SOCIEDAD
Tres mujeres polemizan con Blumberg: “Ya sufrimos en carne propia la mano dura”, ¿quién puede creer entonces que esa misma política puede acabar con el miedo? Raquel Witis, Rosa Schonfeld de Bru y Dolores Demonty saben de qué se trata la violencia institucional y la búsqueda de una justicia que, lejos de asimilarse a la venganza, necesita ampliar los límites de la inclusión para no penalizar a quienes están en riesgo por sus condiciones sociales.
› Por Luciana Peker
El marrón se enlaza con el verde y el verde con el gris. Hace frío, de repente, en Buenos Aires, como hace frío en este tiempo sin tiempos claros: de repente. La lana tejida vuelve sobre los cuerpos de Rosa, Raquel y Dolores que también entretejen sus cuerpos para ampararse más del dolor que del frío. “Ya hemos sufrido la mano dura en carne propia”, coinciden las tres voces de tres mujeres distintas que hacen de su dolor una voz para decir que no hay una sola inseguridad, ni una sola forma de devolverle el aliento a una sociedad con miedo. Ni hay un solo miedo. Por eso alzan su voz, sus voces, para objetar la marcha que organizó el 31 de agosto Juan Carlos Blumberg y, por sobre todo, a su reivindicación de los “sin gorra”, los policías exonerados de la Bonaerense que acompañaron la convocatoria del ex empresario y padre de Axel Blumberg y a los que Blumberg llamó “extraordinarias personas”.
A las tres, a Dolores, Raquel y Rosa les mataron un hijo. En los tres asesinatos hubo policías condenados. Rosa Bru es la mamá de Miguel, que tenía 23 años, el 17 de agosto de 1993, cuando fue torturado y desaparecido de la comisaría novena de La Plata. Dolores Demonty es la mamá de Ezequiel, que tenía 19 años cuando desapareció, el 14 de septiembre del 2002, y apareció muerto —el 21— en el Riachuelo. Por el crimen de Ezequiel hay tres policías condenados a prisión perpetua en uno de los pocos fallos ejemplares contra el abuso institucional. Raquel Witis es la mamá de Mariano, que tenía 23 años, el 21 de septiembre del 2000, cuando fue secuestrado por un grupo de ladrones y acribillado por un policía que está condenado, pero ya libre. Por eso, su familia apeló el fallo. Ellas tres —Rosa Bru, Dolores Demonty y Raquel Witis— conocen del dolor y la muerte y del gatillo. Del gatillo que de fácil no tiene nada.
La convocatoria de Juan Carlos Blumberg reavivó el pedido de ciertos sectores de políticas de penas duras y represión policial para combatir la inseguridad. ¿Por qué ustedes decidieron confrontar públicamente con este discurso?
Raquel Witis: —Creo que como sociedad nos tenemos que dar una discusión responsable y madura porque esto tiene un costo, que es la vida de nuestros hijos. Ultimamente se trata a la seguridad de manera muy superficial: se ve las consecuencias y no las causas. Y cuando hay un problema serio hay que atacar las causas. Por eso, decidimos hacer una convocatoria para proponer que “otra seguridad es posible”.
¿Qué opinan de las propuestas para combatir la inseguridad de Blumberg?
Dolores Demonty: —El, en una entrevista con Nelson Castro, dijo que no defendía la mano dura pero después nos enteramos de que defiende a los “sin gorra” y dice que son personas honestas. ¿Por qué están exonerados? ¿Porque pelearon por el sueldo? No: porque estuvieron en secuestros, robos, asesinatos. ¿De qué seguridad me está hablando? ¿De la inseguridad para quién? Somos personas grandes y entendemos que hay inseguridad pero él ve su lado nada más.
Raquel: —A mí me llama la atención la influencia del Manhattan Institute que tiene la filosofía de “tolerancia cero” que aplicaron en Nueva York. El tema es que allá tienen el mismo porcentaje, prácticamente, de homicidios dolosos que tenemos acá en Argentina pero con el planteo de que los chicos que te limpian los vidrios son terroristas urbanos. Por eso, implica grandes dosis de egoísmo y creo que eso es lo que tenemos que combatir. El egoísmo nos lleva a que gane siempre el más fuerte y a no ver al otro.
Dolores: —Hay chicos que consumen pasta base y no tienen para comer. Pero detrás de eso hay un mercado que no lo manejan los pobres. ¿Dónde están los que manejan eso? Es fácil matar a un pibe. ¿Pero qué hacemos por ayudarlo? Yo estoy haciendo algo, con un comedor y campeonatos de fútbol, porque vivo en Bajo Flores y tengo toda mi familia en Ciudad Oculta y sé lo que pasa.
¿Hay otros miedos y otras inseguridades de las que no se habla en los medios?
Dolores: —¿De qué seguridad estamos hablando? Muchas veces dicen que los problemas salen solamente de las villas. El ya pidió la erradicación de las villas como si por mandar a la gente a La Quiaca se acabaran los problemas en la Capital Federal y algunas zonas del conurbano bonaerense. ¿Y los problemas de la otra gente? ¿Vos sabés que hay gente que no conoce sus derechos? ¿Vos sabes que hay chicos que no conocen nada más allá de la escuela? ¿Quién se ocupa de la inseguridad de los pobres?
