MUSICA II
Liliana Herrero acaba de celebrar sus dos décadas de escenarios con una serie de conciertos cuyo nombre explica qué encuentra en la magia que convierte las ideas y los hallazgos en canciones: Todos estos años de gente.
› Por Maria Mansilla
Me gusta hacer asamblea de músicos”, asume Liliana Herrero y describe lo evidente. La mujer artista a quien Mercedes Sosa declaró nada menos que su heredera jamás necesita quedarse sola, porque igual brilla. Acaba de bajarse del escenario donde festejó sus muchos años cerca de la canción, brindando una serie de conciertos a los que llamó Todos estos años de gente. El lugar común de los shows no fue la lista de temas sino la lista de invitados –músicos, actrices, diseñadores– que llegaron para darle un abrazo: Luis Alberto Spinetta, Gerardo Gandini, Ana Prada, Cecilia Roth, Alejandro Ros, Marcos López, entre otros y otras.
A minutos de entrar en el estudio de Fito Páez a grabar un nuevo disco, Liliana Herrero tocó a beneficio de Crear Vale la Pena (CVLP, www.crearvalelapena.org.ar); su compañero de escenario fue el grupo Tierra Abatí, nacido en las entrañas de la ONG que dirige Inés Sanguinetti, que tiene como sello original transformar cualquier utensilio doméstico –ollas, tarritos, etc.– en instrumento musical. En CVLP hacen “integración por el arte”. En sus centros culturales conviven personas que vienen de “contextos de oportunidad” con otras oriundas de “contextos de precariedad”. A través del teatro, de la música, de la gestión cultural, de la educación no formal establecen lazos entre comunidades “nacidas para vivir separadas”, y juntas hacen un viaje profundo: adquieren conciencia ciudadana. ¿Por qué invitaron a tocar a Herrero? “Nos encanta su manera de ser.”
Cumpliste 20 años con la música, CVLP cumplió 10. Te sobra experiencia. ¿Hay algo que tengas para decirles, alentarlos, advertirlos?
–Al contrario. Crear Vale la Pena es una de esas organizaciones de las cuales tengo mucho para aprender. Inés Sanguinetti me parece una mujer extraña, en el sentido de algo extraordinario. Siempre admiré su trabajo como coreógrafa, la he venido a ver desde Rosario. Ellos comprendieron que nada puede hacerse sin aquello de Todos estos años de gente, digamos, que son movidas que involucran a muchas personas, muchas alianzas... Que es estar abiertos y sentir, buscar, estimular eso que está saliendo para que florezca aún más. Ahí hay mucho hilo en el carretel para pensar la Argentina.
Paulo Freire decía que la cabeza piensa donde los pies pisan. ¿Qué te pasa después de este tipo de encuentros?
–Estas cosas me alimentan, me entristecen, me divierten. Producen una experiencia interesante existencialmente hablando, políticamente hablando también. Recuerdo cuando fuimos a presentar el disco Litoral a Resistencia, con una asociación civil y con el Estado también, porque participó el Teatro Guido Miranda. Tomamos una calle, todo el mundo se movilizó, después había bailes... Fue hermoso. Yo no tengo actitudes mesiánicas. Cada uno tiene que saber cuál es el territorio en el que se mueve mejor, el territorio teórico, estructural, y entrar en diálogo con otro tipo de experiencias. Fuera del ámbito académico hay muchas más lecciones de filosofía de las que uno cree.
Qué espacio habla más de tu intimidad, de tu filosofía: ¿el living de tu casa o un escenario?
–La intimidad, sin dudas, está ligada con la casa de uno. Pero el escenario tiene las dos cosas: ese lugar tan público tiene momentos de gran intimidad, por la emoción que puede producir una canción o por cierta confesión que a veces uno hace, tipo diván.
Pusiste tu firma a la campaña por la despenalización del aborto. ¿Por qué lo hiciste? Del otro lado, ¿crees que alguien escucha?
–Si bien estoy ahí y seguiré estando cada vez que me lo pidan, quisiera que ninguna mujer tuviera que abortar. En ese sentido, sólo tomado en ese sentido, diría que estoy en contra del aborto. Pero no estoy de acuerdo con que existan leyes que lo impidan, hay que considerar cada caso y el derecho que tienen las personas de hacer con sus vidas lo que deseen. No sé si alguien escucha. Mi actitud ha sido apoyar, medio de costado. Son las causas que tienen una lentitud en estos países que uno desearía que no la tuvieran.
Vos y Horacio González, tu pareja, estuvieron entre los que resistieron el cierre del Bar Británico, ubicado a metros de tu casa. A pesar del cambio, ¿siguen yendo?
–Al Británico el que va mucho es Horacio. El podría enloquecer si vive en un lugar donde no hay bares cerca. Yo prefiero los mates en mi casa. Pero nos pasan cosas graciosas cuando salimos. Como que la popularidad de cada uno depende de los lugares. Si yo voy a lugares más ligados a la vida intelectual, soy “la mujer de Horacio”. Pero si él va a un concierto, siempre le dicen: “Señor Herrero”.
Estás entrando a grabar un disco nuevo. Debe ser un momento cargado de mística, que no querrás que se termine rápido.
–Estoy en la preparación; en la jerga se dice “pre-producción” pero es tan productivista esa palabra que no me convence. Es un momento de gozo y azar. Siempre estoy con invitados: me gusta hacer asamblea de músicos cuando grabo. Como siempre, en Circo Beat. Y de noche. Me gusta grabar a la noche, cuando no suenan los teléfonos, tomar un buen vino... Es un momento angustiante también. Me gusta la idea de estar en la noche y esperar el día. La parición de un disco es oscura, es nocturna, nunca se sabe qué va a pasar.
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