Vie 25.08.2006
las12

PERFILES

Señora suya

Una singular creadora visual y poética italiana, Tomaso Binga –en los papeles Bianca Menna–, pasó raudamente por Buenos Aires, ofreció una sorprendente performance donde recitó sus textos, atendió un confesionario y expuso un hermoso Alfabeto Viviente escrito con su cuerpo. También tuvo tiempo de conversar con Las 12.

› Por Moira Soto

La semana pasada estuvo en Buenos Aires una admirable y reconocida artista italiana que firma sus obras como Tomaso Binga, y la prensa local especializada prácticamente no la registró. En los papeles, el nombre de esta creadora de una obra plástica y poética de mucho compromiso político (feminista, pacifista, ecologista) es Bianca Menna. Pero muy joven se rebautizó como artista, el 15 de junio de 1977, día en que celebró con una performance en Campo D, en Roma: el casamiento de Tomaso Binga (su otro yo masculino, su manera de poner en evidencia el sexismo imperante) con Bianca Menna. En un alarde de anticipación al destape reciente de travestismos, nomadismos, identidades múltiples, Bianca-Tomaso celebró una boda en la que fue oficiante y encarnó a ambos contrayentes a través fotos donde aparecía vestida de mujer y de varón (en esa fecha, ya estaba casada en la vida civil con el prestigioso crítico de arte Filiberto Menna, quien aceptó de buena gana el insólito connubio). Desde ese momento, Bianca suscribe como Tomaso toda su obra.

El 16 de agosto pasado, Tomaso Binga, entonces, brindó una brillante performance en la Fundación Klemm: recitó su ya clásico poema “Yo soy un papel”, expuso las bellas letras del Alfabeto Viviente y, vestida de cura felliniano –con sombrero y todo–, atendió el Confesionario Electrónico donde, mediante una monedita en la ranura, indicó penitencias y otorgó absoluciones. Después de darle una entrevista a Las 12, este matrimonio tan armonioso como simbiótico partió de regreso a Roma. Afortunadamente, parte de la obra de la/el artista se podrá apreciar muy próximamente en Expo-Trastienda 2006, sexta versión de la feria organizada por la Asociación Argentina de Galerías de Arte que el año pasado fue visitada por 50 mil personas. Esta gran muestra estará abierta al público desde el 27 de septiembre hasta el 2 de octubre, en el Centro de Exposiciones, Figueroa Alcorta y Pueyrredón, de 13 a 22, a $ 10, jubilados y estudiantes a $ 5, menores de 12, gratis.

“Hay una fuerte presencia de mujeres en Expo-Trastienda de este año”, dice Pelusa Borthwick, directora de la galería Arcimboldo y coordinadora general de la feria. “En los stands que organizo, además de Tomaso Binga, estarán, por ejemplo, Marta Minujin, Mildred Burton y Dalila Puzzovio, porque este año se recuerda la década del ’50. Presentaré la primerísima obra de estas creadoras cuando eran casi niñas y ya se perfilaban claramente. En el otro stand, se podrá ver la producción de artistas jóvenes, de treintipico. Y por supuesto, hay varias galeristas mujeres, como Matilde Bensignor, Verónica Rawson Paz, Paula Coppa Oliver, Agustina del Campo. En cuanto a Bianca Menna, es decir Tomaso Binga, me impresionó mucho su obra en la Bienal de San Pablo de 1981, donde se mostraban videos y trabajos de gráfica. Me interesó mucho cómo se maneja ella con ese soporte tan simple, cómo grafica sobre papel, todos los contenidos que pone y que saca. Es fantástica, estoy muy feliz de mostrar su obra aquí, donde es casi una desconocida. Porque pienso que esta feria debe ser un evento de arte y cultura, contribuir a formar opinión, afinar la mirada en el público que asista, más allá de la obra tradicional que se vende. En consecuencia, hay varios proyectos en esa dirección: uno es el programa de performances donde tengo el gran placer de presentar a Bianca Menna, a quien le haremos un homenaje en un espacio especial. Por supuesto, vamos a presentar las obras que tienen que ver con el cuerpo y su lenguaje, la escritura viviente, ese magnífico alfabeto mural no por azar hecho con un cuerpo de mujer.”

