Vie 29.02.2008
las12

VIOLENCIA

La peor omisión

La semana pasada se cumplió un año del femicidio de Sandra Gamboa, un caso particular, ya que el hecho sucedió en el edificio de una dependencia de Rentas de la provincia de Buenos Aires y que tiene llamativas similitudes con otros cinco casos de jóvenes asesinadas y violadas después de haber aceptado trabajo como niñeras. ¿Casualidad o violador serial?

› Por Gimena Fuertes

¿A Sandra la mataron porque era mujer, porque era joven, porque era extranjera, porque era pobre, o por todas esas cosas?”, se escuchaba desde los parlantes el viernes pasado durante el acto que se llevó a cabo en reclamo de justicia frente al edificio del archivo del Ministerio de Economía de la provincia de Buenos Aires en la ciudad de La Plata. Dentro de esa dependencia oficial, hace un año, el 21 de febrero de 2007 fue asesinada Sandra Ayala Gamboa, una joven peruana de 21 años recién llegada a la Argentina. El caso de Sandra puso de relieve otros cinco casos de violación en la misma ciudad registrados en un año. Todas las chicas abusadas son jóvenes, norteñas y pobres. Y en todos los casos fueron a buscar trabajo de niñera con el que luego sería su violador. En tanto, la Justicia avanzó poco y nada en la investigación del crimen.

El caso de Sandra y las otras cinco chicas violadas en La Plata engruesan las estadísticas que muestran, según la Dirección General de Políticas de Género del Ministerio de Seguridad bonaerense, que entre enero y diciembre de 2006 en las comisarías de la Mujer y la Familia se registraron 1493 denuncias de abuso sexual. Sin embargo, los casos que no terminan en denuncia, ya sea porque la persona abusada no la hace o porque las instituciones se resisten a registrarla, no forman parte de las estadísticas oficiales.

La demora en la búsqueda de Sandra, debido a las reticencias de la policía y del fiscal a ingresar a la dependencia oficial, jugó en contra del hallazgo de pruebas valiosas. De hecho, después de seis días de muerta no se pudo probar si fue violada, aunque su cuerpo haya aparecido desnudo y con signos de estrangulamiento. Si se hubiera detectado a tiempo, tal vez se hubieran encontrado rastros que permitieran comprobar si el supuesto violador –cuyo ADN coincide en los otros cinco casos– era el mismo.

En tanto, el asesino sigue suelto, el supuesto entregador también; ninguna autoridad ministerial prestó testimonio ni se acercó a la familia de la víctima y el fiscal Tomás Morán –que maneja la hipótesis de un violador serial– no dio la orden de allanamiento al edificio cuando en la denuncia se relataba que Sandra había entrado con el asesino.

Las organizaciones sociales y políticas de la zona se solidarizaron y llevaron a cabo actividades para visibilizar lo que la Justicia quería velar en torno del caso de Sandra, que se considera un femicidio –el asesinato de una mujer como resultado extremo de la violencia de género– que puede ocurrir tanto en el ámbito privado como en el espacio público. Este femicidio es a la vez la punta del ovillo del resto de los casos, que recién ahora salen a la luz.

La vida de Sandra

Nélida Gamboa Guillén, Nelly, es la mamá de Sandra. Apenas se enteró de la desaparición de su hija, viajó para Argentina y radicó la denuncia en la comisaría 1ª de La Plata. Sin embargo, ni la policía ni los funcionarios judiciales actuaron para encontrar a la víctima, cuyo cuerpo esperaba en el edificio del archivo del Ministerio de Economía, pegado a la Agencia de Recaudación de la provincia (ARBA), o sea, Rentas. Desde entonces, Nelly reside en Argentina sólo para hacer justicia por el asesinato de su hija y está a la espera de un subsidio para poder pagar sus gastos.

“Allá, en Perú, vendíamos fruta y comida en mi casa, chicharrada, pachamancada. Sandra trabajaba conmigo, estudiaba y se pagaba el instituto. A la mañana iba a comprar al mercado, sacaba la carreta y vendía la fruta. Le gustaba estudiar, en su cuarto tiene todos los papelógrafos que escribía. De chica yo le decía ‘andá a jugar, a correr’ y me decía que no porque tenía examen. Ella también cortaba cabellos y ponía inyecciones, me daba la plata, le compraba ropa al hermano, traía pollo a la brasa a la casa. ¡Los vecinos le decían que se iba a venir vieja siempre estudiando!”

