Viernes, 27 de julio de 2007 | Hoy
SALUD
Pedir un pulmón no es algo fácil; un órgano se pide a quien acaba de perder a un ser querido. Pero hablar de la muerte es necesario para entender de qué se trata la vida, hablar después de la muerte puede salvar vidas a través de la donación de órganos; una práctica poco difundida todavía a pesar de los cambios en la legislación.
Por Luciana Peker
La foto del rostro de Luis Freisztav, de 53 años, parece la escultura de un hombre fuerte, con una piel tajeada por las líneas de la vida que se marcan no como trazos, sino como surcos, en una mirada potente que sorprende con el color de los ojos –verdes– por debajo de las cejas negras. Luis se llama El Búlgaro para sus amigos y espera, junto a ellos también, un pulmón desde hace tres años. El tiene una enfermedad –enfisema pulmonar obstructivo crónico– que le hace cargar –literalmente– una mochila de oxígeno, aun para construir animales en su casa–taller de La Paternal.
El es un hombre fuerte que reconstruyó su fragilidad en –otra– fortaleza. “Es tan frágil, imaginate no poder respirar y, a la vez, tiene tanta voluntad. El contacto con las manos lo mantiene alejado de la pesadilla que le toca vivir”, cuenta su amigo y artista plástico Roberto Fernández, quien fue el curador de sus dos últimas muestras, en la Casa de Oficios de la Papelera Palermo y en el Centro Cultural Recoleta, auspiciado por el Fondo Nacional de las Artes. “Cuando veo su obra tengo la idea de que estoy frente a algo trascendente, la sensación de que en una vida poética hay una obra poética”, describe.
Su mujer, Patricia Koremblit, cuenta otra sinergia entre la sed de aire y la escultura. “Cuando El Búlgaro empieza a hacer rehabilitación respiratoria va a una pileta climatizada y disfruta enormemente del agua porque es algo mágico lo que ocurre entre el enfisémico y el agua, ya que pueden nadar sin estar conectados a la manguera que los provee del oxígeno. Esto los hace sentirse libres. Por eso, después de esta experiencia, él trabaja con vidrios a raíz de la imagen transparente que el agua le provoca.”
A Luis, en 1990, se le detectó la enfermedad, en 1997 tuvo una primera crisis cuando en un viaje en Nueva York, invitado por el consulado argentino para exponer su obra, se enfermó de neumonía y tuvo que quedarse veinte días internado allá. Desde ese momento, su salud se fue deteriorando. Actualmente, se encuentra en la terapia intensiva del Hospital María Ferrer. Está esperando lo que ya no puede. Luis necesita un trasplante de pulmón. Por eso, sus amigos Marcia Schvartz, León Ferrari, Eduardo Stupia, Marcos López, Felipe Pino, Duilio Pierri, Eduardo Iglesias Brickles, Tulio de Sagastizábal, Irene Banchero, Oso Smoje, Liliana Piñeiro, Marita Causa, Miguel Harte, Guadalupe Fernández, Osvaldo Giesso, Maggie de Koenisberg, Hebe Clementi, Félix Rodríguez, Pablo Páez, Antonio Pujía, Marta Dillon y Fermín Eguía, entre muchos otros, se van a juntar hoy a las 19 horas en el Centro Cultural Recoleta para pedir aire. Para pedir por Luis. Para pedir un pulmón para El Búlgaro.
“Ahora él está al límite de sus fuerzas, necesita sí o sí el pulmón para seguir viviendo. El tiene un espíritu increíble, en sus condiciones, con esa capacidad respiratoria, es capaz de trabajar todos los días en escultura, mantiene el humor en el patio-taller de nuestra casa donde compartimos los mates, las comidas, la vida. El día que se descompensó había ido a su clase de rehabilitación respiratoria, puso una pieza en el horno de cerámica y otra a secar. Todo está en su lugar, como estaba. No he tocado nada. Siento que él va a volver a la casa, a su taller, a seguir materializando esa fauna fantástica que nos protege a nuestro hijo y a mí mientras dure su ausencia”, dice, sabe, sueña, espera, Patricia. Y también pide, a quienes pueden donar sus órganos o los de un familiar fallecido: “La tragedia de perder a un ser querido puede transformarse en un acto de esperanza. Hablar de la muerte y aceptarla es una sabiduría generadora de vida”.
