DEPORTES
Si el deporte en general es un terreno a conquistar para las mujeres –salvando excepciones como el hockey o la gimnasia artística–, el ajedrez se presenta como una atalaya inabordable. Las ajedrecistas son ninguneadas y acusadas por su falta de nivel aun cuando ganen más medallas que los varones y hasta se pudo escuchar a un campeón mundial jactándose de que jamás le ganaría una mujer para terminar perdiendo –la partida y la soberbia– en una demostración que ni sirvió como escarmiento.
› Por Sonia Santoro
Terminado el Torneo Panamericano de Ajedrez realizado en Cuenca, Ecuador, a principios de mes, las sospechas se confirmaron: las mujeres argentinas se trajeron cuatro medallas (un oro, plata y dos bronces) contra dos de los varones (oro y bronce). Lo que las sospechas cuestionan es la decisión de la Federación Argentina de Ajedrez de suprimir los campeonatos femeninos promocionales (las categorías de menores de 10 a menores de 20 años), a comienzos de este año, con el argumento de que las mujeres no tienen nivel. Las malas jugadas contra las ajedrecistas, sin embargo, tienen ya un historial.
“Esto va de contramano de lo que ocurre en el mundo y en la Federación Internacional de Ajedrez”, opinó Marcelo Vallejos, ajedrecista del Club de San Fernando. “Lo triste y lamentable es que esgrimieron cuestiones de “nivel de juego”, que las chicas deben mejorar el nivel y esto lo obtendrían mágicamente compitiendo con varones, lo que es un absurdo intolerable. Ocurre que las chicas son las que traen más medallas para el país en el exterior, esto es histórico en la última década. Por esto pregunto quién tiene que mejorar el nivel.”
La discusión, sin embargo, viene de lejos. Las pequeñas batallas libradas cotidianamente en el mundillo del ajedrez nacional se transforman de vez en cuando en guerra declarada y pública.
En octubre del año pasado, mientras la provincia de San Luis era sede del campeonato Mundial, atacaron ellas, las dos mejores jugadoras argentinas, Claudia Amura y Carolina Luján. Difundieron una carta abierta en la que denunciaban sentirse “despreciadas por quienes deberían estar apoyándonos”. Del otro lado, el tablero no se inmutó. El presidente de la Federación Argentina de Ajedrez (FADA) negó que hubiera discriminación hacia las mujeres. Las piezas estaban echadas y la partida venía para largo.
La disputa se dirimió en las páginas de deportes de Clarín. Nicolás Barrera, presidente de la FADA relativizó el asunto: “quieren tener todas las ventajas sin ninguna obligación”.Mientras, Luján viajó al Zonal Sudamericano gracias al gesto de un admirador del ajedrez y de su juego –a pesar de ser la actual campeona de zona, además de ser la Gran Maestra más joven de Iberoamérica y la juvenil con mayor proyección internacional de Latinoamérica– y ganó, clasificándose para el Campeonato Mundial de Rusia 2006. Y Amura viajó al Continental con el apoyo del gobierno de San Luis, donde reside, a pesar de ser número uno en Iberoamérica.
En el ajedrez hay dos categorías, varones y mujeres. Los hombres también sufren todo tipo de problemas por la falta de organización. Sin embargo, para las mujeres las cosas están mucho peor. El mundo del ajedrez es fundamentalmente masculino. Son conocidas las frases de uno de los mejores jugadores de la historia mundial, Garry Kasparov, denostando la capacidad de las mujeres para este deporte. Dijo que ninguna mujer llegaría a ser campeona porque le faltaba el carácter, la rudeza y la energía del hombre. También dijo que jamás perdería con una máquina ni con una mujer. Y sin embargo, tuvo que tragarse su propia saliva cuando fue derrotado por la mejor jugadora del mundo, Judit Polgar, en el 2002.
