ENTREVISTA
Socióloga, activista de la paridad, feminista histórica pero también atenta observadora de las políticas de desarrollo, la británica Maxime Molineux sabe generar debates. La precarización laboral de las mujeres, dice, habilita un planteo políticamente incorrecto:
“No quiero sugerir que es mejor quedarse en casa, pero para muchas mujeres no es tan claro que entrar al
mercado de trabajo sea bueno”.
› Por Sonia Santoro
“Aunque la mujer está vista como motor económico, se han hecho pocos esfuerzos para promover servicios para cuidar a los chicos. Un estudio de la Cepal dice que tanto hombres como mujeres están trabajando más, ¿quién va a cuidar a los chicos? Esto se resuelve, en general, porque la mujer acepta trabajos de menos tiempo o fuera del sistema formal para poder cuidarlos, pero esto le da más vulnerabilidad porque no tiene obra social, jubilación. Y esto es así porque la distribución de roles en la casa no ha mejorado”, dijo la socióloga inglesa Maxime Molineux, de paso por Buenos Aires para hablar de lo que más sabe, el cruce entre teoría feminista y políticas de desarrollo. Esta feminista histórica, profesora del Instituto de Estudio de las Américas de la Universidad de Londres, se movió con energía de militante: estuvo en Ezpeleta visitando una clínica tomada por el Movimiento Teresa Rodríguez, dio una charla abierta en el British Council y un seminario en la Universidad Nacional de San Martín. En la charla “Colocando el género en las políticas sociales en América latina” (en el British Council), Molineux planteó que la política social en América latina no fue ciega a cuestiones de género, sino que trabajó con una cultura patriarcal y paternalista que venía dada. Recordó que en las primeras décadas del siglo XX había una doble normativa en torno de la mujer. En el ámbito público, las mujeres que trabajaban presionaron para regular horas de trabajo, para no ser explotadas y para salvaguardar sus funciones maternas. Pero al casarse disminuía su capacidad. Había un consenso de que, por más que pudiera estudiar o trabajar, la función de la mujer era la familia. “Aún hoy prevalecen restos de autoridad patriarcal al determinar la políticas públicas: el hombre es visto como proveedor y la mujer como madre dependiente que recibe apoyo”, dijo.
Además, señaló que en los últimos años el movimiento de mujeres ganó reconocimiento a nivel legislativo y político, pero no pudo influir en políticas sociales y en la redistribución: la brecha entre los géneros sigue siendo significativa porque las mujeres trabajan menos tiempo y acceden a trabajos precarizados, mal pagos y del sector informal: “En Inglaterra, el gobierno quiere que las mujeres entren a la fuerza de trabajo. El problema es en qué tipo de trabajo: ¿con seguridad, rentado? Muchas mujeres no quieren esto, quieren quedarse en casa. Para muchas el plan no es emanciparse a través del trabajo. Es complicado, no digo que es mejor quedarse en casa con los chicos, pero el día de trabajo hoy es larguísimo”.
¿Por qué cree que el movimiento feminista no ha podido incidir en estas cuestiones?
–Como las políticas sociales son muy amplias, creo que la voz feminista no ha estado muy presente en las deliberaciones en esta época de cambios globales. En relación con las políticas de pobreza, vemos un recorrido al maternalismo. Las mujeres se están movilizando para encargarse de ser buenas madres, pero sin que los gobiernos vean que estas mismas madres tienen necesidades de un ingreso. Más que unos pesitos para poder vivir no cobran, no les dan nada para capacitarse y poder entrar al mercado de trabajo, no les dan la posibilidad de asegurarse en el futuro, porque no van a tener pensiones en el futuro las mujeres jóvenes. Y ése es un problema muy grande. El tema de cómo se está incorporando a las mujeres al mercado.
Usted plantea la introducción de las mujeres al mercado laboral como una estrategia de los gobiernos para recaudar más.
–Sí, se ha dicho que quieren expandir el mercado de trabajo para mujeres porque necesitan más impuestos para financiar el Estado de Bienestar. Entonces se han comprometido a ofrecer cuidado de niños hasta los 3 años para el 30 por ciento de la población de la Unión Europea. No es muy alentador; además, con esos trabajos no van a tener pensiones. La tendencia es sacar más y desproteger. Por eso, lo que digo es que está bien que la mujer trabaje. Yo quiero trabajar, muchas mujeres quieren trabajar, quieren trabajos buenos, dignos. Pero hay presión en algunos países para que entren en el mercado de trabajo por razones de acomodación, porque representan fuerza de trabajo muy barata y esos son los empleos que se están generando.
¿Se incentiva también que el varón se quede en casa?
–En Suecia tienen licencia por paternidad, pero no la toman porque los hombres ganan más que las mujeres, entonces no la quieren tomar. Por eso, hasta que no se haga más igualitario no va a cambiar.
Se le presentan falsas elecciones.
–Las opciones radican siempre en las relaciones sociales, no son libres. Si no se liga esto a compartir las responsabilidades del cuidado en la casa no va a haber cambio. En Inglaterra, el 60 por ciento de las mujeres que trabajan son part time, el 20 full time, el 20 son amas de casa full time. Muchas mujeres quieren ser part time para cuidar a sus chicos, pero el part time también es promovido por los patrones porque eluden responsabilidades, pagan menos seguro, etc., y muchas aceptan. Incluso muchas mujeres prefieren trabajar de noche para estar con sus familias.
Esto nos plantea grandes desafíos. Estamos apoyando los derechos de las mujeres para trabajar pero, ¿en qué tipo de trabajo? Yo no quiero sugerir que es mejor quedarse en casa, pero es que para muchas mujeres no es tan claro que entrar al mercado de trabajo sea bueno.
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