Vie 31.03.2006
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TENDENCIAS

Barbie esta triste

Curvas impecables, profesiones glamorosas, autos fantásticos, rubios y extensos pelos dóciles, todo eso tiene Barbie y sin embargo nadie la quiere. Al menos no para jugar con ella, al contrario. Un estudio reciente la pone en el tope de la lista de juguetes maltratados o directamente destrozados. ¿Será el fin de la rubia anoréxica?

› Por Maria Mansilla

Barbie despierta violentas emociones”, concluyó la inglesa Agnes Nairn, de la Universidad de Bath, Inglaterra, al terminar el estudio bautizado Los Simpson son cool, Barbie es horrible y desagradable. El rol de las marcas en la vida cotidiana de los estudiantes de edad primaria. La investigación contó con el testimonio de 128 chicas y chicos, de entre 3 y 11 años, que cursan en escuelas públicas y privadas. Ellos pusieron caras, hicieron exclamaciones y dieron su rotunda opinión ante una larga lista de nombres de juegos, muñecos, programas de tevé y celebridades. Una opinión que tuvo poco que ver con lo que suponían de la muñeca de medidas imposibles los adultos.

¿Cuál fue la sorpresa de las investigadoras? No sólo descubrir que, ante la mirada infantil, Britney y Beckham no son personajes cool (es más: ¡los consideran en decadencia!), sino que cuando la pregunta apuntó a la muñeca más famosa, casi todos le bajaron el pulgar.

Barbie genera sentimientos destructivos como ningún otro juguete. Sí: la mayoría de los encuestados admitió con naturalidad que tortura a la muñeca de distintas maneras: arrancándole la cabeza, cortándole el pelo, calcinándola en el horno, haciéndola volar hasta el patio del vecino.

Hay un tajo más profundo detrás de los que deja cada agresión. Los chicos y las chicas no ven con inocencia que la muñeca de colección tenga tantas versiones de sí misma: lo entienden como un exceso. Nunca se puede tener una sola, y tantas personalidades le hacen perder el encanto de ser única a la Barbie. Encima, se guarda en cajas y las cajas son para poner cosas, no para encerrar a las amigas.

“Barbie se convirtió en una cosa. Esto permite explicar, en parte, la violencia y la tortura. Entre las distintas interpretaciones, emerge la que alude al rico potencial simbólico de Barbie. Es odiada porque es aniñada, porque no es fashion, porque es de plástico, porque tiene múltiples personalidades y porque es un icono femenino”, asegura Nairn.

Las nociones de feminidad e inmadurez se presentaron a lo largo del estudio casi casi como sinónimos, y condicionaron el juicio de los entrevistados. Un ejemplo: un grupo de nenas de 3 años reconoció jugar con Barbie pero en secreto, saben que no está bien visto. Otro: mientras una chica ve en su rechazo a la Barbie una señal de madurez, su amiga piensa que se está volviendo marimacho. “La principal razón de rechazo a la Barbie, entre las chicas, es porque es señal de ser aniñada. Ven que Barbie representa su primera infancia. (...) Ahora que han crecido, rechazarla es llevar a cabo una ceremonia de cambios y de renuncia al pasado”, aclara Nairn.

Así como las mujercitas admitieron con orgullo que usan juegos considerados de varones, ningún varón asumió entretenerse con juegos de nenas. Así se escribe otra de las principales conclusiones de este estudio: “Los chicos y las chicas usan las marcas para elaborar diferenciaciones de género y como construcción social donde lo masculino domina”. Pero el mundo es unisex a la hora de votar al favorito: ¿Los Simpson? ¡Cool! “Son divertidos, nunca pasan de moda y, encima, son dibujos animados.”

Jugando de local

Con intriga respecto a qué pensarán de esta muñeca niñas y niños vernáculos (¿el colonialismo cultural inhibirá cualquier mirada crítica?), Las/12 se acercó a un grupo de amigos y les preguntó qué opinan de la Barbie, y qué hacen cuando juegan con ella.

–Carmina (12) Hacemos que hable tipo neutro, como en las películas.

–Mateo (8) Una vez le he sacado una pata, y me senté encima.

–Carmina No me gusta que use carterita de piel, aunque sea sintética. Me enferma que sea anoréxica.

–Ana (9) La Barbie es la Barbie. Una vez le pinté el pelo, porque lo tenía muy blanco y parecía una viejita, y le pinté la cara como un payaso.

–Mateo No entiendo por qué tiene el cuello tan largo.

–Catalina (10) Si fuesen humanas serían deformes, y tienen pechito de superhéroe.

–Carmina Es muy perfecta. Es toda: “Ay, soy la más popular, la presumida”.

–Ana Son unas tontas porque son aburridas. Con las Barbies juego a las Barbies, con los bebotes juego a la mamá.

–Mateo La pondría en el horno a ver cómo se derrite...

–Carmina Las articuladas se rompen más fácil, es otro tipo de plástico.

–Mateo Sí, sí, y creo que son huecas.

Los vericuetos de la relación que los chicos tienen con sus juguetes es una intriga casi tan vieja como la Barbie. Para muestra basta una perlita: la revista Vosotras, en una edición de 1972, compartió la preocupación con sus lectoras a través de un Foto-test titulado: “¿Cómo juega su hija con la muñeca?”. Tres de las siete opciones de juego planteadas en el artículo tenían que ver con el maltrato (“Le grita”, “La maltrata”, “La zarandea”). “Mientras que para los adultos el deleite que los chicos sienten al romper sus juguetes es sinónimo de disturbio, desde el punto de vista de los chicos simplemente están siendo imaginativos en deshacerse de una excesiva mercadería, de la misma manera que una fuerza aplasta un producto para reciclarlo o una máquina deja pasar el papel y hace tiras”, desdramatiza Nairn, a partir de los resultados que comprobó con su informe.

“Cuando son muy pequeños, los chicos tienen una motivación de conocimiento que los lleva a desarmar el juguete sin intención de destruirlo sino para ver cómo está hecho. Si esa descarga de energía se convierte en agresión es porque desconocen, todavía los modos de relacionarse –opina Laura Del Casale, coordinadora psicológica del jardín La Aldea del Buen Ayre–. En los más grandes que tienen la posibilidad de la palabra, la descarga con los juguetes habla de poco cuidado hacia sus cosas, de una época posmoderna de alto consumo en la que todo es descartable y nada vale la pena conservar. ¿Rompió una muñeca? Se compra otra. Pero esto más que la alarma de un problema doméstico es una alarma social”.

Como runrún de los supuestos límites entre femenino y masculino que establece lo lúdico, vaya comentario con el que Vosotras concluyó su fototest: “La idea del juego, que es al mismo tiempo su justificación, es la manifestación del instinto materno. Y, si en lugar de una niña es un varoncito a quien sorprendemos jugando con la muñeca, no hay de qué preocuparse”.

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