ACTUALIDAD
Esta semana la mamá de Andrea López, acompañada por organizaciones de mujeres que integran la campaña Ni una mujer más víctima de trata, volvió a reclamar que se actualice la búsqueda de su hija, desaparecida en 2004. La joven era obligada a prostituirse por un boxeador con quien tenía un hijo y que acaba de quedar en libertad luego de tres años detenido por “facilitación de la prostitución”.
› Por Elisabet Contreras
Andrea posa sonriente para la cámara. Luce un vestido negro con lunares blancos. Su pelo largo, renegrido, cae sobre uno de sus hombros. “Estaba feliz. Faltaba muy poco para su fiesta de 15”, recordó Julia, la mamá, mientras miraba la foto tomada especialmente para ilustrar las invitaciones de su cumpleaños. Ella prefiere recordar esa imagen de la joven: alegre, risueña, valiente. Ese retrato, que dobló en varias partes para que entrara en su billetera, la acompaña desde el 10 de febrero de 2004, día en el que Andrea desapareció. Julia, segura de que su hija es una víctima más de las redes de trata de personas, recorrió diferentes burdeles del país buscándola. A cuatro años de su desaparición, Julia viajó a Buenos Aires para reclamar justicia por su hija y para denunciar la complicidad policial y la falta de apoyo del gobierno provincial en la lucha por liberar Andrea del circuito de la prostitución.
“Hoy todavía no hay ningún dato sobre dónde puede estar mi hija. La policía provincial no sigue las pistas vinculadas a las redes de prostitución porque piensan que mi hija abandonó a mi nieto y su casa en forma voluntaria. Eso nunca lo voy aceptar”, sentenció Julia Ferreyra. Su peregrinar por Buenos Aires fue acompañado por cientos de mujeres que luchan contra el tráfico de personas que realizaron marchas y movilizaciones para recordar la historia de Andrea López y reclamar al Estado nacional la sanción de una ley que ponga fin a este delito.
Julia vio por última vez a su hija el 8 de febrero de 2004. Ella tenía 25 años y un hijo de 3. “Estaba en mi casa, de buen ánimo. Purreta le había prometido que la sacaría de la calle para que se ocupara de llevar al chico al jardín”, recordó la madre. Julia evoca en su relato a Víctor Purreta, a quien califica como el principal hostigador de su hija y el sospechoso de su desaparición. El hombre, ex boxeador, se dedicaba al “negocio” de la prostitución. Tenía –según contó la mamá de Andrea– dos burdeles en la provincia de Buenos Aires. “Uno funcionaba en Pehuajó. Se llamaba el Pájaro Azul. Y el otro estaba en Daireaux. Se lo conocía como Playboy”, señaló. Aquella noche de febrero, él fue a buscar a Andrea a su casa y nunca más la volvió a ver. El la obligaba a prostituirse y si se negaba, la golpeaba hasta que ella terminaba accediendo. “Al principio la largaba a las rutas de acceso a la provincia, luego la llevó al prostíbulo que tenía en Pehuajó, donde había otras mujeres.” Contó.
Andrea desapareció dos días después de la casa que compartía con su agresor, en Santa Rosa, en medio de confusas versiones que alertaban sobre la visita sorpresiva de dos amigos de Purreta oriundos de Tucumán. “Mi hija a veces se escapaba de la casa harta de que él la golpeara y venía a buscar refugio a la mía, pero a los cuatro o cinco días él la venía a buscar porque se quedaba sin plata”, sostuvo Julia. En este tiempo, la investigación no arrojó ningún dato que permitiera encontrar a Andrea. Tanto la mamá, como la Red No a la Trata y el Programa Antiimpunidad están convencidos de que hay complicidad policial en el hecho. “Hay una clara intención de desviar la causa. La policía sólo se ocupa de encontrar el cuerpo sin vida de la joven y desecha pruebas que podrían conectarlo con la red que tiene a la chica”, sostuvo Marta Fontenla, de la organización Atem 25 de noviembre.
“Hace dos años una persona con el nombre y el DNI de Andrea pidió turno para el cardiólogo en una posta sanitaria. Cuando llegó el día de turno, la persona no se presentó y el registro donde constaba el pedido de asistencia desapareció mágicamente”, denunció Julia. “En mayo, Juan Carlos Morán dijo que Purreta tenía a mi hija en el burdel en Daireaux. En junio, se lo encontró colgado en el baño de ese burdel, con las manos y pies maniatados”, contó Julia. Después de cuatro años de espera, y de búsquedas frustradas, la mamá de Andrea siente que la policía se burla de ella. “El 20 de enero me llamaron para hacer un rastrillaje basado en los dichos de una vidente de La Pampa; me han llamado cientos de veces para pedirme que reconozca ropa encontrada en diferentes rastrillajes. Me han mostrado corpiños y pantalones de muchos más talles que mi hija. Es algo inaudito”, se quejó. Distinta fue la suerte de Purreta que entró y salió de la cárcel en tres años al cumplir con la pena dictada por la Justicia por “facilitación de la prostitución” de Andrea. Había sido condenado a cinco años y medio de prisión por el delito, pero recuperó su libertad en octubre pasado por buena conducta.
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