DEBATES
En el Congreso Nacional existe un proyecto para ampliar la licencia por paternidad a 15 días. En la provincia de Buenos Aires ya tiene media sanción la ley que amplía la licencia materna a siete meses en el sector público. Dos puntapiés para abrir una polémica: ¿por qué los siete meses no son optativos para el varón o la mujer?, ¿cuánto afecta la licencia la inserción laboral de las madres?, ¿dar la teta es una elección o un mandato ineludible? Las preguntas, por supuesto, siguen.
› Por Luciana Peker
El tiempo sí para. Para cuando las mujeres que no paran nunca tienen que parar para tener a sus hijos. Y ellas, independientes, activas, autónomas, pasan a desesperarse para lograr que un poco de agua y shampoo resbale sobre sus cabezas sin que el o la bebé llore para pedir algo: upa, teta, mimos, y, de vuelta, mimos, teta o mamadera, upa, sueño, masajitos, cambio de pañales, y, de vuelta. Y de vuelta. Hasta que los bebés se duermen o las mujeres se rinden. Se rinden no solamente de sueño. Ni de resignación a perder su tiempo –el tiempo propio– sino de poder comer, salir, ir al baño, bañarse, sin pedir permiso ni rogar para que los alaridos no arranquen justito, justito, cuando la odisea de cepillarse los dientes estaba llegando a su principio –que no es lo mismo que a su fin–. También las recién mamás se rinden ante uno de los límites humanos más poderosos y más esquivados por estos tiempos: el límite de no poder domar el tiempo.
El tiempo es otro. De otro u otra. El tiempo de entrega no para. Y el de las mujeres sí. Y, entre el tiempo que sí para, para el tiempo laboral. Por tres meses –a veces 45 días antes del parto y 45 días después– las mujeres no trabajan, o trabajan de mamá full time –el full es literal– hasta que tienen que volver a trabajar, a trabajar doble. Hay mujeres que –ni siquiera– tienen ese derecho porque están en negro, porque son explotadas o porque son discriminadas (el convenio de las empleadas domésticas, por ejemplo, no contempla la licencia por maternidad). Hay mujeres que se desesperan en ese tiempo infinito puertas adentro de la casa y sábanas afuera de la cama. Hay mujeres que se parten de tener que volver a abrir la puerta para decir chau y dejar ese abrazo sin pausa de la licencia por maternidad.
No hay una sola mujer, una sola mamá, un solo deseo, ni una sola forma de llevar adelante la maternidad y el trabajo. Aunque, por ahora, hay una sola forma de licencia (de 90 días, extensible a 120, pero, en ese caso, sin goce de sueldo) y una licencia por paternidad casi –el casi sí es un eufemismo– inexistente, de apenas dos días. En cambio, en este momento, se están presentando diferentes proyectos, en el Congreso nacional y en distintas legislaturas provinciales para ampliar el tiempo de dedicación exclusiva a los hijos. No hay una sola salida. Y todas las posibilidades más que consenso, generan debate. Estas son las propuestas:
En la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires aprobaron un proyecto, presentado por Julio Alfonsín (UCR), que llevaría la licencia por maternidad –con goce de sueldo– a siete meses (con treinta días previos al parto), pero sólo entre las empleadas estatales. El objetivo es, básicamente, garantizar la lactancia materna. Para que se lleve a la práctica tendría que aprobarlo el Senado provincial. El aumento de la licencia por paternidad de esta iniciativa es paupérrimo: pasaría de tres a cinco días. Otra diferencia: las madres adoptantes no tendrían 210 días, sino 150. Alfonsín argumentó en defensa de la aprobación de la nueva norma: “En Buenos Aires, a los tres meses de nacer, el 57,71 por ciento de los bebés han dejado de alimentarse exclusivamente con leche materna. El retorno de la madre al trabajo muchas veces ocurre antes de que termine la licencia por maternidad; es una de las amenazas para la lactancia materna. Por ley una mujer puede tomarse dos horas y media en cada jornada laboral para amamantar, pero pocas dependencias laborales cuentan con guarderías. Por eso, la maternidad debería cubrir los seis meses de lactancia materna exclusiva, aconsejada por la Organización Mundial de la Salud”.
