Vie 16.06.2006
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TENDENCIAS

Hecho a mano

Maison Trash es el particular cruce entre esos retazos que antes quedaban en el piso y el arte necesario para ensamblarlos y construir un estilo o, como les gusta a las autoras, hacer objetos útiles a los que el arte se les vea en la costura. Magdalena Rantica, por su parte, bucea en la tradición de las tejedoras y el material y sus rezos se cuelan, esta vez, en cuadros.

› Por Victoria Lescano

Las colecciones están dadas por lo encontrado en el momento, todo está cosido a mano con puntadas a la vista, es como hacer un cuadro con la diferencia de que cambiamos la paleta de colores según las telas y los hilos. Capitalizamos los retazos, los descartes de fabricantes, el corte de guillotinas para diseñar, las telas heredadas que nos pasan nuestras madres o amigos. Todo está cosido a mano con puntadas a la vista; en definitiva, es como hacer un cuadro con la diferencia de que cambiamos la paleta de colores según las telas y los hilos”, dicen Analia Zalazar y Mirtha Bermegui, artistas visuales y creadoras de MaisonTrash sobre su método.

La casa Trash en cuestión sentó bases en el piso quince de una torre de estética monoblock elegante fechado en los años ’70 y con vistas a la calle Brasil y en la que, además de una colección de arte erótico, cautiva la atención del visitante una persiana plateada ya de almacén o de mercería que separa del showroom una cocina americana.

El listado de prendas ideadas por Bermegui y Zalazar contempla chaquetas símil armadura derivadas del kimono, un vestido de novia, anillos, sombreros, capas, vestidos, cuellos, tapaorejas, pero también botones y prendedores, realizados con patchworks y técnicas caseras.

Junto a los percheros hay una vasta población de telas de descarte que aguardan ser rescatadas de bolsas negras.

Las técnicas y el producto terminado remiten a la moda reciclaje pregonada en el mundo a comienzos de los años noventa por Xuly Bet, la Escuela Belga y en Buenos Aires el movimiento de la Primera Bienal (léase Grippo, Bunader, De Loof, Romero y Christian Dios), pero en el contexto del furor de diseño y sobrediseño actual aporta frescura.

Las dos son hijas de modistas llamadas Ester y luego de frecuentar circuitos de galerías en las que sus obras se colgaban contiguas, decidieron asociarse en una línea de accesorios con siliconas que primero exhibieron en la galería Tono Rojo y de allí pasaron a ferias independientes de Palermo. Finalmente el ciclo de arte Periférica, en el Centro Cultural Borges, fue la plataforma de lanzamiento de la marca.

Acto seguido, un artista chileno las contrató para hacer un desfile y feria de moda en el jardín de su casa de Santiago; en esa ocasión vendieron muchas de sus prendas trash y el desfile que se emitió en el programa Intrusos versión televisión chilena provocó un debate sobre los límites de la ropa utilitaria y lo arty.

Los próximos planes de Maison Trash remiten a una presentación en el Centro Cultural Borges, durante julio, de una colección de 100 cosas (“preferimos hablar de cosas para usar antes que de ropa, y entre esas cosas estará lo que ya hicimos y los retazos que encontramos esta temporada de invierno”) pero también a la mudanza de su base en el rascacielos a una casa rodante pintada de rosa flamingo para con ella recorrer el país y hacer búsquedas entre estilos y descartes de las diversas regiones.

“Imaginamos recolectar pedacitos en cada región por las maneras en que se viste la gente, las artesanías del norte o las prendas más abrigadas del sur.”

También consideran exhibir los percheros de modo itinerante en galerías de arte diversas y comenzar a producir vestidos de cuadros célebres o personajes históricos con su particular mirada.

Y, finalmente, definen a la categoría trash: “Tomar y resignificar lo que no sirve y darle un nuevo sentido y, por sobre todas las cosas, ensalzar como forma de coser, lo mal hecho. Hay una burla hacia la alta costura en el contraste de un encaje chantilly con una frisa”.

Tejer resistencia

Magdalena Rantica aborda los tejidos de Latinoamérica y sus connotaciones rituales con una estética austera, casi neta, pero rica en conceptos. En 2001 exhibió los cuadros “Anatomía de las tejedoras” en el Centro Cultural Recoleta y más recientemente, durante 2005, en la Alianza Francesa y la Feria Expotrastiendas –representada por la galería Babart– una serie de vestidos colosales en papel calco, con plisados y estampas que de un modo casi zen citan los tejidos y el interior del cuerpo humano.

Sus comienzos en el arte y la moda remiten a estudios de caracterización teatral, una carrera de cinco años en el Teatro Colón.

De regreso de una beca de investigación en México que respondió al título Tejedoras de identidad, una piel de protección y resistencia, Rantica traslada la silueta del huipil latinoamericano y experimenta con bordados valiéndose de petit bastidores de papel, agujas de bordar e hilos de algodón.

Su taller funciona en el hogar de Palermo (una construcción de estilo minimalista con ornamentos latinoamericanos y mirador a un insólito y preciosista jardín de cactus). Mediante puntadas sutiles y estética de paper dolls reflexiona sobre el cuerpo y el traje como segunda piel.

Dice Rantica sobre su modus operandi: “A partir de lo que el traje cubre y lo que muestra ahí tomo lo femenino, el bordado para los niños, la batita. Hay muchos dichos populares en México, allí dicen ‘¿ya te dio ganas de bordar?’ en relación a los primeros síntomas del embarazo. Considero que en mi trabajo hay un primer acercamiento naïf, delicado y tierno sobre lo dramático”.

Sobre los disparadores de México en su obra destaca los textiles de Oaxaca, compuestos por los tapetes tejidos en telar de pedal de Teotitlán del Valle, los bordados de San Antonino, el tejido en telar de cintura de Santo Tomás Jalietza visitados en su reciente estancia académica en ese país, pero también una trama desarrollada en 1996, cuando sumó los tejidos con los mercados de fruta, lo barroco, las mujeres ricamente ataviadas con lanas para vender sus artesanías y que admite también un romance: ahora ella casada con un hombre mexicano.

En forma paralela Magdalena desarrolla una línea de cuadros muy coloridos que superan formatos 3x3, y que además de rescatar prints y homenajear a las sedas en sus nombres, integran colecciones privadas de diseñadores y en varias ocasiones ornamentaron vidrieras de la tienda Salsipuedes.

Y sobre la serie de vestidos de papel con plisados que se emparientan con los plisados de Miyake y de Fortuny, tal vez las obras más trash de su trayectoria, dice: “A partir de ellos tuve más acercamientos al tejido como prenda, funcionaron como una continuación de los tejidos biológicos y sirvieron de molde para reflejar muchos mitos. Trasladé el anecdotario de mujeres que al cortar el último hilo de una serie de telar enunciaban los mismos versos que las parteras al cortar el cordón umbilical, u otras que rezan a sus santas patronas para que los tejidos les salgan bien. En sus estampas tomé la sangre que remite a la vida y la muerte. Y cada serie alrededor del vestir me deja un tema libre para la próxima”.

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