Nelly cuenta la historia de Sandra con un permanente temblor en su voz. “En Perú terminó la carrera de enfermería, después estudió en el instituto Santa Rosa de Lima para técnica en farmacia, también estudió cosmetología tres años. Ella quería ser doctora y vino a averiguar cómo hacer los trámites para inscribirse acá. Quería hacerse su consultorio, porque ella estaba en el hospital Cayetano Heredia y veía cómo los ancianos sufrían. ‘Pobres, mamá, voy a poner un hospital para atender gratis’, me decía.” Sandra salió del Perú junto a su novio el 25 de octubre de 2006 y llegó el 28. Residía en una pensión de la ciudad de La Plata y buscaba trabajo. Walter Silva, que también vivía en la misma pensión, le ofreció contactarla con otro hombre que estaba buscando niñera. La familia supone que es el supuesto entregador, pero no tiene orden de detención y en la causa figura sólo como testigo. Silva la llevó hasta la puerta de la dependencia del ministerio, donde se estaban realizando reformas, caminaron una cuadra más y volvieron. Gracias a esa cuadra de más, las cámaras del banco Comafi, ubicado en la esquina, registraron a las tres figuras juntas en la calle. A Sandra le dijeron que ese hombre que sería su asesino tenía a su mujer enferma y que necesitaba una niñera para cuidar a sus hijos. Entonces entró a esa casona, donde funcionaba el archivo del Ministerio de Economía, y no salió más. Ni las cadenas de esa casona en reparación ni su candado aparecieron rotos, por lo que se cree que el asesino o el entregador tenían las llaves. “El que la lleva sabe mucho y conoce al hombre que trabaja en el ministerio. Ahora Silva está haciendo trámites para irse del país. Quiero que me ayuden a encontrar el asesino. El Consulado no me dio atención. La vicecónsul Rosalinda Gallardo no me quiso tomar la denuncia porque ya estaba la comisaría. La empleada del Consulado se burló de mí porque no sé leer ni escribir.”

Desde entonces, las integrantes de las organizaciones feministas y de derechos humanos que se acercaron para acompañarla y ayudarla la ven llegar todos los días 22 a la puerta de esa dependencia oficial con sus velas y sus fotos desde la mañana temprano hasta que cae el sol. “Hay nada de avance y hay mucho para hacer. El fiscal no tiene ganas de trabajar. Hay pruebas: un video del banco Comafi, cabellos, sangre, colillas de cigarro, un envase de Coca. No quieren investigar porque pasó dentro del Ministerio de Economía. Ellos tienen que saber quiénes son. Si es el violador serial, entró con llave. Quieren tapar esto porque es una dependencia del Estado. Esto pasó en pleno centro de La Plata”, clama Nelly.

El abogado de la familia, Abraham Pumarica, denuncia que desde la fiscalía no se llevaron a cabo los procedimientos adecuados para encontrar al asesino. “Tendrían que haber cruzado el teléfono de Silva con la gente que trabajó en el local del ministerio. La fiscalía tiene el video de la cámara de seguridad del banco en su poder, también hay restos pilosos que no pertenecen a Sandra encontrados en las uñas de ella, que sirven para identificar el ADN, cosa que todavía no se hizo. Pero lo peor es que los agentes de la comisaría 1ª y el fiscal no entraron al edificio, sólo hicieron una revisión ocular externa, a pesar de que en la denuncia se afirma que la vieron entrar. El fiscal Morán comete negligencia y omisión. De haber dado la orden de allanar hubiese encontrado el cuerpo de Sandra con elementos probatorios más certeros. Ahora no se puede probar la violación.”

A Sandra la encuentran estrangulada y semidesnuda una semana después de su desaparición dentro de una de las piezas del archivo del Ministerio de Economía. Durante esa semana, cinco personas ingresaron a esa dependencia: el arquitecto de la obra, el electricista y su hijo, otra vez el arquitecto, el herrero y el cerrajero. Nadie vio ni olió nada. “Es por eso que denunciamos que hay una red de encubrimiento. Ya iniciamos una acción contra los policías que miran la parte externa del local e ingresan al ministerio y argumentan que era una casa abandonada. Esa comisaría está a cargo de esa jurisdicción, por lo que es imposible que confundan una casa con un local del ministerio. En tanto, las autoridades del ministerio, las anteriores y las nuevas, no han aportado nada a la causa y jamás llamaron a la madre”, argumenta el abogado.

El silencio oficial

La lluvia acompañó a las más de 200 personas durante el acto y la movilización por las calles platenses a un año del asesinato. En las paredes de la edificación donde la mataron las organizaciones instalaron dos enormes cuadros, uno con su cara y otro con la leyenda “Silencio, gobierno”. En los árboles y en las paradas de los colectivos, se pegaron fotos de otros rostros, víctimas de otras violencias, pero que son la misma.

Nelly encabeza la marcha, siempre con un portarretratos en la mano. Durante la caminata, la acompañó el grito de “todas somos Sandra”. Al pasar por la Casa de Gobierno, Nelly recordó desde el micrófono que el 19 de diciembre pasado le pidió al gobernador Daniel Scioli una entrevista “para pedir explicaciones de por qué hay tanta impunidad” en el esclarecimiento del crimen de su hija.

Las integrantes de las organizaciones no pudieron contactar al resto de las chicas atacadas por este supuesto violador serial, ya que la información la tiene el fiscal. Si bien no quieren que el miedo paralice, sostienen que es necesario hacer una campaña para encontrarlo. Gabriela, de la Casa de la Mujer Azucena Villaflor, una de las organizaciones que siguió desde un primer momento el reclamo de Nelly, opina que “hay que alertar para que no vuelva a pasar. No somos nosotras las que generamos el miedo. Es el Estado provincial que no toma cartas en el asunto”. A su vez, María Eugenia, del espacio de mujeres del Frente Popular Darío Santillán, sostiene que “es necesario demostrar colectividad, salir a la calle, reconocerse en compañeros y compañeras. No es una muerte cualquiera, es un femicidio, y demostrar que somos muchas ayuda”. Nelly afirma que “no puede haber asesinos sueltos en la ciudad. Me siento con fuerzas para seguir luchando. Mi hija nunca fue indecisa ni débil, y nunca le gustó la injusticia”.

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