RESISTENCIAS
La discriminación a mujeres y parejas lesbianas sigue siendo parte del mundo cotidiano, como lo demuestra el caso de las chicas echadas de un bar de Rosario por besarse en público. De a poco y en articulación con instancias del Estado, algunas ONG empiezan a darse estrategias para construir otras posibilidades de integración.
› Por Soledad Vallejos
El adjetivo elegante siempre fue sáfico. Históricamente, que las damas, las chicas, las señoras, las señoritas se diviertan sanamente y entre ellas tenía una suerte de no sé qué. Era un charm que convertía las andanzas de Colette y sus queridas en escándalos deliciosos y publicables, patinaba de noble excentricidad las recámaras victorianas y sus alrededores, iluminaba tenuemente la vida de Virginia Woolf fascinada por su Vita Sackesvilee West devenida Orlando, alimentaba la leyenda de Marlene Dietrich en amores epistolares que, de tanto en tanto, vuelven a ser noticia en remates de memorabilia. Todavía hoy, cuando lo que hay es un caso (presentado en esos términos) y se lo presume único, o por lo menos eventual (una distracción en el camino, una pequeña escapada), la luz de lo público observa con un cierto morbo que hasta puede ser coronado por una sonrisa. Con suerte, el episodio será tapa de revista semanal con mucha foto y poco texto, dará pasto a las fieras que pululan en la tele de la tarde y mutará, ya en las calles, en comentarios variopintos de varoncitos azuzados. Qué fue, si no, de aquellos besos marketineros entre Madonna y Britney y entre Madonna y Christina Aguilera, o de las campañas publicitarias que suelen apelar a ese morbo cuando va llegando el verano. Pero cuando el asunto se vuelve diversidad y no es cuestión de estrategias de impacto, cuando deja –también– de ser tenido en cuenta sólo como discurso bienintencionado porque de lo que se trata es de vidas reales de mujeres, el panorama cambia por completo. Mientras las palabras públicas –al menos desde algunos sectores de la sociedad civil y las instituciones estatales– van acomodándose, para las mujeres lesbianas la cotidianidad sigue siendo ese territorio a ganar a fuerza –básicamente– de poner sus propios cuerpos en escena y como prueba, como evidencia de aquello que sí, que existe, que convive y reclama para sí una participación en términos de derechos y visibilidades, tal como fue (y está siendo) ganada por los varones gays. Y no siempre resulta fácil.
“No me importa tu condición sexual, está todo bien, pero acá eso no”, fue el argumento del encargado de un bar rosarino para explicar por qué, el martes de la semana pasada, echó del lugar a una pareja de chicas que estaba besándose. El problema, amplió, fue que “estaban a los besos mal, delante de toda la gente, y como yo soy el encargado, tenía que decirles algo”. Jessica, de 23 años, y Natalia, de 20, escucharon el pedido y se fueron, pero con una determinación que convirtieron en demanda pública: al día siguiente, la Asociación Civil Vox anunció que radicaría una denuncia por discriminación ante la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe. En las radios, Iris Ortellao, de Vox, se encargó de recordar el marco legal local que garantiza el “derecho a ser diferente”: por un lado, la provincia adhirió a la ley nacional antidiscriminación; por otro, a fines de 2005, el Concejo Municipal de Rosario sancionó una ordenanza (la 7946) que ampara esas diferencias, específicamente objeta toda “discriminación, exclusión, restricción o menoscabo por razones o con pretexto” (sic), y prevé sanciones para quienes cometan “actos discriminatorios en forma explícita o a través de un ejercicio arbitrario del derecho de admisión”.
“En Rosario tenemos un par de ordenanzas antidiscriminatorias, pero estaría bueno que sean un poquito más efectivas”, plantea Irene Ocampo, integrante del Espacio de Articulación Lésbico de Argentina. Su deseo, dice, es que ante estas situaciones palpables de discriminación pase algo, que la reacción pueda ir más de un caso especialmente atendido, “que sea motor para otra cosa, que vaya más allá del escándalo y pueda trascender. Es que en general, si alguien te mira raro, lo dejás pasar como que alguien te miró raro, pero eso en vos lo que hace es que te retraigas, que no hagas más nada, que no acaricies, no beses, o directamente al contrario: reaccionan al revés y lo hacen como más grande, digamos, es una de las posibilidades. La ordenanza no es un papel colgado en una pared nada más, tiene que ser parte de la ciudadanas y los ciudadanos”.
Con el respaldo de Vox, Jessica y Natalia habían planeado hacer una gran “besada” pública a modo de protesta, que finalmente se convirtió en un acto realizado el miércoles. Pero no es fácil, porque después del acto, de exhibir públicamente decisiones de la vida privada que a veces cargan con juicios ajenos –por algo se dio a conocer la denuncia–, retomar la cotidianidad puede ser arduo.
