Vie 21.07.2006
las12

PERFILES

La libertad de cuestionar

Tiene 21 años y es mujer, condiciones que la convierten en doble excepción: es la primera mujer y la persona más joven en presidir la Federación Universitaria de Buenos Aires. Estudiante de sociología, María Damasseno habla de discriminación de género en los claustros, pero también reconoce que el cambio cuesta, en parte, porque “las mujeres tenemos internalizada esta situación”.

› Por V. E.

La vi a María en la tele. ¿Te acordás?, de chiquita también era así”, le dicen algunas amigas a la mamá de María Damasseno, la primera mujer y la persona más joven (21) que llega a la presidencia de la casi centenaria Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA). María siempre fue “así”, “bastante cuestionadora”, asume la joven. “Si no me daban una explicación que me convenciera, no podía acatar. Y creo que eso tiene que ver un poco con cómo me crió mi mamá. Con mi vieja siempre tuvimos una relación de respeto mutuo, de acompañamiento, más allá de que la mitad de las cosas que yo hacía le parecían una locura.” Porque en su casa, pero también en el colegio secundario, esa característica personal no llevó nunca el peso de un signo menos, sino que fue estimulada como un rasgo positivo.

Esta estudiante de Sociología, nacida y crecida en democracia, salió más visiblemente a la palestra pública luego de los incidentes violentos que tuvieron lugar en la Facultad de Medicina el 2 mayo. Ese día algunos integrantes del gremio de personal no docente de la universidad (Apuba) la emprendieron a puñetazos contra los y las estudiantes que se estaban manifestando en contra de las elecciones que iban a consagrar como rector de la UBA a Atilio Alterini, un funcionario de la última dictadura militar. Unas semanas después María era elegida para presidir la FUBA de manera colegiada junto a dos compañeros de la agrupación de izquierda 20 de Diciembre.

Para la conducción de la FUBA, la candidatura de Alterini como rector fue sólo el disparador de un conflicto más amplio en torno de la estructura del gobierno universitario. “En el claustro de profesores, de los 37.000 docentes de la UBA sólo 656 están en condiciones de votar y ser elegidos. De esos 656, en su casi absoluta mayoría son hombres. Si hay mayor cantidad de mujeres que se gradúan y que son docentes, ¿por qué esas mujeres no ocupan cargos como titular de cátedra, como adjuntos, o en el gobierno universitario? ¿No hay ahí algo que falla?”, cuestiona, una vez más, antes de encender un cigarrillo.

El 60 por ciento de graduados de la UBA son mujeres, pero de las 13 facultades que conforman esta universidad tan sólo dos tienen decanas al frente. “Creo que la democratización de la universidad también tiene que ver con desnaturalizar esta situación en la que el acceso a roles de conducción o dirección depende del género. Claramente las mujeres tenemos que pelear el doble cada uno de los lugares que ocupamos, esa es la norma general, más allá de algunas excepciones en organizaciones que ya han procesado más estas discusiones. Por eso es muy importante tener una mirada crítica, porque no sólo los hombres, también las mujeres tenemos internalizada esta situación –asume–. Muchas veces cuesta pensar en esto. ¿Qué es desnaturalizar?, ¿se trata de poner un cupo?”

La historia de militancia de la presidenta de la FUBA se inicia a fines de la década del ‘90, cuando ingresa al Colegio Nacional de San Isidro, en la zona norte del conurbano, donde todavía vive junto a su mamá, el esposo de su mamá y su hermana y hermano (adolescentes). En primer año fue delegada de su curso y ya en tercero asumió la presidencia del centro de estudiantes. Luego, al calor de las movilizaciones que desembocaron en las protestas del 19 y 20 de diciembre del 2001, María fue asumiendo “la necesidad de buscar una transformación más global. Porque veía que los problemas de la educación como las leyes educativas, los salarios docentes, las condiciones laborales y de cursada no iban a poder solucionarse en un ámbito local”. Durante ese año agitado decidió ingresar al MST y buscar ámbitos de acción que excedieran la militancia estudiantil. Así empezó a participar en la asamblea de su barrio y también en la interbarrial de zona norte, “eso fue algo muy importante, sobre todo porque me permitió ver un proceso de organización más generalizado con un montón de luchadores y luchadoras barriales y sindicales. Fue una experiencia muy fuerte en mi vida y que realmente me marcó muchísimo”.

Además de los acontecimientos concernientes a la UBA, una de las experiencias que en el último tiempo la conmovieron particularmente fue el viaje que realizó a Las Heras (provincia de Santa Cruz) durante la huelga de los trabajadores petroleros. “Me impactó muchísimo el rol que jugaron las mujeres. No sólo bancan a sus maridos en sus luchas, sino que muchas veces son un motor fundamental de eso en los momentos más duros, como cuando los hombres estaban presos.”

Este es un año de viajes conmovedores para María. Antes de Las Heras, en el verano, se animó a ir sola a Bolivia para asistir a la asunción presidencial de Evo Morales. Luego siguió el periplo hasta juntarse con su novio, con quien comparte la militancia y el estudio. Y antes de fin de año, por lo menos, tendrá otro viaje importante, a Jujuy, donde se realizará el próximo Encuentro Nacional de Mujeres. “Desde la FUBA tratamos de laburar durante el año el tema del encuentro, tener instancias para poder hacer una discusión frente a las problemáticas propias de género que existen y a las que hay que darles una respuesta concreta, como la cuestión de poder decidir acerca de nuestro cuerpo, la anticoncepción, la educación sexual y el derecho al aborto.”

Un poco agotada por los exámenes, reconoce que el primer cuatrimestre fue bastante movido. A partir del conflicto desatado en el rectorado de la UBA, sus jornadas comenzaban a las cinco de la madrugada, cuando la despertaban los llamados de las radios que necesitaban consultarla. Por estos días puede dormir un rato más, pero no mucho: la universidad todavía sigue en crisis y además, fuera de las aulas, la realidad sigue dándole motivos para no dejar de cuestionar.

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