INTERNACIONALES
Un estudio que involucró a investigadores de cuatro países dejó en claro que cada vez son más las mujeres que cruzan fronteras en busca de una vida mejor. La pregunta abierta para Cecilia Lipszyc –una de las coordinadoras argentinas de la investigación– es si esta feminización de las migraciones contribuye o no a la mayor autonomía de las involucradas.
› Por Sandra Chaher
El gran tema que nos queda inconcluso es si la feminización de las migraciones está otorgándoles o no más autonomía a las mujeres.” Después de coordinar una investigación de tres años en Argentina, Chile, Perú y Ecuador, la socióloga Cecilia Lipszyc –presidenta de la Asociación de Especialistas Universitarios en Estudios de la Mujer (Adeuem)– admite que los cuatro equipos investigadores no lograron un consenso sobre el tema: “Mientras en Chile y Perú sostienen que las mujeres migrantes no logran más autonomía en los países de destino que la que tenían en los de origen, las que investigamos en Argentina y Ecuador tenemos más dudas, creemos que quizá haya una ganancia en este sentido, pero para poder afirmarlo tendríamos que hacer una nueva investigación”.
El trabajo que Lipszyc coordinó fue financiado por Unifem y acaba de entrar a imprenta por Editorial Catálogos, que lo lanzará al mercado en los próximos meses. Los nombres aún tentativos son Sueños y realidades de las mujeres migrantes y/o Feminización de las migraciones en América latina. Se trató de una investigación fundamentalmente cuantitativa y Lipszyc espera conseguir financiamiento para avanzar con la parte cualitativa que les permitiría llegar a aspectos más subjetivos de la tipología, deseos, motivaciones y estilos de vida de las migrantes de los cuatro países. “Yo creo que habría que ver mejor la cuestión de la autoestima, si logran sentirse ciudadanas plenas de derechos en los países donde se instalan, más allá del manejo autónomo de la plata que hacen.”
La idea de esta primera etapa era abarcar toda América latina e investigar también los aspectos cualitativos, pero el financiamiento no alcanzó. Con lo cual se seleccionaron cuatro países –Argentina a cargo de Lipszyc, un equipo del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), y la asistencia técnica de Cristina Zurutuza; Chile, a cargo del Centro de Estudios de la Mujer (CEM); Ecuador, coordinado por el Centro de Planificación y Estudios Sociales (Ceplaes), y la organización Flora Tristán en Perú– y como aporte cualitativo se incluyeron cinco entrevistas a migrantes en cada uno de los cuatro países y fundamentalmente una investigación hecha en Chile por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
“La feminización de las migraciones como proceso autónomo y no asociativo (cuando las mujeres migraban para acompañar al resto de la familia) es algo de lo que se habla desde hace unos diez años aproximadamente. En la Argentina, durante los siglos XIX y XX hubo mujeres que migraron solas, pero eran muchas menos y están invisibilizadas por la demografía y la sociología. En cambio sí recogen estos casos el cine y la literatura, y los mejores ejemplos son la Catita de Niní Marshall y los diarios de viaje de las maestras bostonianas traídas por Sarmiento. Esta forma masiva de migración femenina actual, que en muchos casos supera a la de los varones, tiene su base en las condiciones económicas de los países expulsores. Nosotras consideramos a Chile y Argentina como países receptores, y a Perú y Ecuador como expulsores.”
Permiso para migrar
“Nos hicimos dos grandes preguntas –profundiza Lipszyc–: ¿por qué migran algunas mujeres de una familia y otras no? ¿Y cuál era el grado de autonomía alcanzado en el proceso de instalarse y vivir en otro país? Sobre la autonomía, la respuesta está abierta. Nosotras restringimos la investigación a la migración laboral de sectores populares, dejamos afuera la migración técnica y las mujeres que se van sabiendo que van a prostituirse, porque son tres universos diferentes. Si tomás a una mujer que emigró con una oferta laboral, una técnica, que se va a mejorar su posición social y económica, ella ya era autónoma en su país de origen. Pero yo me pregunto cuánta autonomía puede lograr una mujer peruana con estudios terciarios que trabaja en el servicio doméstico cama adentro. Porque la mayoría, yo diría entre el 80 y 90 por ciento de las migrantes, se integra al servicio doméstico de los países de destino y el resto está en empresas de limpieza, en la economía informal, o como las bolivianas, que mantienen su tradición de venta ambulante. En cuanto a la primera pregunta, lo que vimos es que la migración es un gran negocio familiar en el que están involucrados todos, aunque la que viaje sea una sola. La comunidad familiar aporta el dinero para salir del país, que es bien caro. Y quién migra depende de qué otra mujer quede al cuidado de los niños y la manutención de la familia. Una mujer puede migrar siempre y cuando en esa familia quede una madre, una hermana, una tía, para cuidar a los que quedan. Es decir que hay una que se va, pero otra que muchas veces se queda insatisfecha. Y cuál de las dos mujeres migra –aunque a veces hay que elegir entre más– es algo que también se decide en familia. Después aparece la cuestión de que no todas quieren migrar y ahí lo que encontramos es que las que quieren hacerlo no es sólo por razones socioeconómicas sino por temas vinculados a cuestiones de género: malas relaciones de pareja, violencia familiar, abuso sexual, abandono por parte de los varones, además de cierta tendencia a largarse a la aventura.”
–¿Por qué las mujeres migran hoy más que antes e incluso más que los varones?
–Mirá, las peruanas tienen el mayor índice de migración femenina de las que llegan a la Argentina (paraguayas, bolivianas y peruanas, en ese orden). Las paraguayas también, pero ése no es un proceso nuevo. Y las bolivianas, que en general eran muchas menos que los varones y se daba en ellas el patrón asociativo, en este momento están equiparadas con los hombres y están viniendo solas. En cuanto a por qué se da este proceso de feminización, nosotras encontramos dos razones. La primera es la transnacionalización de la mano de obra, que hace que los cuidados reproductivos se hayan globalizado. Hoy las mujeres italianas o japonesas están tan insertas en el mercado laboral que necesitan a otras mujeres que cuiden de sus hijos. En la Argentina tuvimos esa experiencia muy temprano con las paraguayas y con las migrantes internas. Las mujeres dejan de ejercer el cuidado reproductivo de la propia prole para ir a cuidar a los hijos e hijas de otras mujeres en otros países. Y la otra razón que explica la feminización de las migraciones es que las familias de origen saben que las mujeres van a ser mucho más fieles que los varones en el envío de remesas. Aunque la ganancia sea menor, como ahora en la Argentina por el cambio del dólar, e incluso aunque formen una nueva familia, siempre que en el país de origen haya quedado la madre, o niños propios o de la familia, pero que están sin protección, esas mujeres seguirán enviando dinero.
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