TEATRO
Una vez más merecidamente aclamado por la crítica,
aquí y en Europa, el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartís ofrece en estos momentos De mal en peor, una obra corrosiva de males argentinos que se reiteran en el tiempo. Dentro de un elenco notable, descuellan los trabajos de Cecilia Peluffo, Claudia Cantero y, encarnando a un varón, Andrea Nussembaum.
› Por Moira Soto
Una vieja fantasmal desgreñada aunque con una vincha hecha con un cordón que cuelga hasta el suelo, en camisón y alpargatas, con un babero-escarapela (que no lleva por causa del Mundial, precisamente), emerge de una cama de época rodeada de cordones, como en los museos, instalada en un ambiente donde se exponen objetos y fotos del siglo XIX ligados a la campaña contra los indios, a las maestras que trajo Sarmiento. De ese espacio escenográfico teatral, que no se verá durante la representación de la magistral pieza de Ricardo Bartís, De mal en peor, salen los personajes que convergerán en la sala, una familia de clase alta más o menos patricia que ha integrado a delegados de la inmigración.
El creador de piezas memorables como, entre otras, Postales argentinas, El corte, El pecado que no se puede nombrar, Donde más duele, ofrece ahora esta obra que transcurre en 1910, durante los festejos del 25 de mayo, en la que se rinde homenaje, con mucha creatividad y libertad, sobre todo al teatro de Florencio Sánchez, pero también a la producción de González Castillo, de Laferrère, Cambaceres. Ese teatro argentino que Bartís reivindica orgullosamente y que lo inspira para hablar de la actualidad local a partir de situaciones de hipocresía, corrupción, autoritarismo que se repiten como si se tratara de un destino inexorable. La composición social, la forma de encarar la educación, el empeño por mantener la fachada a cualquier costo, son algunos de los temas que hacen a la identidad nacional y que trata con sutil inteligencia esta obra apasionante, ferozmente divertida, impacable.
En el programa de mano, de excelente diseño, que conviene leer antes de asistir al espectáculo, ya desde la foto de tapa (del actor Carlos Defeo, intérprete de Rogelio Rocataglione) es posible evocar a actores del pasado teatral, quizás a Florencio Parravicini. Este espectáculo ha sido coproducido por el Hebbel Theater de Berlín y su altísima calidad se extiende a todos los rubros técnicos. Los nombres de magnífico elenco merecen ser mencionados en su totalidad: Cecilia Peluffo, Agustín Rittano, Marta Pomponio, Carlos Defeo, Claudia Cantero, Luciana Ladina, Flora Gró, Federico Martínez, Alberto Ajaka, Andrea Nussembaum y Matías Bringeri.
Peluffo viene de hacer El siglo de oro del peronismo, Cantero de interpretar Mabel en Rosario (obra que se presentó en el Festival Internacional de Teatro 2003), y Nusseambaun hace su debut formal en un rol particularmente difícil. Las tres actrices conversaron con Las/12 antes de la función del sábado pasado.
–¿Todo el elenco fue convocado al mismo tiempo?
Claudia Cantero: Fue la penúltima llamada, después apareció Cecilia. Cuando llegué, ya estaban en marcha las improvisaciones que tenían un anclaje temporal, porque los vestuarios tenían que ver con 1900, y flotaba una idea de Florencio Sánchez en la atmósfera, sus obras eran el material de lectura. Yo me fui más a la línea histórica, a leer sobre el proceso político, la economía de ese momento porque me interesaba esa información como sustento. Cada actor, cada actriz fue buscando materiales que enriquecieran esa etapa del trabajo.
Andrea Nussembaum: Hasta bastante avanzadas las improvisaciones, no sabíamos cómo iba a ser la obra. Casi todos los convocados fuimos alumnos de Bartís. En algún momento, él nos dijo: juntémonos, tenemos este autor, esta temática, casi una coloratura sobre la cual trabajar. Así se fue armando el espectáculo
C. C.: En otro momento, Ricardo empezó a mencionar algunas figuras: el padre, la existencia de dos familias diferentes: una que provenía del campo, descendiente de inmigrantes; la otra que pertenecía más a la oligarquía. Avanzábamos sobre algo que todavía no tenía nombre.
A. N.: También nos reunimos con un profesor de historia que nos habló sobre la época. Porque a través de la pieza van apareciendo temas ligados a lo histórico en medio de la intimidad familiar, como todo lo relacionado con la deuda. Siempre circuló también la idea del afuera. Estamos en una casa y hay un afuera donde se está celebrando el 25 de mayo, se percibe a las masas que vienen a golpear, a perturbar.
C. C.: Algunos roles se fueron perfilando a partir de la aparición de ciertos registros expresivos en la improvisación, que a Ricardo le interesaban específicamente de nosotros. Al final del proceso, esos registros se fueron acomodando a los personajes, a la historia. Por eso es que el espectáculo da la sensación de que hay muchos planos: una cosa es lo que narra la actuación, y otra lo que narra el texto dramático.
–Si hay un dramaturg@ contemporáne@ con quien se podría emparentar a Bartís por su visión del mundo, su humor, cierta estilización expresionista, quizás habría que nombrar Elfriede Jelinek.
C. C.: Me parece que una de las líneas con que trabaja Ricardo es la de la ruptura que produce Meyerhold en relación con el realismo. Su entrenamiento tiene esa base.
C. P.: Creo que el parentesco con Jelinek es de alguna manera por registro.
–¿Cuándo se produce tu incorporación, Cecilia?
