Vie 05.08.2005
las12

CINE

Entre el Norte y el Sur, un abismo

Durante dos meses, Susana Nieri recorrió nueve provincias para filmar una película de investigación que le permitiera comprender los índices de embarazo adolescente, la mortalidad materna en el Norte, averiguar cómo se implementa el Programa Nacional de Salud Sexual y sobre todo escuchar qué tenían para contar las mujeres, principales protagonistas.

› Por Sandra Chaher


En el año 2002, Andrea, de 16 años, quedó embarazada. No estaba en sus planes, pero decidió tener al bebé. Se fue a vivir con su novio, después de un año se separó, y volvió a la casa de la madre, donde vive ahora con su hijo, en Marcos Juárez, provincia de Córdoba. Cuando Susana Nieri se enteró de que su sobrina había quedado embarazada, en su cabeza se produjo un flashback, vio a todas las mujeres de su familia que se habían embarazado muy jóvenes, y su propio aborto consciente a los 20 años. Una vez más en su carrera, un hecho existencial, dramático, estaba a punto de transformarse en una experiencia creativa. Susana tenía entonces 34 años, era fotógrafa y estaba cursando el segundo año de la Escuela de Cine del Incaa. Empezó a hilvanar y a tejer: investigó, hizo entrevistas de aproximación, consiguió que el Incaa declarara su proyecto “de interés cultural” y le otorgara un subsidio de 180 mil pesos por película terminada, y en abril del 2005 se lanzó a la ruta a filmar El toro por las astas. Con un equipo de cinco personas, recorrió en camioneta 9 provincias, desde Salta hasta Río Negro, intentando comprender por qué en la Argentina se registran índices tan altos de embarazo adolescente; por qué las cifras de mortalidad materna son mayores en el Norte; cómo se implementa en cada provincia el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable; qué atención reciben las mujeres; y qué tenían para contar esas mujeres y las organizaciones no gubernamentales que las nuclean.

A fines de mayo volvió a Buenos Aires con algunas respuestas pero, sobre todo, con muchas reflexiones. “Hay un problema de comunicación intrafamiliar que está haciendo que las mujeres deseen embarazarse. Vi, en general, incomunicación de las mujeres con sus padres, hijos, parejas. Una incomunicación en las familias que tiene que ver con la calidad de vida, la pobreza, las limitaciones de crecimiento personal, la salud, la educación, una cantidad de temas que no se están contemplando cuando se hacen programas de salud reproductiva. La pata del Ministerio de Salud funciona, pero no es sólo eso. Hay una trama social con la que debería acompañarse la información y entrega de anticonceptivos.”

–¿Cómo difiere la situación en cada provincia?

–Las diferencias son, sobre todo, entre el Norte y el Sur del país. La gente en el Sur es más abierta, incluso la Iglesia tiene otra cabeza. Las provincias del Norte son muy tradicionalistas y está muy arraigada la opinión de la Iglesia. Ahí es donde más conflictos hay para implementar los programas de salud reproductiva. Hay diferencias enormes. En Tucumán, por ejemplo, recién empieza ahora a implementarse el programa. Junto con Salta fueron dos provincias que se resistieron bastante. Lamentablemente no pudimos pasar por San Juan, donde el programa está suspendido.

–¿Hubo algo que te llamara especialmente la atención?

–Sí, en Mendoza. Por un lado tienen una línea telefónica gratuita del Ministerio de Salud para atender los casos de anticoncepción de emergencia, donde informan cómo conseguir la píldora y asesoran sobre anticoncepción en general. Por otra parte, el gobierno hizo toda la campaña de difusión del tema con un personaje de ficción, una abuela que va a todos lados informando y entregando preservativos. Después, en el Hospital Noti, que es para niños, tienen un Area de Adolescentes interdisciplinaria que funciona muy bien. Cuando yo estaba ahí llegó una chica de 17 años analfabeta que traía a su bebé porque se le había caído. Y mientras los médicos trataban al bebé, a ella la agarró este equipo de adolescencia, la entrevistó, le preguntó si se cuidaba y le indicó cómo hacerlo. Y por último, en el Hospital Lago Maggiore hay un grupo de médicos que hace ligadura de trompas, aunque aún no está legislado. Se toman de un artículo de la ley actual para poder trabajar.

–¿En algún lugar recibieron presiones?