La Comisión de Legislación del Trabajo y la Familia del Congreso de la Nación ya emitió un dictamen favorable para que la Cámara de Diputados apruebe una ampliación de la licencia por paternidad, que hoy es de 48 horas, a los quince días. Esta iniciativa beneficiaría a empleados públicos y privados de todo el país por un lapso (una quincena) similar a la extensión de los días no laborables (pero sí de olvidarse del reloj y de las buenas noches) que acaba de aprobar España para los varones. Este proyecto –firmado por Claudio Lozano (CTA) y otros veinte diputados– además prevé equiparar la licencia por maternidad y paternidad a los padres adoptivos y también dar diez días más –por cada bebé– a las mujeres con embarazos múltiples. Mientras que la Comisión de Trabajo y Previsión del Senado nacional aprobó un dictamen que también aumenta la licencia de los papás, pero a cinco días y, en cambio, incrementa la licencia por maternidad (entre treinta y sesenta días de plus) para los embarazos prematuros. También en la provincia de Santa Fe, la Cámara de Diputados aprobó, en junio de este año, un proyecto para ampliar la licencia por paternidad a veinte días pero que sería sólo para beneficio de los empleados estatales.
Aunque, todavía, a nivel provincial y nacional todo está en veremos, ya todas estas propuestas generan esperanzas, reclamos, dudas, polémicas y preguntas. Muchas preguntas: ¿Hay qué fomentar la lactancia o se está cayendo en un autoritarismo de la teta? ¿Por fin las mujeres van a dejar de sufrir la angustia de un desprendimiento demasiado prematuro? ¿La licencia extendida va a dejarlas más lejos de la carrera laboral y más cerca de la vida doméstica? ¿Las empleadas públicas van a tener un sistema de privilegio en relación con las otras trabajadoras? ¿Las mujeres van a preferir el empleo público que el privado? ¿El beneficio de los seis meses no debería ser extensible a todas las trabajadoras? ¿La licencia por paternidad va a contribuir a una crianza más comprometida y democrática por parte de los varones? Vamos por partes.
Uno de los puntos conflictivos de este proyecto es que genera una diferencia muy tajante entre las empleadas públicas y las privadas. ¿Es justo? “Los sectores privado y público tienen regímenes diferentes y, por lo tanto, en general se discuten por separado. Además las mejoras que se produzcan en cualquier sector tienen impacto, aunque sea indirecto, sobre el conjunto del mercado laboral”, valoriza la socióloga Estela Díaz, secretaria de Igualdad de Género de la CTA y responsable de la Comisión de Mujeres de la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur. Sin embargo, ella advierte: “No podemos olvidar que la informalidad laboral para las mujeres en el sector privado asciende a cifras cercanas al 60 por ciento. Allí no hay ni un día de licencia por maternidad ni ningún otro beneficio social”.
Díaz propone: “Si la única medida que se toma es aumentar la licencia por maternidad, creo que se puede estar cayendo en la cristalización de roles tradicionales que terminan impactando negativamente en la posibilidad de equidad para las mujeres en el mercado laboral. No podemos olvidar que las mujeres en promedio cobran un 30 por ciento menos y que esta brecha se agranda en los puestos de mayor jerarquía y remuneración. Entonces de lo que se trataría para que esto sea efectivamente positivo es de hacer una ley de licencia parental que extienda el tiempo –incluso podría ser un año como en muchos países de Europa– y que la pueden tomar el varón o la mujer, indistintamente y alternadamente si lo consideran necesario; salvo en los primeros meses, que sería para la mujer por sus propios cuidados corporales y la nutrición de la criatura”.
Pero, más allá de las objeciones, se presume un consenso a favor de aumentar el tiempo de remanso, revolución y revuelo del nacimiento de un bebé. En una encuesta online de La Nación el 67 por ciento de los 14 mil votantes dijeron estar de acuerdo con ampliar la licencia por maternidad a siete meses. Igual que ellos opina Patricia Ruggieri, arquitecta, que se tomó seis meses de licencia (tres pagos y tres no) cuando nació su hijo Lautaro, hace dos años. “Yo creo que seis meses está bien. Y que deberían pagar el sueldo. Para empezar, seis meses es el tiempo de lactancia exclusiva del bebé y estaría bueno poder dar la teta esos seis meses sin presiones laborales. Es cierto que a un bebé le podés dejar la mamadera con leche tuya, pero no es lo mismo. Y además a una, después de cuatro o cinco horas en una oficina, las tetas te explotan.” Patricia devela el bombeador de culpa de la modernidad: el sacaleche, para que los hijitos tomen la sagrada y revalorizada leche materna, pero mientras sus madres cumplen con la obligación de trabajar y traer el sueldo a casa.
