Vie 03.12.2004
las12

LETRAS

Fantásticos desafíos

Lo fantástico como género literario fue motivo de encuentro entre escritores argentinos durante el último fin de semana, y las mujeres hicieron sentir su presencia y peso propio en un terreno de las letras que hasta no hace mucho era un coto masculino defendido con ferocidad.

› Por Mariana Enriquez

No sacrifiqué nada por escribir. A lo mejor no tener la plata de Rockefeller; hubiera sacrificado algo por mis seres queridos, pero creo que no hace falta.” Así respondió Angélica Gorodischer a una pregunta del público que, aunque bienintencionada, presumía que para una mujer escritora su oficio es incompatible con los quehaceres de la vida cotidiana. La autora rosarina (Kalpa imperial, Doquier, La noche del inocente) abrió el 2º Encuentro de Creadores Argentinos de Género Fantástico –viernes, sábado y domingo pasados en el Club del Progreso– organizado por la Fundación Ciudad de Arena, y el día final recibió el Premio a la Trayectoria. Pero no fue la única creadora que derrumbó prejuicios. El encuentro tuvo una importantísima presencia femenina, aún más relevante teniendo en cuenta que los terrenos de lo fantástico y la ciencia ficción han sido tradicionalmente cotos masculinos defendidos casi con ferocidad.
Mejor aún: las mujeres no estuvieron presentes por un políticamente correcto cupo, sino por su propio peso. Nadie puede negar la centralidad de Gorodischer, como tampoco la de Ana María Shua (La sueñera, La muerte como efecto secundario) o Liliana Bodoc (La saga de los confines). Pero además se sumaron nombres en todos los terrenos: en la mesa “La nueva generación de escritores argentinos de género fantástico”, Carlos Gamerro se sentó junto a Samanta Schweblin (El núcleo del disturbio), Patricia Suárez y Pola Olaixarac para charlar con Elsa Drucaroff, crítica literaria y autora de La patria de las mujeres, que después recibió un premio por su ensayo “Atrapados y dormidos: sobre Insomnio de Marcelo Cohen”; le siguió otro premio por el ensayo “El vizconde Lascano Tegui: el precursor olvidado” otorgado a la crítica entrerriana María Eugenia Faué. Muchas de las autoras presentes participan, además, de la colección de libros de literatura fantástica y ciencia ficción que publica viernes por medio Página/12, con selección de Gabriel Guralnik.
Las creadoras, además, aportaron miradas diferentes, modos peculiares de acercarse a lo fantástico. El viernes por la noche, Ana María Shua habló en el patio colonial del Club del Progreso sobre sus obsesiones y una de sus especialidades: el microrrelato. “En la Argentina la tradición del microrrelato o cuento brevísimo es muy fuerte. A mí me sorprende que se sorprendan porque trabajo este género; lo hicieron Borges, Bioy Casares, Cortázar, Marco Denevi.” Y contó que su fascinación con el cuento brevísimo comenzó en 1975, cuando trabajaba en una agencia de publicidad: “En aquella época estos lugares estaban llenos de escritores. Yo recibí ahí la revista mexicana El cuento, y escribí mi primer relato en ese formato, el que abre La sueñera. Lo mandé, pero no lo publicaron. Un año después me fui a vivir a Francia, tenía 25, no tenía idea de lo que iba a ser de mi vida, ni siquiera sabía si sería escritora. Sospecho que ahí se plantó el germen”. Además de hablar del humor, por lo general negro, en su obra, Shua se detuvo a exponer sus obsesiones: “Cuando era más joven me burlaba de los escritores que hablaban de que siempre escribían sobre lo mismo. Pero es verdad, uno tiene temas recurrentes y escribe sobre dos o tres cosas. Uno de los temas a los que vuelvo es la enfermedad, que me resulta muy literario, porque la enfermedad es un relato de alguna manera. En Los amores de Laurita trabajé sobre el cuerpo femenino, en La muerte... sobre el cuerpo enfermo, en La sueñera sobre el insomnio, en Casa degeishas sobre un burdel de la imaginación. Creo que el cuerpo es un tema siempre presente en mi literatura”.
El primer día del encuentro terminó con una cena cortesía de Ciudad de Arena, la Fundación presidida por Gabriel Guralnik que este año reunió a creadores del género en el Tren Patagónico –un taller apasionante a través del desierto– y reunió a ciento sesenta participantes, entre escritores, críticos, lectores, fanáticos y entusiastas diversos. El segundo día comenzó muy temprano, y las mujeres se multiplicaron en talleres y conferencias: Roxana Palacios habló sobre la obra de Silvina Ocampo, María Eugenia Faué sobre Lascano Tegui, Liliana Díaz Mindurry, Laura Calvo y Laura Massolo dictaron talleres y por la tarde Elsa Drucaroff levantó polvareda cuando produjo una discusión sobre el problema de lo fantástico, que ella no considera un género sino un efecto literario. También causó revuelo, por lo extravagante –y fascinante– de la propuesta, la charla de Pola Olaixarac: “Apuntes para una escritura fantástica del positivismo argentino (1890-1910)”, con una atenta lectura de textos de José Ingenieros y Ramos Mejía. En otra sala, María Isabel Pazos reflexionó sobre el psicoanálisis y el lenguaje poético tomando La Odisea y el Ulises de James Joyce. Mientras tanto, en el taller de Sergio G. Vel Harman y Gabriel Guralnik “Un cuento policial sobre una idea de ciencia ficción”, los participantes eran un joven y nueve mujeres en una charla dura sobre satélites, investigación de criminales y hackers.
El cierre final estuvo a cargo de Alberto Laiseca, que recibió aplausos por su narración de “La ballesta”. Pero antes, en el impiadoso horario de las diez de la mañana, Samanta Schweblin explicó que como narradora trabaja con ideas e imágenes que piden a gritos el fantástico y el absurdo: “El 99% de las veces tengo una imagen potente en la cabeza que por lo general surge de mis equívocos. Yo soy una persona que entiendo mal las cosas, y de ahí parto muchas veces para escribir. Creo que lo que más me interesa es el fantástico y el absurdo, porque de alguna manera es el clima de mi vida y mi tiempo”. Ella y Patricia Suárez coincidieron en la reivindicación de Adolfo Bioy Casares; Suárez planteó lo fantástico como un desafío para su literatura, algo que le cuesta y le gusta, con lo que experimenta permanentemente. Por la tarde, Liliana Bodoc compartió mesa con Pablo De Santis y Carlos Chernov en la charla “Construcción de mundos y mundos construidos”, y habló de esa fascinante travesía que es La saga de los confines. Desde la las ficciones mínimas y las grandes novelas de Shua, la imaginación desbordante de Gorodischer y la emocionante épica de Bodoc hasta las miradas críticas, las lecturas oblicuas y las nuevas búsquedas de las jóvenes narradoras, lo fantástico y la ciencia ficción argentina crecen, y las mujeres contribuyen a esta expansión con fuerza inusitada y voces únicas. Todo indica que para el 3º encuentro, el próximo año, su presencia tendrá la misma potencia.

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