Adelaida Gigli
Paralelas y solitarias
Alción Editora
Páginas: 158
Precio: $18.

Se acaban de editar –por primera vez– estos cuentos que Adelaida Gigli escribió entre 1976 y 1986 desde un exilio en Italia del cual nunca ha regresado. “Ahora –anuncia en el prólogo Noé Jitrik–, perdida en su propia memoria, su persona es como la encarnación misma del exilio absoluto, del exilio en sí.” Este dato no pretende anunciar simplemente una serie de textos escritos bajo la dictadura y fuera del país, sino una serie que reconstruye el registro de quien habla indefectiblemente desde afuera. El hilo de una voz para la cual todo lo que se vive y se observa ha sido tamizado por la distancia, la amenaza de muerte y el extrañamiento. Todo esto, lejos de derivar en acusaciones o letanías, provoca un paseo irónico, audaz y hasta patético por las escenas más domésticas, por las alcobas del amor, las confidencias entre amigas, los hábitos de supervivencia de una comunidad de desterrados que bajo el rótulo de “algunos compatriotas” o “hermanos latinoamericanos” van desfilando ante su fiebre. Narra situaciones pero reflexiona constantemente, saca conclusiones con la lógica del mareado, repite sus ideas como si necesitara anotarlas varias veces para no olvidar, para que nadie las olvide. Adelaida Gigli, junto con su marido David Viñas y un grupo de conocidos intelectuales, fundaron la legendaria revista Contorno durante la década del 50. Traductora de Cesare Pavese entre otros autores, era la única mujer que escribía en el grupo. Luego, la parte de la historia conocida: sus dos únicos hijos fueron desaparecidos durante la dictadura y la escritora y escultora, que había nacido en Italia, regresó a su pueblo natal. Paralelas y solitarias está formado por 17 cuentos extraños en los que casi siempre una mujer es protagonista. Despojada de todo, incluido el miedo. El cuento Cepillo de dientes, pena de muerte logra sintetizar ya desde el título los materiales con los que trabaja su poética. Las disquisiciones de una mujer sobre las posibles relaciones con los hombres –la convivencia en este caso– pierde peso y seriedad, si alguna tenía, ante la sombra acechante de los verdugos.