¿No es mejor un parate laboral y, en todo caso, buscar otras formas de dosificar la entrega maternal? Patricia grafica: “A mí me hubiera costado mucho estar sólo con mi hijo esos seis meses, es decir, hice otras cosas. Pero es diferente que una se busque actividad, y otra que estés obligada a tu ritmo laboral habitual: que una piense que tiene que volver pronto porque va a perder su lugar y cosas así es algo que tiene que ver con el clima laboral que vivimos y no con cuán adicta al trabajo seas. Además, lo ideal sería contar con los jardines maternos dentro del laburo. Las grandes empresas tienen que tenerlos y que ahora te paguen una cuota no compensa el hecho de que no puedas tener a tu hijo cerca mientras trabajás”.
También Carla Manguel, mamá de mellizas de seis años, tuvo que poner de su bolsillo tres meses de licencia ampliada para volver a dar clases de natación y apoya la extensión de la licencia de medio año para todas las trabajadoras. “Seis meses es una medida correcta. Si bien es cierto que hay madres que al segundo día del parto desearían volver al laburo para no lidiar con pañales y que también hay otras que, aun con un hijo de dos años sienten que es demasiado chiquito para vivir sin ellas unas horas al día, creo que cuando cumplen seis meses tienen un grado de ‘manejabilidad’ que los hace más tolerantes al cuidado ajeno.”
El fundamento de la extensión de la licencia por maternidad es que, ahora, todos los pediatras, manuales y consejos para las mamás aconsejan –a veces imponen– la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses. Pero ese consejo es impracticable (o sólo un elemento de tortura para las que no pueden dar la teta medio año) si las mujeres no cuentan con ese lapso para brindarse a sus hijos con exclusividad. Fernando Vallone, médico pediatra y director de la Fundación Lacmat apoya la iniciativa bonaerense, pero reflexiona: “La idea de la provincia de Buenos Aires es una impresionante mejora. Aunque, en realidad, lo que debe plantearse es un debate de la sociedad acerca del valor que posee la maternidad en su conjunto. La lactancia es una parte de la maternidad, que cada mujer devenida en madre maneja de la mejor manera posible. Pero aún más allá de su decisión y posibilidades concretas de amamantar (para lo cual una licencia de 6 meses post parto es un facilitador indudable) creemos que lo importante es brindarle a cada mujer y a cada hija e hijo la posibilidad de vivir de la mejor manera posible ese tiempo tan especial, irrepetible y que deja las más profundas huellas en el ser humano”.
Sin embargo, Vallone no es optimista en cuanto a que la iniciativa estatal contagie a los empleadores privados. “No creo que a título voluntario las empresas mejoren la situación actual, que de acuerdo con la ley de contrato de trabajo incumple con el Convenio C183 de la OIT, que establece un mínimo de 14 semanas (98 días) de licencia por maternidad contra los 90 actuales. Ahora, el día que las empresas descubran que brindar mejores condiciones laborales (licencias más prolongadas, flexibilidad horaria, trabajo en casa cuando sea posible, apoyo para continuar amamantando) produce un mayor rendimiento de las mujeres trabajadoras, una mayor fidelidad hacia la empresa, menor ausentismo y reconocimiento por el hecho de permitirle vivir con menos culpa ese especial momento de la vida (habitualmente modulado por el trabajo), creo que entonces sí será posible lograr un real reconocimiento social del trabajo reproductivo de la mujer.”
Iris Díaz, de 53 años, licenciada en Administración Pública e integrante del grupo Vigilias, de Neuquén, explicita su opinión tanto política e íntima sobre un tema, justamente, político e íntimo y reniega de la hipervalorización de la teta. “Tengo dos hijos. A la niña (ahora de 31) la amamanté rigurosamente según las indicaciones médicas. No según mi deseo y no lo pasé bien. Al niño (ahora de 28) no lo amamanté, no quería hacerlo. Probé con sacaleche y pezoneras durante dos días. A la semana mi hijo comenzó a alimentarse con biberón. Yo, muy relajada me dediqué a criarlo, junto a su hermana, a pesar de que había empezado a trabajar. Por eso, creo que la licencia extendida no debe servir para asegurar la lactancia materna ni para que las mujeres salgan temporariamente del área laboral para insertarse en un área doméstica con múltiples relaciones de dependencia y ningún salario. Sí, en cambio, la mujer/madre debe reponerse del embarazo, del parto, de la falta de dormir, para así disfrutar del bebé y poder criarlo mejor.”
