LA VENTA EN LOS OJOS
› Por Luciana Peker
Los conejitos tienen muchos hijitos. Para tener muchos hijitos hacen eso que hay que hacer (por lo menos entre los conejos que no miran las revistas de conejitas para inspirarse y poner su descendencia en tubitos de futuros conejines) para tener conejitos. Por eso, entre las personas (que nos diferenciamos de los conejitos en que no hacemos eso sólo para tener ni más conejitos ni más personitas, o sea que no sólo tenemos sexo para reproducirnos) los conejitos son un símbolo de sexo y de fertilidad.
En la metáfora conejil ya hay toda una metáfora. “El conejo posee una alta capacidad para reproducirse. Es así como por cada kilo de hembra reproductora se producen 40 kilos de carne al año”, dice el informe sobre cunicultura —cría de conejos— de la Fundación Sur en Movimiento. Por suerte, si algo logró la píldora en los ‘60 es poder diferenciar a las humanas de las hembras reproductoras y a las mujeres de la carne. Ya no somos conejas. Tenemos sexo si queremos, con quien queremos, cómo queremos, cuando queremos —o debiéramos— y tenemos hijos (con sexo o sin sexo) si queremos, cuando queremos y con quien queremos —o debiéramos—.
Pero la metáfora conejil ya no es sólo una metáfora. Es una marca. Por eso, Tulipán lanzó el 21 de septiembre una publicidad, ideada por la agencia Young & Rubicam, que recoge la idea de los conejitos para simbolizar a los adolescentes en primavera tocando la guitarra, jugando al voley o al fútbol, tomando sol o tomándose de las manos. La gráfica, con un estilo naïf digital, no dice nada pero dice todo. Todos los jóvenes son virtuales conejines en un virtual Palermo. O sea: cada uno y cada una de ellos y ellas puede, o quiere, o tiene ganas de estar haciendo lo mismo que los conejos.
¿Por qué sólo se puede hablar e, incluso, vender preservativos, en primavera? Así como en el invierno hay que tomar sopa porque hace frío y en el verano tomar yogur porque hace calor, las publicidades piensan que los adolescentes se aburren en otoño y en primavera florecen sexualmente. Aunque, por lo menos, cada 21 de septiembre Tulipán recuerda que los adolescentes son seres sexuados. Eso sí, que, a diferencia de los conejos, no tienen que tener cría —si no quieren— y mucho menos contraer enfermedades de transmisión sexual o hiv, si existe el preservativo para evitarlo.
Al menos no sólo estamos hablando de venderles a los adolescentes, sino de cuidarlos, ni tampoco de adolescentes sexies, sino de adolescentes sexuales que pueden no sólo gustar con su cuerpo, sino también disfrutarlo. No es poco. Pero sí es poco que sólo una marca de preservativos —y sólo para el 21 de septiembre— hable de eso. Del deseo que late en el aire.
“Cualquier duda consulte a su médico”, recomienda Tulipán. Si en el 2007 se implementa la nueva ley de educación sexual, los chicos y chicas también van a poder consultar con sus maestros sobre el preservativo, un sobrecito que no tendría que asomar sólo ese día que los chicos tienen vía libre para irse de la escuela. Justamente, porque para los adolescentes, todo el año es primavera.
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