“Hoy día, en Argentina el único diálogo profundo y formativo entre clases se da en la escuela. En la educación superior, ese diálogo ya se rompió, y lo mismo pasa en el secundario.” Eso dice Rafael Freda, docente, activista gay y presidente de Sigla (Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina), responsable de cursos de posgrado para docentes que –con apoyo de la Organización Panamericana de la Salud– se dictan en Insucapp (Asociación Civil para la Capacitación Profesional de Recursos Humanos). Es por ese diálogo social que encuentra en el espacio escolar que Freda sostiene la importancia de, por ejemplo, sensibilizar y capacitar a maestras y maestros en torno a las identidades de género como construcción, las dificultades de la corrección política como manual de etiqueta y la valoración de los gestos del día a día (Sexo, género y cambio social es el nombre del curso que comienza mañana, y luego seguirá Introducción a la educación sexual). “Hay una discriminación inconsciente que es básicamente heterosexismo, no homofobia, que es la base del tabú, del silencio, de pensar que no decir nada sobre la orientación sexual del otro es una forma de mostrar respeto, cuando en realidad es invisibilizar. A mí este asunto de respeto a la diversidad siempre me hace sentir como una gitana en medio de un desfile de modas: todos te respetan pero todos te miran, porque sos la cosa distinta y exótica. Y no es así. La corrección política está divorciada de la realidad: en la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, la constitución local está varios pasos más adelante que la práctica política. Y los chicos siguen siendo tan machistas como podrían serlo. El trabajo sobre la agenda GLTTBI también es un tema: ¿cómo se postula la lucha del movimiento de minorías? A partir de la protesta. Encontrar de qué y cómo quejarse fue todo un trabajo: lo primero fue que no te lleven preso, lo siguiente que te permitan tener personería jurídica, después el casamiento, y ahora está en discusión qué sigue. Pero, por otro lado, está bien seguir reclamando la ampliación del universo de derechos, pero ahora hay que convencer también. Es preciso pasar del reclamo al convencimiento, porque el tema esencial sigue siendo cultural: cómo nos va en la vida cotidiana, cómo es el día a día.”
“En general, si alguien te mira raro, lo dejás pasar como que alguien te miró raro. Pero eso, en vos, lo que hace es que te retraigas, que no hagas más nada, que no acaricies, no beses. O directamente al contrario: reaccionás al revés y lo hacés todo como más grande, exagerado.”
Irene Ocampo
Mientras a nivel legislativo se siguen barajando proyectos para regular la fertilización asistida que excluyan prolijamente a parejas no heterosexuales (una iniciativa de ese tenor promovida por la senadora Luz Sapag fue objetada recientemente por la CHA), en el trajín de volver amable (no tolerante, ese concepto que suena demasiado a la compasión de quien concede a la otra, al otro, la gracia de su bendición a pesar de la ruptura de la norma) lo cotidiano se encuentran, por ejemplo, las activistas de Espartiles desde hace cuatro meses. El 28 de mayo, Día Internacional de la Acción por la Salud de las Mujeres, comenzaron “Cambiemos las preguntas”, una campaña nacional para visibilizar situaciones en que el sistema de salud propicia y realiza efectivamente discriminación hacia mujeres lesbianas. Operar una transformación sobre las preguntas en la consulta ginecológica, no regir esa atención especializada desde una o un profesional que considera a cada paciente desde la “presunción heterosexual” y que considere, en cambio, la “posibilidad lésbica”: “de ‘¿con qué te cuidas?’ a ‘¿tenés relaciones con hombres o mujeres?’”
El primer paso fue elaborar y distribuir un documento que señala motivos y esboza soluciones posibles. Ahora, está comenzando el segundo paso: la puesta en marcha de los contactos con profesionales e instituciones. El primer encuentro será con equipos del Hospital Municipal de Rosario Roque Sáenz Peña. “Aunque el documento y la campaña enfocan la atención ginecológica –plantea Irene Ocampo–, en toda la cadena de atención hay posibilidades de sumar y abrir un poquito las mentes de los que están atendiendo, tanto gente de salud como administrativos, paramédicos.” La invitación surgió desde el mismo hospital, que viene trabajando desde hace tiempo en articulación con movimientos sociales. “Qué plantean los médicos, qué necesitan, qué es lo que nosotras podemos hacer”: ésos son los ejes que van a sostener el intercambio. ¿EL objetivo de máxima? “Que en la ciudad de Rosario, el Ministerio de Salud local tome el documento, evalúe qué posibilidades puede haber de implementar algunas cosas que pedimos en el documento. Es paulatino: para que un área de salud llegue a dar bolilla a algo así tiene que surgir una necesidad y una demanda, si no se ponen todas las dudas en que los médicos no saben qué hacer.” De momento, la campaña también avanza en otras zonas del país. Córdoba (mediante una coordinadora GLTTBI), Neuquén (con la agrupación Fugitivas del Desierto), Bahía Blanca (motorizada por la ONG Entramadas) y Santiago del Estero son algunos de los lugares donde también se busca pasar a la práctica con estos cambios.
Las imágenes pertenecen a CONBTRA/BANDO. DESEO & SUMISION, la muestra fotográfica itinerante organizada por la ONG fugitivas del desierto que –desde mayo– puede verse en distintos lugares públicos de la ciudad de Neuquén. “Quisimos buscar las diferentes expresiones del ser lesbiana, las estéticas diversas, chongas, femm, butch, etc., y que fueran imágenes sexualizadas, ya que solemos aparecer en las representaciones hegemónicas en escenas románticas pero sin sexo. Es lo que pudimos lograr, y permitió ampliar los limites nuestros en relación a nuestros cuerpos, y el debate acerca de qué y cómo queremos mostrar.”
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