C. P.: En realidad, mi personaje –la maestra Mary Helen– es paralelo, digamos, porque no aporta a la acción. Por eso pudieron esperar que me desocupara. Creo que Mary Helen es el trasfondo de dos mundos que se cruzan: el de los indios y el de esa civilización oceánica del norte. Como todos sabemos, Sarmiento hizo venir a 65 maestras para cumplir un programa educativo. Yo, que estuve cautiva de los indios durante 30 años, estoy entre “civilización” y “barbarie”. Bartís me dijo un día: vos no sos un personaje, sos una entidad. Es así: no tengo un perfil psicológico, no cumplo un rol determinado. Mary Helen aporta la mirada del testigo.
A. N.: A mí me parece que tu entrada organizó más claramente todo con respecto a ese eje que representás en esa trama de intereses: la familia que te cuida en verdad está interesada en los títulos de indemnización que escondiste en alguna parte. A partir de tu llegada, Cecilia, surgió todo lo del museíto, esta idea de que la familia te exhibiera para sacar algún dinero. Además, tu presencia produjo algo especial en las improvisaciones, algo que sigue sucediendo, cercano a la aparición en el sentido religioso.
–El mito de la cautiva, de cómo fue ese cautiverio permanece en el misterio. Recordemos que fue un mito erotizado por pintores y escritores, en ocasiones como una variación de la Bella y la Bestia. Aunque la Bestia –el indio– nunca dejaba de serlo...
C. P.: Sí, hay mucha fantasía en torno a la cautiva. Además, en la obra está implícita toda esa referencia a Sarmiento, empeñado en ese plan de la educación popular y gratuita como base de la democracia. Y luego la aventura de esas mujeres, un episodio histórico muy singular. Mujeres jóvenes que se atrevieron a venir a un país desconocido, se integraron, aprendieron el idioma y cumplieron la tarea de crear escuelas de maestras.
A. N.: Como decía Bartís en Berlín, adonde fuimos a representar De mal en peor, que un presidente importe maestras de un país de habla inglesa, de otra cultura, nos cuenta también a nosotros como país... En las improvisaciones afloraba en Mary Helen una especie de nostalgia de las tolderías.
C. P.: Bueno, el síndrome de Estocolmo ya existía, aunque no tuviera ese nombre.
C. C.: Eso también es parte del chiste que hace Bartís en relación con los personajes, siempre hay como una disociación, ningún elemento melancólico. Más bien una burla con respecto a todo lo trágico que hay en ellos.
–Tu Regina Rocataglione pasea su luto y su desesperación, pero envidia la pasión de las masas que mira por la ventana.
C. C.: Está claro que a mí me tocó ser de la familia de los inmigrantes por algo de mi aspecto (risas). Apareció un registro expresivo que me emparentaba con Rogelio, de ahí surgió que fuésemos hermanos. Yo con todo el sufrimiento de una mujer a quien nadie mira ya. En las improvisaciones, surgieron textos donde Regina empieza a pedir una caricia, y cómo lo que tiene más a mano es el hermano. Después afloró la relación con el hijo, una madre monstruosa que quiere proyectar algo en ese hijo, acosándolo de manera insoportable. Creo que ella es la queda más devastada en relación a la historia que se narra.
–A vos, Andrea, te tocó la suerte de debutar en un espectáculo de esta importancia y en un rol bastante raro para una actriz local: un varón joven que, a su pesar, debe vestirse de mujer para representar a la Patria.
A. N.: Un día empecé a probar, a probar. Llegó Bartís y me dijo: vos vas a hacer un muchacho. Será porque tengo la cara angulosa, porque soy alta, no sé...
–Hay gente del público que se cree de verdad que sos un actor, un varón.
A. N.: ¿Sabés que sí? Se me han acercado personas después de ver la obra a preguntarme ¿qué sos al final? Al principio, aunque me gustó la idea, me conflictuó un poco, no sabía cómo encararlo. Miré películas como Muerte en Venecia donde se ve algo andrógino, un adolescente que aun no está definido. Así que estuve boyando un tiempo. Como se trata de una obra donde todo circula en relación a lo familiar, mi rol y el del presunto anarquista, son como periféricos, externos. Me gusta cómo quedó el personaje de Mariano. Me parece que con él irrumpe algo diverso, tiene otro tempo, distinto del ritmo acelerado de la obra.
–La ambigüedad que genera tu presencia da un giro todavía más anómalo cuando Pancho te presiona para que te vistas de mujer.
A. N.: Sí en la escena escolar, donde tengo que recitar un poema bastante trucho del supuesto escritor. La verdad es que todo el tiempo tratamos de no remarcar esas situaciones tan al borde. Como en el caso de Regina, Mariano es un ser que sufre, viene de otro lado, de Junín. Y cae en esta familia psicótica sobre la que echa una mirada extrañada, aunque después termina incorporado a esa locura, ya enamorado de Renata, se corrompe un poco.
–¿Mary Helen está en un limbo personal?
C. P.: También está ahora cautiva de esa familia, creo que tiene el padecimiento de años de Historia. Su desarraigo es total: no pertenece ni a su país de origen, ni a los indios, ni a ningún lugar, ni tiene familia. Nadie se interesa por ella, la familia solo quiere sus títulos para quedarse con ese dinero de las indemnizaciones.
De mal en peor, los viernes y sábados a las 21 en el Sportivo Teatral, Thames 1426, 4833-3585
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