EDUCACION
Viajar hasta otro país para conocerlo a partir del contacto directo y volver con esa experiencia para compartir el aprendizaje con la comunidad de origen son las premisas de la Escuela de Educación Popular sueca. En la Argentina acaba de dictarse uno de sus cursos, para un grupo que cuenta con subvención de grupos feministas y ambientalistas.
› Por Sandra Chaher
Respondiendo a la idea de que la mejor forma de aprender es a través de la experiencia, la Escuela de Educación Popular de Färnebo, en Suecia, viene implementando este sistema hace casi 30 años. En el 2006, un grupo de 18 alumnas y alumnos comenzaron el curso “Argentina y movilización social”: durante dos semanas perfeccionaron su castellano, vivieron un mes con campesinas y campesinos en distintas provincias, y pasaron a la tercera etapa del viaje, el contacto con organizaciones sociales. Pronto llegará el último tramo: el desarrollo de un tema libre y las vacaciones antes de volver a Suecia, donde retomarán las clases. Luego tendrán tres meses para desarrollar proyectos comunicacionales en el formato que quieran –obras de teatro, papers, exhibiciones plásticas– y a rodar: los trabajos se presentan en recorridos que abarcan toda Suecia, para que las comunidades también entren en contacto con ese mundo que descubrieron alumnas y alumnos.
Las organizaciones elegidas por este grupo, para intercambiar y convivir con ellas, fueron la fábrica Zanon, la organización campesina mapuche Gueche, la Asociación Civil Sueños del Sur (en Neuquén), H.I.J.O.S. (en Córdoba), el Centro Ecuménico de Educación Popular (Cedepo), la Coordinadora de Trabajadores Desocupados (CTD) Aníbal Verón, la sede de la Industria Metalúrgica Plástica Argentina (IMPA) y La Casa del Encuentro (en Buenos Aires). En la Casa del Encuentro, el espacio feminista social y cultural con sede en Villa Crespo, Asa Lönn y Moa Friman ofrecieron una charla poco antes de terminar su intercambio. Asa tiene 27 años, está casada con un ecuatoriano al que conoció en un curso anterior (en Ecuador, tres años atrás, sobre Equidad de Género); Moa tiene 22 años y es la primera vez que viene a América latina. Los motivos de ambas fueron similares: ¿qué había pasado en la Argentina después de la crisis del 2001?
Asa había estado en la Argentina en el 2005, preparando el curso a partir de eso que en el mundo se llama “laboratorio argentino” y por lo cual en los últimos años nuestro país se transformó no sólo en centro del turismo recreacional sino también intelectual y social. “Queríamos saber qué se hacía después de la caída de un proyecto neoliberal, si pueden sobrevivir las fábricas recuperadas en una economía capitalista. Y volví a Suecia con el sentimiento de que aquí la lucha era muy positiva, que se puede seguir adelante.”
El de las escuelas populares, explicaron, es un proyecto particular de educación democrática. “En Suecia, y en los países nórdicos, tenemos una larga tradición de educación popular –dijo Asa–. Ciento cincuenta años atrás, en mi país había universidades que no estaban abiertas a los campesinos y al pueblo, sólo a la gente rica. Entonces, la gente de pueblo hizo sus propias escuelas y la primera escuela de educación popular sueca se fundó hace 130 años. Esto tiene que ver con la tradición política de los países nórdicos que dice que la educación es la base del pensamiento democrático.” Las escuelas populares no integran el sistema formal: en ellas no se aplican notas, y sus títulos no sirven para acceder a la universidad, pero sí pueden sumar puntaje para después intentar el acceso al sistema formal. Por lo general, alumnas y alumnos tienen entre 20 y 25 años y están entre el secundario y la universidad. Moa, por ejemplo, estudiaba Economía en la universidad antes de entrar a Färnebo, pero aún no sabe si volverá a la universidad al final del curso en la escuela, porque parte del legado de los cursos es que alumnas y alumnos salgan a la comunidad para compartir lo aprendido, creen sus propias organizaciones de intercambio y colaboren con los principios compartidos durante el año de convivencia escolar. Estos principios están determinados por las organizaciones que financian cada escuela. Si bien a todas las apoya el Estado sueco, en cada una hay organizaciones particulares que orientan y también subvencionan. En el caso de Färnebo, situada en el pueblo de Österfärnebo, los “dueños” son 15 organizaciones ambientalistas, feministas, de desarrollo democrático, y una dedicada a temas de Africa.
–¿Qué conocimientos de género reciben en la escuela?
Asa Lönn: –Como algunas organizaciones feministas son parte de la dirección de la escuela, los principios de equidad de género –así como medio ambiente– se aplican en los cursos y en la convivencia. También trabajamos sobre clase social y etnia, pero como la mayoría de los alumnos somos de clase media no hay muchos conflictos de este tipo, pero sí de género (risas). Hay algunas chicas que saben mucho del tema porque vienen de trabajar en organizaciones, y otros alumnos varones que ni lo han pensado y en la convivencia aparecen los conflictos.
–Ustedes vienen de una sociedad muy avanzada en términos de equidad entre mujeres y varones, al menos en las normas. ¿Cómo vieron a la Argentina?
Moa Friman: –El machismo acá es mucho peor, pero es más fácil hablar del tema. En Suecia nadie admite que es machista, es como un tema tabú, porque está la imagen de la equidad. Pero en los espacios públicos, por ejemplo, hay una atmósfera de incomodidad o amenaza hacia las mujeres. Los hombres creen que las mujeres somos su propiedad y hay altos índices de violencia doméstica y violaciones. La historia feminista sueca se remonta al 1900. En ese momento, el movimiento de mujeres tenía sus propios partidos políticos que ejercían presión sobre los partidos tradicionales para que éstos tomaran sus demandas, y la presión hizo efecto porque las propuestas feministas fueron incluidas en las plataformas de los partidos. Pero estas incorporaciones no le alcanzaron al movimiento feminista y en el 2005 se fundó Iniciativa Feminista, el primer partido feminista, que competirá en las elecciones de septiembre del 2007.
A.L.: –Pero la prensa tiene mucho poder en Suecia y si ellos dicen que alguien no llega al Parlamento, la gente no lo vota.
–¿Y cómo está tratando la prensa a este nuevo partido?
A.L.: Bueno, es que el feminismo hoy en Suecia no es lo mismo que antes. A fines de los ‘90 estaba de moda, los partidos políticos y los primeros ministros decían que eran feministas porque además había presión de los intelectuales y del movimiento de mujeres. Pero después hubo un retroceso, y ahora la relación con la prensa no es muy buena. Si decís que sos feminista, te dicen que odiás a los hombres. Y algunos feministas, mujeres y varones, ya no hablan de feminismo sino de equidad.
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