Bianca, antes de parir a Tomaso.

Además de las 23 letras del alfabeto y otras piezas curadas por Massimo Scaringella, en la sala de video, entre las diversas producciones, se verán videos sobre Tomaso Binga para que el público pueda acceder a la poesía sonora del/la artista. “Ella es una verdadera pionera en varios campos, ésa fue siempre su actitud, adelantarse a su tiempo”, cierra Borthwick. “El Alfabeto representa lo constitutivo del lenguaje y es toda una reivindicación feminista con ese cuerpo de mujer desnudo, mostrado sin voyeurismo. A mí, personalmente, me importa mucho su presencia desde el feminismo. Me fascina su creación de Tomaso Binga con la que directamente denuncia a gritos los privilegios del universo de los hombres. Ese concepto del casamiento fue sencillamente maravilloso, de una audacia increíble si consideramos la época.”

Un matrimonio fecundo

Lo de Bianca Menna al casarse virtualmente con Tomaso Binga y firmar con nombre masculino, aunque a primera vista provoca asociaciones con las escritoras George Sand (Aurora Dupin), George Eliot (Mary Ann Evans) o los iniciales Ellis y Currer Bell (de las hermanas Bronte), tiene otras connotaciones: “Lo hago para replicar paradojalmente al mundo masculino, porque debo reconocer que en los ’70 había un feminismo bastante fuerte en Italia, estábamos tratando toda la problemática referida a las mujeres y consiguiendo algunas cosas. Estaba en marcha la revolución sexual. Es decir, eran otros tiempos, de gran esperanza bien diferentes a los que vivieron aquellas escritoras que eligieron nombres de varón para poder publicar y vender con más facilidad”, señala Bianca Menna desde un sillón del hall del Hotel Dorá. “En el ’74 salió en Italia el Derecho de Familia, que le reconocía a la mujer conservar su apellido de soltera toda la vida. Yo, que me había casado muy joven, había tomado automáticamente el apellido de mi marido. Para la gente yo me llamaba Bianca Menna y en 1977 decidí hacer esta performance en la cual me casaba con Tomaso Binga, el nombre artístico que había elegido. Presenté en una galería dos imágenes de mi persona, de mujer y de varón, anunciando el matrimonio. Yo había leído algo de Freud, aunque todavía no se hablaba de diversidad de género, de transexualidad. En italiano, como en español, si se habla de un conjunto donde hay hombres y mujeres hay que expresarse en masculino. En la participación de la boda, opté por escribir todo en femenino poniendo, por ejemplo, las esposas, porque me parecía que había que poner de manifiesto el tema de la discriminación desde el lenguaje. Muchas personas que no sabían que yo era la mujer de Filiberto pensaron que se trataba de una hija de mi marido, que la escritura en femenino era una errata... Algunas personas me dejaron esquelas de buenos deseos, regalos, pinturas, telegramas, una pipa, muchos huevos.” Esta performance tuvo su parte de juego, pero también provocó mucha polémica y actualmente es revalorizada como un gesto visionario de mucha osadía. El año pasado, abrió en el Museo Laboratorio de Arte Contemporáneo de la Universidad de Roma, La Sapienza, la muestra retrospectiva titulada Autorretrato de un matrimonio. Un homenaje a esta/e artista tan identificada/¿o? con la Poesía Visual o la Escritura Verbo-Visiva que se originó en los años ’60, se desplegó en los ’70 y aún hoy genera búsquedas experimentales. En esa exposición, como se anotó en el catálogo correspondiente, confluían la ironía, el grotesco, la intención desacralizadora, el non-sense, los lugares comunes, los juegos de palabras, lo sonidos tecno con que Binga trabajó el arte como escritura, y la escritura como arte, con una pasión por las letras y las palabras que alimenta desde niña. Desde los primeros collages a la Escritura desemantizada, de las poesías visuales de los comienzos, de las letras del cuerpo a los dactilocódigos, de las escrituras que devienen pinturas en la fase del Biographic a las operaciones de Mail Art, la coherencia, solidez y originalidad de la obra de Binga se potenciaban en la muestra de La Sapienza.