Así las cosas y los ejemplos, las mujeres son bichos raros, muy raros entre tantos hombres. En Argentina juegan 3 millones de personas. Hay unos 1000 hombres federados, y muy pocas mujeres. “Yo voy a un torneo y son 200 hombres y 3 o 4 mujeres. En los infantiles encontrás más chicas, pero después van abandonando, se dan cuenta de lo que es el ambiente. En las categorías inferiores, hay un 10 por ciento de mujeres”, dice Amura. Como en el resto de la sociedad, a medida que se va ascendiendo de nivel, las mujeres son menos.
Hay ocho maestras internacionales en Argentina, sólo dos grandes maestras, las que se han unido (algo que también molesta bastante en un deporte tan individualista) y están dando batalla. Por otro lado, los premios de los hombres son más altos. “Un mundial de hombres, como el de San Luis, tuvo 1.200.000 dólares de premio, mientras que el de mujeres, 600 mil”, cuenta Amura, desde Merlo, antes de viajar a Guatemala. Pero además, desde hace un par de años, los zonales femeninos no reciben premios en efectivo. “En la última Olimpiada de España los dirigentes de la Federación Argentina nos reunieron a los integrantes de los equipos Olímpicos (femenino y masculino) para entregarnos nuestros pasajes, que la Secretaría de Deporte de la Nación nos había otorgado. Estando todos ahí, nos dieron también un dinero mínimo para viáticos. Los hombres recibieron más que las mujeres”, escribe Luján, desde Chile, entre partida y partida de un campeonato que encabezó desde el principio.
Es cierto, las mujeres pueden participar en torneos de hombres, de hecho Polgar llegó a estar entre los 10 mejores. Fue la única mujer en participar del campeonato de San Luis pero no hizo un buen papel. “A la mujer le cuesta mucho más desarrollarse porque es un ambiente de hombres. Ya desde chica, a una nena te cuesta mucho más mandarla en una delegación porque son todos hombres. Es una diferencia abismal”, dice, Amura, a los 15 años campeona argentina más joven de la historia y, a los 20, número 12 en el ranking Mundial de Mujeres.
Amura ha pagado caro el precio de irrumpir en este mundillo y encima jugar bien: “lo peor que les puede pasar es que les gane una mujer y que sea chica. Me han tirado las piezas, me insultaron. A mí por ejemplo, en los torneos mixtos me dejaban anticonceptivos en la puerta. Como yo no tuve novios ajedrecistas, como no les daba bolilla, me decían que era lesbiana, y si andás con uno o con dos ya sos puta.”
En el “Primer Foro Mujer y Deporte”, organizado por el Centro Municipal de la Mujer de Vicente López en octubre pasado, se la escuchó a Alicia Villegas, Campeona Metropolitana Femenina en dos oportunidades, contar sus peripecias. “He tenido que bregar porque no había reglamentos para torneos femeninos, me ha tocado hacer huelga o hasta redactarlos yo –contó–. Me asocié a un club para practicar un estilo específico de ajedrez y me llevó un año que alguien quisiera jugar conmigo: cuando no había más hombres, preferían a las computadoras. Y cuando quise formar parte de la comisión directiva me dijeron ‘puede ser vistoso, hay que poner cortinas’”.
La maternidad suele complicar las cosas. No es casualidad, cree Amura, que a Polgar le haya ido tan mal en San Luis, tiene un bebé de poco menos de un año. Luján quiere ser la número uno, todavía está a tiempo y le gusta demasiado el ajedrez como para desanimarse ante los obstáculos. Sus comunicaciones con la FADA son mediante cartas documentos. Quiere que se le respeten sus derechos. “Me han perjudicado muchas veces, mezclan cuestiones políticas con lo deportivo”, apunta en relación a diferencias entre la FADA y la federación y el club que representa. Para ella, como para muchas deportistas argentinas, es un lujo pensar en dedicarse sólo a entrar y a jugar. Como dice en la carta que inició el debate: “Con 20 años me encuentro luchando dentro y fuera del tablero para poder progresar y mejorar nuestro ajedrez”.
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