› Por Sandra Russo
Hace diez años yo no trabajaba en este diario. Después de haber formado parte de él desde el inicio, me había ido hacía unos meses a Perfil para ser editora general de la revista Luna. Aprendí mucho de edición gráfica en esos meses, y era una de las cosas que más me interesaban. Sobre los contenidos, lo que aprendí es que nunca más me involucraría en un proyecto dirigido “a la mujer”. Descubrí la farsa de “la mujer”. Y me sorprendieron los límites estrechos del territorio que habita “la mujer”.
En eso me llamaron de Página. Que querían hacer un suplemento para mujeres. Le escuché decir exactamente eso al director de Página cuando tuvimos la entrevista. El no era consciente de lo que estaba diciendo, le salía naturalmente: las mujeres eran la mayoría de las lectoras del diario, o sea que consideraban una buena idea sacar un suplemento para mujeres. Eso sí, pensé. Para mujeres sí.
No era fácil. Este diario siempre ha tenido lectores muy exigentes. A veces, y me perdonan, se pasan de exigentes. Y hacer un suplemento “femenino” (como los de los otros diarios) hubiese sido una catástrofe. Pero no corríamos peligro en ese sentido: carecíamos de recursos para hacer producciones de moda o de belleza, de modo que ni siquiera pensamos en maneras alternativas de ofrecer moda y belleza (que las hay, por supuesto).
La temática fue surgiendo, y el diseño fue colocándose en un lugar central. Ahora que lo pienso, y no puedo evitar el piropo, nuestra inexistente sección belleza era reemplazada por la belleza del trabajo de Alejandro Ros. Y si elijo una manera de recordar esos cinco años primeros de Las12, pese a que también quiero reconocerles los méritos, el talento y la inteligencia a Marta Dillon y a María Moreno, la que elijo está vinculada a haber trabajado durante ese período con Ros. Si me había ido a Perfil porque me interesaba aprender sobre edición gráfica, fue a mi regreso a Página donde encontré al mejor maestro.
Creo que hicimos un trabajo digno y necesario, porque fue aquí donde comenzaron a instalarse las problemáticas de género que después tomaron los demás medios. Era un nuevo punto de vista, y aprendimos a mirar desde él cuestiones políticas y personales. Fue por lo menos mi caso. Aprendí muchas cosas que hasta entonces no sabía.
Salud por estos diez años del primer y único suplemento del país que no se dirige a “la mujer” sino a mujeres, a toda la erizada, húmeda y filosa amalgama que somos las mujeres.
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