Vestida de cura felliniano, así atendió el confesionario electrónico en la Fundación Klemm.

“Me he ocupado durante toda mi vida artística de la poesía sonora o performativa, trabajando siempre en busca de nuevos códigos lingüísticos”, comenta la artista. “Siempre indagando sobre la condición femenina, los marginales, la situación de la naturaleza, manifestándome contra la guerra. Todos temas que me importan y que afronto cotidianamente. Trabajé en la escritura desemantizada, haciéndole perder su significado a la palabra para que permaneciera como un signo, con la intención de que este signo pudiera ser igualmente comprendido por quien lo mirase. Mi cuerpo deviene escritura, se propone como escritura: es lo que sucede con el Alfabeto Viviente. Con esa base hice una cantidad de obras, entre las cuales, el Alfabeto Mural, semejante al que se usaba en las escuela primaria para aprender a leer y a escribir, con la diferencia de que en este caso, en vez de la figura central –un árbol, una casa– que se ponía entre los distintos formatos de la letra con que comenzaba esa imagen, yo puse mi cuerpo mimando, imitando la forma de cada una de las letras del abecedario. Es mi propio cuerpo el que forma las letras, de lo cual evidentemente se desprende un mensaje. Si hubiese puesto a una modelo, otro sería el significado. Este Alfabeto lo apliqué a diversas obras, por ejemplo a una llamada Mater, que desacraliza ciertas formas de la religión. Escribí la palabra Madre con las cinco letras escritas por mi cuerpo. Sobre el fondo plateado, debajo, escribí las letanías a la Virgen: Mater Amabilis, ora pro nobis, Mater Adorabilis, ora pro nobis..”

Otro de los trabajos de escritura que sigue exponiendo y trajo a Buenos Aires, Bianca-Tomaso los realizó con la máquina de escribir, experimentando largamente con la superposición de letras que unidas forman imágenes reconocibles: “Fui encontrando 150 imágenes diferentes: anclas, gatitos, cruces, estrellas. Hice una búsqueda semántica combinando cada letra con todas las demás, entonces, al formar un nuevo diseño se perdía el significado original del signo”. Con esos nuevos signos obtenidos, Menna-Binga logró una suerte de pictograma, de ideograma que exhibió en tamaño natural y luego ampliado, con lo que las letras originales sufrieron una nueva transformación, convirtiéndose en una abstracción. “Advertí que del antiguo pictograma se ha pasado a través de milenios a un signo que es un grafema y un fonema al ser verbalizado, que dio origen a la escritura de palabras. De modo que yo, por sustracción y superposición de dos grafemas, hice nacer una figura que remite al Antiguo Egipto, un sorprendente regreso a las fuentes. Así que decidí darle un nombre a cada uno de estos nuevos signos. La exploración sonora acompaña todos estos trabajos míos. En una oportunidad, en Roma tapicé todos los ambientes de una casa que me cedió un muchacho para hacer la instalación, con papel rayado y escribí sobre esas rayas. En otra performance, juntando las 52 cartas que le escribí a una mujer imaginaria durante un año, sólo los domingos (porque la domenica es el único día femenino de la semana en italiano). Elegí ese día además porque era cuando las mujeres salían, iban a misa, se encontraban. Las cartas cuentan la historia de una mujer que está a punto de abandonarlo todo, que dice que se va a ir en una barca, pero que al final no parte nada. Hice esta lectura con un fondo musical registrado en una iglesia de Roma, de la gente rezando las letanías lauretanas. Siempre me gustó poner la voz, el cuerpo en mi obra, el discurso de género lo incorporé naturalmente en una época en que todavía la mujer era vista o como madre o como virgen o como prostituta. Aunque tengo que decir que a algunas feministas no les gustó mi casamiento, pienso que no entendieron su sentido, se quedaron en una lectura superficial. Pero a otras les encantó y creo que ahora la perspectiva del tiempo y el balance sobre la obra de mi matrimonio demuestran que siempre estuve a favor de la causa de las mujeres.”

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