PERFILES
Tres arqueólogas se sumergen a diario en la reconstrucción de la vida cotidiana dentro de los Centros Clandestinos de Detención que funcionaron durante la última dictadura, resignificando cada objeto según lo que de él tienen para decir las y los sobrevivientes. No sólo aportan datos a la Justicia, también inscriben de manera vital estos lugares en la memoria colectiva de cada comunidad.
› Por Laura Rosso
Antonela Di Vruno, Florencia Avila y Anabella Diana son arqueólogas. Desde hace seis años trabajan como peritos para recuperar el espacio donde estuvo emplazado el centro clandestino de detención conocido como Mansión Seré o Atila, en el oeste del conurbano bonaerense. El grupo de investigación que formaron surgió de una convocatoria del Municipio de Morón para realizar un trabajo arqueológico de recuperación de ese espacio. El proyecto que presentaron fue aceptado, comenzaron a trabajar y siguieron avanzando hasta el día de hoy. En la charla, de inmediato, las tres arqueólogas aclaran que se trata de un grupo interdisciplinario llamado Grupo Arqueológico y Antropológico por la Memoria y la Identidad (GAMI) y que trabajan dentro del área de investigación de la Dirección de Derechos Humanos. Pero el trabajo excedió ese lugar y fueron convocadas, también, desde la Justicia para incorporar la investigación en el marco de causas judiciales. Entonces, consolidaron el área de arqueología dentro del equipo y continuaron trabajando con el aporte de antropólogos, comunicadores sociales, conservadores y museólogos.
Di Vruno: –Hace seis años que venimos trabajando en centros clandestinos de detención, en recuperar espacios relacionados con el terrorismo de Estado. Seis años no es mucho en tiempo, pero para este tipo de trabajo sí lo es. No había antecedentes en el país, entonces nuestro equipo fue abriendo camino en este sentido. El trabajo en Mansión Seré, el trabajo en el Atlético en Ciudad de Buenos Aires, el trabajo en el Pozo, en Rosario y el trabajo en el Pozo de Vargas con la gente de la Universidad de Tucumán fueron trabajos que marcaron un inicio en este tipo de investigaciones –-sin olvidar el antecedente del Equipo Argentino de Antropología Forense, con objetivos bien particulares de recuperación de identidades individuales y siempre funcionando al lado de la Justicia–. Todos estos proyectos arqueológicos tenían características particulares y fueron conocidos en todo el país. Desde ahí, empezamos a interactuar con el Estado, con los organismos de Derechos Humanos, con los ex detenidos, con familiares, con la comunidad en su conjunto.
Avila: –Es otro tipo de dinámica, es todo un aprendizaje y por eso es tan importante remarcar la interdisciplinariedad. Estos trabajos solicitados por la Justicia específicamente apuntan al área de arqueología porque se trata de recuperar evidencia material para ser incorporada a la causa.
¿Cómo es el tipo de relevamiento que realizan?
D. V.: –Tenemos que ubicarnos en cada lugar. Existen lugares que están en pie y donde se trabaja leyendo las marcas que, todavía, podrían estar en las paredes, por ejemplo. Y hay lugares donde la metodología de trabajo es otra. Hay lugares que fueron removidos, muchas veces a propósito, o destruidos para borrar evidencias. Allí nos encontramos con un contexto bastante perturbado en algunas ocasiones, donde los lugares más interesantes para nosotros –los lugares de descarte– pueden ser estudiados desde la metodología de la arqueología. Nuestra metodología asegura no perder ese contexto.
F. A.: –En Mansión Seré, el trabajo de campo se dividió en una pre-investigación en la que recolectamos informes, testimonio, fotos aéreas y toda la historia que tuvo el lugar más allá del último tiempo. Es decir, anterior, incluso, porque pensemos que no solamente estamos hablando del período del ’76 al ’83 sino de toda la historia del lugar. Entendiendo que estamos trabajando desde un hoy, entonces también hay signos de un presente.
¿Qué se preguntan acerca de lo que encuentran?
D. V.: –A veces es todo tan fragmentado que hay que ponerlo en un contexto. Tal vez un fragmento de losa o un fragmento de plástico por sí solo no nos va a decir nada, pero si lo ponemos en un contexto, bajo un testimonio o si es nombrado por un ex detenido empieza a tomar una dimensión que no se puede tener en cuenta desde el vamos. Así, a lo largo de estos años podemos decir que en Club Atlético se están encontrando cosas directamente relacionadas con el accionar y con las características de la policía.
F. A.: –Remarcamos la importancia de interactuar con ex detenidos y ex detenidas en la actualidad y no solamente a partir de testimonios, que haya un ida y vuelta en la información. Intentamos no quedarnos solas en un laboratorio sino que sea una comunicación permanente.
D. V.: –Acá ninguno es objeto de estudio sino que somos todos sujetos y cada uno es importante. Nosotras con nuestra interpretación, quien estuvo ahí con sus vivencias y su interpretación, la comunidad y el Estado funcionando en los niveles municipal, provincial y nacional, la Justicia.
Así se inscriben estos lugares dentro de la memoria colectiva.
D. V.: –A nosotras nos gusta hablar de memorias, en plural, porque nos parece que hay tantas memorias como individuos existen. En estos espacios, que han sido destruidos y ocultados por tanto tiempo, lo que se provoca al recuperarlos es un espacio donde se dan reflexiones, discusiones, ambivalencias, contradicciones, acuerdos. Son espacios políticos de permanente discusión, no sólo para recuperar memoria y saber qué nos pasó, y estos restos materiales nos ayudan porque es ver cómo se materializa la memoria en un objeto. Pero si no está seguido de relaciones sociales, el objeto se pierde, el objeto es un objeto más, sin ningún tipo de significación ni interpretación.
Existe una mirada hacia el pasado y hacia el futuro.
D. V.: –Son dos trabajos de recuperación: la recuperación de espacios, de memoria, de quiénes fuimos y quiénes somos, porque de alguna manera encontrarse en estos espacios te interpela como ciudadano. Y también es trabajar hacia futuro, nuestro compromiso es usar nuestra profesión como una herramienta que puede ser retomada permanentemente por la comunidad para pensar qué proyecto de futuro queremos. Por otro lado, está la vía judicial como compromiso de seguir incorporando evidencia y nosotras, en este caso, somos una herramienta para la Justicia en cuanto a hechos que han sucedido.
¿Alguna vez se imaginaron estar trabajando como arqueólogas en esto?
D. V.: –Yo no me lo imaginaba hasta conocer a Antonela. Esta historia no me tocó de cerca y pensaba dedicarme a otra cosa como arqueóloga. Pero me comprometí desde otro lado, desde la disciplina y también como ciudadana.
F. A.: –Estudiar arqueología para qué, ser arqueóloga para qué, fueron preguntas que me hice. Yo trabajé en la puna en Jujuy con comunidades de allá, con materiales y problemáticas totalmente distintas. Esas preguntas en mí estuvieron permanentemente. Ahora, es muy distinto en lo personal cuando una se mete en este tipo de problemática. Una cosa es el trabajo en museos y con comunidades. En lo personal yo tuve que tener una reunión familiar porque mi familia sí estuvo involucrada, entonces yo sentía que me excedía y excedía mi historia personal. Pero, por otro lado, es algo útil y digo “bueno, para esto estudié, para brindar esto a la sociedad”, si no ¿para qué?
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