Tosca que se ofrecerá en el Roma a partir del próximo jueves 9 estará protagonizada por Haydée Dabusti como Floria Tosca, la temperamental diva; Juan Carlos Vassallo en el rol de Mario Cavaradossi, el artista politizado, y Ricardo Ortale en la piel del refinado sádico Scarpia. La puesta en escena es de Eduardo Casullo, los coros los dirige Ricardo Barrera y la conducción orquestal pertenece a Susana Frangi.
Después de la morbidezza de La Bohème y antes del sentimiento punzante de Madama Butterfly, Puccini compuso esta impactante ópera en la que se juegan pasiones amorosas y políticas, cuya intensidad sólo puede llevar a la tragedia. El libretto de Illica y Giacosa se basa en una pieza de Victorien Sardou que no deja personaje importante con cabeza. De los cuatro protagonistas, el que menos pena da al público es ciertamente el Barón Scarpia, represor y asesino que lleva a Tosca al límite de su resistencia y la convierte en homicida, hasta cierto punto en defensa propia. “Questo è in bacio de Tosca”, dirá ella al clavarle el cuchillo. Piadosa, coqueta, celosa, vengativa, hipersensible, Tosca es varias mujeres en una, un personaje de altísima exigencia para la soprano a través de todo el desarrollo de la ópera, mientras que los tenores disponen de dos arias tan bellas como populares, Recóndita armonía y E lucevan le stelle.
La notable y muy activa directora de orquesta Susana Frangi, que viene de hacer espectáculos tan elogiados como La clemenza di Tito, Hansel y Gretel y La viuda alegre, es la primera vez que conduce ópera en el Roma, donde sólo dio algunos recitales hace unos años. “Es un teatro precioso pero pequeño, donde una obra de la envergadura de Tosca representa un desafío extraordinario por el tamaño de la orquesta, la cantidad de intérpretes sobre el escenario”, comenta Frangi. “Por otra parte, esta obra posee una intensidad dramática incomparable: aparte del esfuerzo físico que requiere una ópera de semejante amplitud, hay un costo emocional elevado. Porque al hacer el trabajo de dirección orquestal no podés sustraerte a la parte emotiva: cada escena es de una densidad demoledora.”
–A todo lo que mencionás en el plano emocional habría que sumar las connotaciones políticas que nos tocan de cerca: hay un paralelo muy fuerte con lo que sucedió durante el Proceso.
–Absolutamente, a mí siempre me movilizó mucho la faceta política de esta ópera. Yo nunca fui secuestrada ni torturada, pero como tanta gente, conozco casos cercanos, de ninguna manera he permanecido al margen de estos horrores. Por eso, Tosca me conmueve doblemente. Hay escenas que me resultan desgarradoras, como la de la tortura del segundo acto. Y si bien todos los personajes tienen riqueza de matices, me parece que el más complejo es el Barón Scarpia, porque no es un villano de una pieza. Es ambivalente, una persona refinada, de gustos artísticos, así como un perverso y un autoritario. Es decir, un personaje bastante reconocible. En esta ópera, incluso los personajes secundarios tienen cierto espesor, marcan una postura moral.
–En este caso, entonces, más que en otras oportunidades es imprescindible el trabajo de equipo, mancomunado.
–Sin duda, por eso estamos todos trabajando con tantísimo empeño, tratando de solucionar los muchos escollos que surgen a diario en los ensayos. Confiamos en que va a salir un buen espectáculo: los cantantes son buenos, la orquesta se está esforzando mucho, Eduardo Casullo tiene ideas muy interesantes para resolver la puesta. Creemos que será un apropiado cierre de esta temporada centenaria del Roma. Tosca es una ópera que yo, personalmente, he transitado mucho como pianista, con cantantes y directores. Pero es la primera vez que se me da la oportunidad de dirigirla. Y mirá qué casualidad, ahora me sale una invitación para hacerla con una compañía de Nueva York con la que ya he trabajado. De manera que mi siguiente paso será dirigir una nueva puesta de este Puccini impresionante.
Volver a debutar
Haydée Dabusti era una joven y prometedora soprano cuando enviudó a los 24, y su carrera se cortó abruptamente. Regresó con gloria a los escenarios operísticos en 2002, protagonizando La Traviata en el Margarita Xirgu; en 2002 hizo Aída en La Manufactura y Un Ballo in Maschera en el Roma; el año pasado fue Norma en el Avenida, con un suceso que se extendió a Chile. La historia musical de Dabusti comenzó en el Coro de Niños del Colón: “Estuve en Bohème, Pagliacci, Turandot, Tosca... canté Parsifal en la cúpula de la araña. Estaba fascinada con el escenario, vivía dentro del Colón. Automáticamente pasé al Instituto Superior de Arte, primero como oyente. A los 18 di el examen de ingreso. Me gusta toda la buena música, incluso los grandes cantantes de rock, he sido fanática de Los Beatles. Pero la lírica es lo que más amo, la máxima forma de expresión dramática: el teatro cantado. Es un género muy complejo, que pide un conocimiento total de la partitura, de tu personaje, de los otros roles, de la orquesta y de lo que pasa con cada instrumento. Lo ideal es que el cantante tenga ese dominio para que todo funcione apropiadamente, por eso a mí nunca me alcanzan los ensayos. Siempre hay que pensar que vas a cantar mejor al día siguiente, nunca creer que llegaste al tope.”