Desde otra perspectiva totalmente diferente y una filosofía propia, Laura Gutman, autora de La maternidad y la propia sombra y Crianza, violencias invisibles y adicciones, cree que sacar la cabeza del mundo laboral, para una mujer que acaba de parir, no es perder, sino ganar, incluso a través de la crisis vital que implica el puerperio. Por eso, ella resalta: “La crianza, la lactancia y la satisfacción de las necesidades básicas de cada niño deberían ser preocupación de toda la comunidad. Creer que lo que sucede en el ámbito privado de la familia sólo compete a la familia en sí misma, delata la ceguera social. En la primerísima infancia y en la calidad de los cuidados maternantes recibidos reside la verdadera prevención respecto de la salud, la no violencia, el desarrollo de las capacidades individuales y la fraternidad. Será una señal de madurez social comprender que todo niño bien maternado por una madre sostenida y avalada devendrá un individuo generoso y con capacidad de estar al servicio de los demás”.
Estela Díaz apoya las iniciativas para extender, a por lo menos quince, los días de padre con cuna adentro. “Las políticas de conciliación entre la vida familiar y laboral no deben ligarse sólo como problemas de la mujer porque esto impacta objetiva y subjetivamente en el modelo de trabajador y de trabajadora que se construye en la sociedad y en las decisiones que toman los empresarios a la hora de contratar personal o apoyar promociones y ascensos. Por eso es fundamental avanzar en el concepto de responsabilidades familiares compartidas.” En cambio, objeta la disparidad de licencia planteada por el proyecto de Alfonsín en la provincia de Buenos Aires: “Cinco días para el hombre cuando se habla de siete meses para la mujer muestra el abismo que se coloca entre ambos en la responsabilidad sobre el cuidado de ese niño/a”.
Mario Pecheny, investigador en salud y derechos humanos del Conicet con sede en el Instituto Gino Germani, propone: “Creo que la mejor solución es la de una licencia de seis meses a repartir entre los dos progenitores, con un máximo de tres meses per cápita”. Fernando Vallone no respalda este reparto entre géneros. “Personalmente no creo que las licencias deban utilizarse para que el padre ocupe el lugar de la madre”, disiente. Aunque sí apoya agrandar los tiempos exclusivos de los hombres: “Es fundamental, para lograr el compromiso tan reclamado de los hombres en cuanto a la crianza de los hijos, permitirles ser más parte de la historia. Y para que una mujer/madre pueda conectarse más fácilmente con su nuevo hijo/hija, la figura de su pareja es primordial”.
A Patricia también le hubiera gustado contar con un tiempo de compañía mientras ese ser tan propio y tan extraño –su hijo– irrumpía en su vida, sin manuales y sin tregua. “La licencia al padre nos daría a todos la oportunidad de reorganizar familia y trabajo juntos, y no como es ahora que el hombre vuelve a lo suyo y la mujer hace sola todo el esfuerzo de reinserción.” Santiago García Rodríguez vuelve todos los días de su trabajo de periodista con sus dos hijos –munidos de sus mochilas, viandas, camperas y muñequitos– cargados al hombro. Ignacio tiene tres años y nació un 22 de enero. En ese verano, se tomó las vacaciones para compartir ese primer tiempo de milagro –maravilloso y devastador– de dejar de ser dos y pasar a ser tres con su esposa Laura. Con su segundo hijo, Agustín, de un año, tuvo que volver a los dos días del parto a su trabajo. “No sólo me hubiera gustado tener más licencia, sino que es necesario. En parte, por nosotros: los hombres tampoco dormimos y al otro día tenemos que ir a laburar. También es necesario para las mamás. Mi esposa tuvo una episiotomía grande y yo tenía que ayudar. Cuando el bebé se despertaba, yo me levantaba, lo agarraba de la cuna y se lo llevaba al pecho. Cuando terminaba de tomar, lo volvía a acostar. Pero, lo más importante, la licencia debería estar para poder disfrutar de tu hijo. Cuando el bebé es tan chiquito y vos llegás destruido o no lo ves porque ya está dormido o te querés inmolar cuando querés descansar y él se despierta. Sin tiempo de dedicación, no podés gozar de ese momento tan especial.”
“Todavía para las mujeres sigue existiendo la tensión entre la vida profesional, laboral, militante y la vida familiar. Esto no ocurre en el caso de los hombres –diferencia Díaz–. Creo que vamos a estar frente a un verdadero cambio cultural cuando podamos preguntarnos: ¿Cómo podemos garantizar que los hombres puedan ser papás y trabajadores?”
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