DIVERSIDAD II
A Mario Piazza le llevó 16 años terminar de “escribir” esa amorosa declaración para su esposa, Mónica Chirife, que es su documental Madres con ruedas. Es que la grabación comenzó cuando nació la primera hija de ambos y siguió creciendo al tiempo que acompañaba la experiencia de otras mujeres que criaron a sus hijos e hijas lidiando con la dificultad que impone la silla de ruedas.
› Por Sonia Tessa
Mónica Chirife se siente cómoda en La Cibeles, un pequeño bar del centro de Rosario. Allí se la ve llegar a menudo con su silla de ruedas eléctrica, el vehículo que simplificó su desplazamiento por la ciudad, al que nunca renunció desde que a los 6 años la poliomielitis le complicó seriamente la movilidad en brazos y piernas. “Estoy muy acostumbrada a pedir ayuda, a todo el mundo. No entiendo a la gente que no lo hace”, dice mientras solicita que le acerquen la taza para revolver el café con leche. Con ayuda de su voluntad (que ella prefiere llamar libido o deseo) toca el piano, pinta y realizó una película en conjunto con su esposo, Mario Piazza. Madres con ruedas estuvo tres semanas en cartel en una sala rosarina, donde la vieron 600 espectadores. La historia de seis mujeres que encararon la maternidad más allá de las dificultades motrices y sociales conmueve con sencillez, al contar historias duras con exaltación del espíritu de lucha, pero sin declamaciones.
“Cuando nació mi hija María Victoria (que hoy tiene 16 años), sentí una fuerza impresionante y me dije que iba a documentarlo”, relata con naturalidad la directora, quien no esquiva la responsabilidad, pero asegura que “Mario es el realizador”. Piazza tiene una larga trayectoria. Filmó los documentales La Escuela de la Señorita Olga, Cachilo, el poeta de los muros —las dos con reconocimiento internacional— y A bordo de un carrito, la película sobre deportistas con discapacidades que propuso y produjo Chirife. Ese fue el punto de encuentro para el romance. En Madres con ruedas, el director asume el relato y en algún momento afirma que ese video filmado durante 16 años es “la carta de amor” que nunca le escribió a su esposa. Esa obra comenzó apenas había nacido María Victoria y se estrenó el 25 de agosto pasado.
En su doble condición de espectadoras y protagonistas, las cinco convocadas tienen algo para decir. “Me gustó, pero también me pareció que mostraba momentos generalmente muy buenos. Esos instantes que rescata son muy fuertes para alguien que no tiene nada que ver con la discapacidad”, analiza Viviana Marchetti, de 42 años, mamá de Débora, de 12, y María Morena, de 7. En la obra se ven algunas imágenes de su parto. “Las películas de Mario siempre muestran gente que supera determinados obstáculos, con condiciones para salvar esas situaciones. Esta también muestra una serie de madres que han podido llevar adelante la maternidad bien, con chicos que son hijos, como otros”, analiza esta comunicadora social y docente universitaria, que desde el año pasado es directora de Inclusión de la Municipalidad de Rosario.
Viviana habla pausadamente, con la voz baja y mucha dulzura. Le interesa desentrañar la película. Junto a Mónica Chazarreta, una psicóloga de 44 años, son las dos más jóvenes. La diferencia de edad también les permitió un distanciamiento con la maternidad como mandato. “Para mí fue muy importante, pero no lo único importante de mi vida”, subraya. Y entiende que la dupla Chirife-Piazza logró mostrar ese cambio de ángulo.
La visión de Eleonora es un poco más escéptica: “Refleja los logros de Mónica, todos los grandes problemas que tuvo y más que nada sus pocas expectativas. Por otro lado, pienso que hay tantas cosas que quedan ocultas, que la gente puede llegar a pensar que todo es light, paz y amor, y no es así”, cuestiona. Tiene 57 años, y también sufrió polio. Nunca llegó a caminar. Médica de un centro de salud municipal desde hace 27 años, también se las ingenió para criar sola a Jessica, de 23, y Andrés, de 21, porque se separó el día que nació el más pequeño. “Fue una prueba de coraje, una ida a Irak. Nadie sabe las veces que he llorado”, dice.
Si bien los esfuerzos de cada una de las madres están narrados por ellas mismas, o en imágenes, la película evita tanto el tono aleccionador como el compasivo. Sí apela a la admiración y combina cierta crudeza al mostrar las dificultades con una profusión de imágenes cotidianas.
Para Viviana, es importante que la película muestre a sus hijos: “Porque toda la gente se pregunta cómo serán. Porque está el supuesto de que no podemos tener hijos”, explica. Chazarreta completa la idea. “En realidad, para ellos nosotras somos mamás comunes. Quizás cuando son más grandes se preguntan cómo hicimos. Mi hija Florencia (16 años) hoy me dice ‘cómo te costó’. Pero cuando son chiquitos te demandan igual y saben los límites. A Florencia jamás le tuve que decir que no cruce la calle por ejemplo. Siempre se manejaba con el límite, porque sabía hasta dónde yo podía llegar”, cuenta.
“Quiero destacar que no todas tienen nuestra oportunidad en la vida”, dice Noemí y enumera a muchas madres con discapacidad que la están pasando muy mal. Y Viviana acota: “Somos todas madres de clase media”. Para Eleonora “no son posibilidades económicas solamente, son posibilidades... simbólicas”. Ahí Chirife describe su propio ejemplo: “Tiene que ver con proponerse férreamente salvar el obstáculo. Está relacionado con el deseo, con la libido, con el eros y no el tánatos”, describe.
Lo primero es salir del encierro y la soledad, encontrarse. “A mí me hizo un bien impresionante entrar a CROL (Club Rosarino de Lisiados)”, apunta Eleonora. Todas asienten. “Por empezar, hicimos sociales”, afirma Chirife. “Viajamos”, dice Chazarreta. En CROL también aparecieron los primeros novios, la posibilidad de enamorarse, aunque siempre sintieron que era mucho más difícil para “las rengas” (como se nombran con ironía) que para los hombres con discapacidad. “No te olvides de que la mujer en nuestra sociedad tiene que tener un aspecto, una presencia. Entonces es muy distinto para el hombre. Sobre todo para las que tenemos secuelas de polio, que sufrimos una deformación en nuestro cuerpo, porque las chicas (señala a las dos más jóvenes) tienen buen aspecto, ellas están sentadas y no te das cuenta”, acota con humor Noemí.
Eleonora Saccone es muy amiga de Mónica Chirife. Conoce el romance entre ella y el cineasta Mario Piazza desde el principio. Muchas veces la acompañó a encontrarse con él y la esperó durante horas para ayudarla a volver. Una escena de la película la conmueve especialmente. “Hay una toma que me encanta y me hubiera gustado mucho que Mónica la aclarara. Ella llega en taxi a la casa de Mario, todavía no tenía la silla eléctrica. Y él la está filmando desde arriba. Era la época en que los fines de semana iba a quedarse con él, que no tenía ni una manzana dentro de la heladera. Ella llevaba una canasta con comida. Iba parando con el taxi y compraba lo que necesitaban, también se llevaba el gato. Todavía no sé cómo no se le escapó el gato, cómo no se estrelló en el piso, cómo pudo hacerlo. Mario la enfoca cuando llega. Pero eso no era un encuentro de amor, para ella era una travesía al espacio”, enfatiza.
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