Haydée Dabusti había debutado como protagonista en el Colón, a los 17, en la ópera para niños de Kurt Pahlen, Pinocho. Después estuvo en AlbertHerring de Britten y en La vie Parisienne, de Offenbach. Y figuraban en su agenda el Festival de Salzburgo, una beca en Viena cuando pierde a su marido, luego de cuatro años de casada. “Fue un corte muy profundo en mi vida personal y artística, pero aquí estoy de vuelta.”
–¿Cómo se vive esta situación de que, con una carrera promisoria por delante, de golpe te falte el canto?
–Es algo tremendo. Sólo quien haya pasado por una situación parecida puede conocer la medida del sufrimiento que provoca. La angoscia, esa palabrita que se cita en tantas óperas. Tener el don y no poder sacarlo es un padecimiento increíble. Imaginate, desde los 10 a los 23 metida en el Colón estudiando, actuando, cantando. Fue un abismo perder todo eso de golpe. Por eso, yo siempre le pedía a Dios que no me dejara morir sin volver a cantar, y me lo concedió. De ahora en más, tengo que devolver todo esto. Pero creo que el no haber cantado durante todos esos años acumuló fuerzas que están aflorando ahora. Mis colegas se sorprenden de no verme nunca cansada. Puedo estar siete, diez, quince horas ensayando sin agotarme, feliz. Le estoy muy agradecida a mi familia, a mi actual esposo José que fue mi sostén y me insistió mucho para que volviera. Ahora, ni él me puede parar.
–Desde luego, no se vuelve a cantar lírico de la noche a la mañana.
–Claro que no, necesité un entrenamiento muy riguroso, una fuerte etapa de precalentamiento. Todavía es como que estoy debutando en cada uno de los roles que hago desde 2001. Lo que quiero lograr en esta segunda oportunidad que me ha dado el destino es hacer las cosas lo mejor posible. Para mí, la ópera es más grande que la vida. Desmedidas emociones en juego, pasiones muy fuertes, situaciones al límite.
–¿Cómo te preparaste para interpretar a este personaje múltiple que es Tosca?
–En realidad, estoy preparando el personaje de Floria Tosca desde diciembre del año pasado, a nivel vocal, musical, de interpretación dramática. No es una ópera que se pueda hacer a la ligera en un par de meses, no se trata de solfear. Hay que acercarse a todas las facetas del personaje, ponerse en situación y tratar de comprenderla, darse el tiempo de poner la obra en gola, de afianzarse con las notas. El ideal es poder tomarse el tiempo suficiente.
–Por otro lado, Tosca tiene la particularidad de ser una diva lírica, hay ópera dentro de la ópera.
–Para mí, ante todo Tosca es una mujer romana de comienzos del siglo XIX, con algunos caprichos y extravagancias. Muy celosa por cierto, ella está más allá de la política, su arte le permite estar acá y allá, con la reina y con su novio democrático y revolucionario. Se mueve por amor: ni del lado de la república romana, ni del lado de la monarquía. Y está acostumbrada a tener el mundo a sus pies. Ella en todo caso toma conciencia cuando su amado Mario es detenido, cuando Angelotti se suicida para no revelar sus secretos. Ella es en verdad muy humana, en la iglesia, adonde va con su ramito de claveles y margaritas para la Virgen, mezcla emociones religiosas y amorosas. Pero los celos, acentuados por su condición de diva, la enloquecen, y la sospecha injusta resultará fatal para Tosca y los otros personajes. Tosca pagará muy caro su impulsividad, el dejarse envolver por Scarpia y denunciar el escondite de Angelotti. El Barón la acorrala y la somete a una feroz tortura psicológica al hacerle oír las quejas de Mario: “Abran la puerta para que ella escuche mejor los lamentos desde la cámara de tortura”... Es una situación atroz, insoportable para cualquiera. Después, él le muestra a Mario ensangrentado. Scarpia la saca de quicio, la lleva al asesinato. Elsegundo acto es muy difícil de elaborar a nivel actoral, vocal. Y qué decir del tercero, cuando ella todavía cree que el fusilamiento de Mario ha sido simulado, que les espera un futuro sin Scarpia, y descubre que su amado está muerto. Se mueren todos, es cierto, pero cada muerte tiene un fundamento.
–Siempre se pregunta a los intérpretes por los besos y las escenas eróticas, pero rara vez sobre cómo es matar en escena.
–Desde la actuación, tenés que sentir que querés matar realmente a esa persona, que no tenés otra salida. Mirá que yo lo quiero y lo respeto a Ricardo Ortale, pero hace una creación tan sinuosa, tan perfecta de Scarpia que desde Tosca siento un rechazo absoluto: en ese momento, mi Tosca sólo quiere sacárselo de encima, evitar las relaciones sexuales con él. Su repugnancia es enorme, y tiene el cuchillo en la mano... No puede hacer otra cosa. Siempre le aclaro a Ricardo cuáles son mis sentimientos hacia él, porque cuando mato en escena a Scarpia, lo hago con todo, en plena exaltación. Ucciso per una donna... E avanti a lui tramava tutta Roma.” No está bien matar a nadie, pero este Scarpia se la buscó.