› Por Noemí Frenkel*
Muchas veces me asomé en estos diez años a Las12, segura de encontrar “algo” que me resonara, me interesara, me inquietara, me nutriera. Un espacio donde reconocerme en esa complicidad de lo femenino que cultiva su propia voz, una voz que busca romper los moldes del subconsciente colectivo y expresar desde diferentes miradas su naturaleza más profunda. Me vienen a la cabeza, entre otras, tantas crónicas sensibles y llenas del compromiso social de Marta Dillon, los finísimos, originales retratos de mujeres, de artistas, por esa rara avis del periodismo que es Moira Soto, o la enciclopedia de los arquetipos masculinos que nos regalaba Sandra Russo con su despiadado humor y su capacidad para desnudar el folklore de la “mentalidad femenina”.
Yo saludo la persistencia de este espacio que nos convoca a mirar la realidad de frente, que se solidariza a través de la denuncia, del testimonio, con las causas de muchas mujeres que viven oprimidas y abusadas, y que luchan; que nos ayuda a reírnos de nosotras mismas, de nuestras debilidades, tilinguerías y lugares comunes, que reivindica y acompaña el trabajo de las mujeres de la cultura que se rehúsan a participar del código perverso de la muñeca inflable que niega su verdadero ser para poder encaramarse en el podio de los exitosos. Deseo calurosamente que sigan adelante, desarrollando y manifestando la creatividad, la sabiduría, la sensualidad, el refinamiento y la vitalidad que mora en el auténtico espíritu femenino.
*Actriz.
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