¿Por qué todavía, después de tres años, Luis no accedió a un órgano que le devuelva su capacidad respiratoria? Ignacio Vélez, coordinador de la campaña de donación del Instituto Nacional Central Unico Coordindor de Ablación e Implantes (Incucai) explica: “Cuando aparece un potencial donante los datos genéticos llegan al Incucai, el primero en recibirlo es el que más compatibilidad tiene. Ojalá el próximo donante sea compatible con el artista plástico”. Hace muchos años que en Argentina se habla de donación de órganos, que la pregunta resuena en las votaciones, los trámites por DNI, la entrega del registro de conducir. La pregunta es dura, visceral y habla de eso que la sociedad moderna no habla: la muerte. ¿Qué haría una/uno con su cuerpo después de muerto? La ley de donante presunto, recientemente aprobada con el Congreso Nacional, cambió las prioridades: se supone que todos somos donantes, salvo que se exprese lo contrario. Sin embargo, la nueva norma cambió la presunción, pero no mejoró cabalmente la situación. “Antes partías de un no y ahora partís de un sí. Pero todavía hay una fuerte negativa familiar que no hemos logrado revertir”, remarca Vélez.
“Este no es un problema de la Argentina, sino a nivel mundial, pero acá tenemos un bajo porcentaje de donación por cantidad de habitantes”, enmarca Luis Daniel Rojas, médico principal del Servicio de Trasplante Hepático del Hospital Garrahan.
Actualmente, la Argentina tiene un promedio de 12 donantes por millón de habitantes. Se tendría que poder llegar –al menos– a 13 o 14. En Uruguay esa cifra crece a 18 y el promedio europeo es de 19. Aunque en España –el país modelo en trasplante de órganos– existen 35 donantes por millón de habitantes, según datos del Incucai, e igualmente hay lista de espera. Pero una cosa es esperar y otra es que el tiempo de la espera se acabe y que, de tanto esperar, puedan ocurrir muertes evitables.
A pesar de la cobertura mediática de los casos más resonantes todavía hay poca conciencia sobre que cada donación puede servir para salvar cinco o seis vidas y todavía cuesta, incluso, que los propios médicos de terapia intensiva incorporen la responsabilidad de saber transmitir y operativizar que en cada muerte, también, además del inmenso dolor, hay esperanzas. “Falta formación y conciencia de las vidas que pueden salvar los trasplantes aun en el personal médico que trabaja en las terapias intensivas, que son los que tienen que informar al Incucai sobre la existencia de un potencial donante”, admite Vélez. El médico del Garrahan coincide con que el sistema de salud debería poder generar más salud. “En España, que es el país paradigmático de eficacia en trasplantes, hay un coordinador hospitalario que se encarga exclusivamente de detectar donantes en la terapia intensiva. Al hospital se le pagan todos los gastos y se le da una resignificación. En Argentina tenemos la herramienta de los coordinadores hospitalarios, pero falta aceitar el mecanismo. La ley obliga a denunciar cuando alguien puede ser donante pero no se hace.” Koremblit también apunta: “Creo que debería hacerse hincapié en la colaboración de los centros privados y públicos de salud, en cuyas terapias intensivas se encuentra el origen de los trasplantes. Las obras sociales, prepagas, hospitales, deberían contar con auditorías especialmente ocupadas en la denuncia de las muertes cerebrales porque de esto depende la posibilidad de que haya trasplantes efectivos. No hay tiempo que perder. La diferencia entre la vida y la muerte es cuestión de minutos”.
Y la diferencia entre la vida y la muerte ahora espera en un hospital por más vida. Patricia, también artista, comparte ese patio que quiere seguir compartiendo con El Búlgaro y que describe así: “Trabajamos mucho en plástica los tres, con nuestro hijo, y a pesar de la angustia que subyace supimos ganarle a la situación momentos de enorme felicidad compartiendo a lo largo de estos tres años el patio, los atardeceres liláceos, esa luminosidad que cada uno irradia desde su rincón creativo con el amor y la entrega nuestra de cada día”.
Para El Búlgaro se necesita sólo pulmón, sangre grupo 0 positivo de un no fumador. Por cualquier información: Incucai, línea gratuita: 0800-555-4628/ www.incucai.gov.ar
Se realiza un 10% de los
trasplantes que se esperan
Hay 5201 pacientes en lista de espera para ser trasplantados
Hasta el primer semestre del año se efectuaron 551 trasplantes
En lo que va del 2007 hubo 232 donantes reales y 5,9 donantes por millón de habitantes
Fuente: Central de Reportes y Estadísticas
del Sintra - Incucai
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