Raquel: —El delito atraviesa todos los estratos de la sociedad, están los que salen a robar un par de zapatillas porque no tienen y los que se quedaron con los ahorros en los bancos o aceptaron préstamos con condiciones leoninas. Hay muertes silenciosas que no se suman y que son parte del delito. Sólo vemos la violencia en los lugares pobres y no vemos la violencia que se ejerce a través del dinero.
Dolores: —La solución no es erradicar una villa sino dar una vivienda digna y asegurar la escolaridad y la salud de los chicos y el trabajo a los padres.
Rosa: —La seguridad tiene que ser para todos. Nosotros entramos a la Isla Maciel porque una mañana fusilaron a dos menores de 17 años. Los fusiló la policía. ¿Qué derechos tienen? Ninguno. La causa tiene cuatro años y está parada. No tuvo juicio. Nada. Hablemos de seguridad, pero no únicamente para un sector, sino para todos. Es cierto que esos chicos salen a robar y consumen. Pero por qué no hablamos de dónde salen las armas y la pasta base. Es fácil hablar de los pibes que se drogan y que están cometiendo delitos, pero no de la problemática ni de dónde sale todo esto. En la Isla Maciel tenés la sensación de que en cada casa hay un muerto, pero las familias aceptan que en algún momento esto les podía pasar a sus hijos porque estaban en falta con la sociedad...
Como si hubiera una pena de muerte encubierta.
Rosa: —Es que hay una pena de muerte encubierta para los que menos tienen.
Dolores: —¿Quién le dio a mi hijo la seguridad de vivir? Mi hijo no estaba delinquiendo. Pero muchos padres piensan que si su hijo estaba delinquiendo no pueden hacer nada. Y no es así. El derecho a la vida lo tienen todos. ¿Cuántos chicos habrán matado los que este señor tenía de custodia el día de la marcha? Y él dijo que son buenas personas... que él no se olvide que hubo policías involucrados en el secuestro de su hijo.
¿Qué generaría volver a darle más poder a la policía?
Dolores: —Más muerte, más de 30 mil desaparecidos. No solamente el ejército desapareció personas.
Rosa: —El declaró: “si se toman las medidas que yo propongo no hace falta que sea candidato”. Yo lo sentí como una amenaza “si no hacen lo que pido... me candidateo”. Y no es así. Nosotros también tenemos propuestas que no son escuchadas.
Raquel: —En este país ya probamos la mano dura. Con el famoso “metan bala” de Carlos Ruckauf murió mi hijo y hubo cientos de fusilamientos.
Es verdad que el miedo existe. ¿Hay otras formas de prevenir el delito que no sean la mano dura que propone Blumberg?
Raquel: —Yo creo que sí. En primer lugar, con la inclusión, el acceso a un trabajo digno y la educación. La sociedad tiene esas deudas pendientes y también la deuda de la Justicia. Hoy no somos todos iguales ante la ley. No es lo mismo un chico de la Villa 31 con una causa que un chico de Barrio Norte con causa. Tenemos jueces que fallan sin criterio, sin sentido común y que legitiman el abuso policial.
Rosa: —También hay diferentes ideas de la inseguridad. Siempre se habla de la inseguridad de los barrios de poder adquisitivo, pero no de la inseguridad de la Isla Maciel o las villas. Con la Asociación Miguel Bru nos hemos reunido con León Arslanian (ministro de Justicia bonaerense) por el abuso de la policía en la Isla Maciel. Para los habitantes de la isla, la inseguridad la generaban los que se la tenían que garantizar: la policía. Hay que ver las dos caras. A los humildes no los escuchan, no les toman la denuncia, no los atienden bien en los juzgados...
¿Por qué Blumberg consiguió tanto espacio social y mediático?
Dolores: —El tiene un aparato de empresas que siempre lo bancaron. A nosotros hacer cualquier cosa nos cuesta muchísimo. A él no.
Las tres se enlazan en abrazos y se diferencian al hablar. Raquel habla erguida, despacio, segura. A Rosa las palabras parecen dolerle en los surcos de la piel, en el temblor de sus viajes en busca de Miguel, en el encuentro de los temblores por la Isla Maciel. No se deja tambalear, pero deja ver grietas. Dolores es vehemente, fogosa, furiosa, con la furia que da descubrir la matanza, la burla, la muerte sin retorno de un hijo. Las tres son distintas. Pero se saben y acompañan. No es poco. La furia de Dolores se convierte en lágrima. Raquel acaricia ese dolor. Lo conoce. “Estuve toda la semana llorando y después me di cuenta: esta semana Ezequiel hubiera cumplido 23 años.” Cuenta. Y ellas escuchan. Cuenta, entonces, Dolores, que Marcos, el hijo de Ezequiel que ya tiene 3 años y que Ezequiel no conoció, ya va a la cancha, a la de Chicago, y que ya grita goooooooool con los brazos en alto. Les cuenta Dolores a Rosa y a Raquel. Son tres mujeres que conocen del dolor de la muerte y que buscan cómo amucharse para que la vida —la de todos— siga. Siga para adelante. Y para todos.
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