Vie 25.04.2008
las12

Lo que no quiero

› Por Mariela Asensio*

No me interesa adquirir una “conciencia antiage” ni me importa saber cuál es el conjunto de ropa ideal para una noche romántica. No quiero hacerme un test para saber si soy segura en los negocios o ardiente en el sexo o para descubrir si tengo talento en el armado de bonsáis. No quiero debatir acerca de cuál es el mejor padre para mis futuros hijos –en el caso de que me interese parir uno– ni acerca de cómo organizar la vida familiar con la profesional. No quiero ir a misa ni quiero confesarme. No quiero lista de casamiento ni vestido blanco, no quiero casarme. No quiero marcas líderes. No quiero hacer buñuelos ni canapés ni masas finas. No quiero hacer dieta. No quiero alta costura ni glamour. No quiero mascarillas ni cremas ni shampoo. No quiero parecerme a Penélope Cruz, no quiero ser rubia, no quiero ser tetona, no quiero ir al gimnasio, no quiero tinturas ni joyas ni lecturas “para elevar mi autoestima”.

Cuando cumplí diecinueve años –allá por el 98– ya tenía más o menos claro que quería ser yo misma; por aquel entonces ya creía que la mal llamada “imperfección” es en realidad una forma de belleza, pero por sobre todo, sabía que la belleza es otra cosa y sabía también que soy bella.

Son tiempos de plástico y de estupidez, en el que un conductor televisivo denigra al máximo a las mujeres que pasan por su programa y las trata abiertamente de regaladas y necias, tiempos de cirugía plástica y de colágeno. Tiempos de misoginia y sexismo encubierto en programas “para toda la familia”; programas que exponen a mujeres para ver cual es más tonta, mujeres que se exponen como cosas.

Son tiempos de violencia extrema, en el que todavía nos morimos en abortos clandestinos y a manos de nuestros maridos y de proxenetas o esclavizadas en redes mafiosas de prostitucion o en trabajos forzados.

A mis veintinueve años –ahora en el 2008– considero que la ignorancia y el desinterés son enemigos temibles, y que ser feminista es una manera de vivir y de ver el mundo y la vida.

Simplemente gracias a Las12, por diez años de incansable trabajo y resistencia; gracias por hacerme sentir todo este tiempo que no soy sapo de otro pozo en este mundo globalizado, superficial y machista.

* Dramaturga y directora teatral

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