–En Salta. Teníamos el contacto de un grupo de mujeres de la CTA de la provincia, las entrevistamos y le dan con un caño a una mujer que actualmente está a cargo del Programa de Salud Reproductiva de la provincia. Cuando terminamos la nota recibo una llamada de ella, preguntando por qué no la habíamos entrevistado, ya que era la responsable del programa. Y ahí en Salta nos negaron el permiso para entrar a la Maternidad provincial.

–¿Cuál era tu objetivo en cuanto al relevamiento documental?

–Yo quería ver cómo estaba funcionando el Programa Nacional en el país, al menos hacer un muestreo regional. Quería tener acceso a casos concretos que por alguna razón fueran paradigmáticos, como una mujer de General Roca, en Río Negro, que padece esquizofrenia puerperal –quiere matar a sus hijos apenas los tiene–, ya tiene 7 hijos, se quiere hacer una ligadura y en el hospital se la niegan. Casos emblemáticos donde hubiera una contradicción entre la propuesta del gobierno y lo que sucede en la práctica. Y también quería hablar con las organizaciones de la sociedad civil .

–¿Cómo trabajaste antes de salir a la ruta?

–Hice una investigación a priori muy grande. Leí montones de libros, estadísticas, artículos. Entrevisté a gente del área de salud reproductiva, desde Ginés y Graciela Rosso hasta Dora Barrancos y otras mujeres feministas. Ellos me fueron abriendo el panorama. Y cuando tuve claro lo que quería hacer, armamos unidades de producción local, que no es otra cosa que grupos de amigos y conocidos en cada provincia que nos buscaban los casos y hacían los contactos para no llegar en bolas.

–La carpeta de El toro por las astas no define a la película como un documental sino que habla de la mixtura de varios lenguajes. ¿Qué es lo que se verá finalmente?

–Va a haber documental, ficción, puesta en escena, dibujos animados. Yo no creo en los límites, creo que lo importante es que el espectador se identifique; si eso sucede, las líneas rígidas se pierden. La cabeza de la gente hoy está acostumbrada a ir y venir, lo más importante es el feedback con el espectador y que haya una intención en lo que decís. En El toro... hay un personaje de ficción, María, una fotógrafa que soy yo misma, es mi historia. A partir de ahí hay dos viajes: el que hago yo literalmente como fotógrafa/documentalista entrevistando gente, y el otro es un viaje interno con mis reflexiones, donde aparezco como entrevistada. Hay escenas de ficción como en Córdoba, que reprodujimos lo que pasó en el 2002 con la presentación judicial del Portal de Belén y a partir de eso las mujeres de la provincia salen a responderle a esta organización. Y hay dos personajes de animación que “me ayudan” en el rastreo histórico que incluye imágenes de archivo, y ahí me remonto hasta Isabelita, que en 1974 promulgó un decreto que prohibía la planificación familiar y multaba la venta de anticonceptivos.

–¿Tuviste apoyo de organismos vinculados con el tema de salud reproductiva?

–No, y eso que busqué... Es decir, tuve cartas de recomendación y declaraciones de interés sobre la película, que agradezco mucho, del Ministerio de Salud, el Banco Mundial, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y el Cedes, además de la Enerc. Pero no conseguí apoyo económico.

–¿Te replanteaste tu propia maternidad con el rodaje?

–Cuando me enteré de lo de Andrea, hace tres años, yo tenía más o menos resuelto el tema de mi maternidad. No había sido madre, no se me había dado. Me parece que a un hijo lo tenés que criar con un padre y a mí no se me dio la oportunidad. Igual siempre tenés dando vuelta el tema, porque sos mujer. Pero lo que me pasó fundamentalmente es que me afirmó sobre algunas ideas: que las mujeres debemos decidir sobre nuestro propio cuerpo porque igual terminamos haciéndonos cargo del bebé si lo tenemos, y que deben cambiar las relaciones intrafamiliares. Además hay que disociar el sexo de la procreación como acto consciente. Si la mujer sigue estando atada a la maternidad, no se puede avanzar. Y este cambio primero tenemos que hacerlo nosotras, tenemos que hacer una autocrítica porque seguimos criando hombres machistas. Creo que las nuevas generaciones, los que hoy están entre 20 y 30 años, la están llevando mejor, los pibes tienen otra mirada. Pero para una mina de 37 años como yo es muy difícil encontrar varones con perspectiva de género. El caso de mi hermana es emblemático: tiene cuatro hijos de tres matrimonios distintos, el último de dos años, igual que su nieto. Le tuvo que dar un hijo a cada hombre con el que estuvo. Esas son ideas que tenemos que cambiar.

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