Las12 es un nombre sugerente si se piensa que en estos diez años el suplemento cumplió un “apostolado” en defensa de los derechos de las mujeres. No hay un apóstol rector ni son doce las que rodean la mesa de redacción, tampoco hay primera ni última cena sino un alimento que llega con regularidad a la mesa de los viernes, antes del aluvión mediático del fin de semana. Medio crítico y exponencial de un estado de la sociedad, su efecto es inmediato. La historia de una mujer víctima restalla en la conciencia e indigna; la historia de una mujer que ha logrado dar forma a sus intereses y a su deseo, complace, conmueve, distiende. En esa fluctuación entre la infamia que se ejerce contra una mujer y la revelación de un mundo más justo posible oscila el interés del suplemento. Un efecto también residual seguramente gravita en los espíritus abiertos que han salido de la esfera de los prejuicios antifemeninos, no extraños, ni escasos, sino formando parte de la vida común de todos los días. La impresión que ha dejado una buena entrevista, un relato de vida o una denuncia se deposita en alguna parte de ese cotidiano insensible de lo puramente fáctico: la marca se instala en esa “realidad” que se acepta por costumbre o por ignorancia y la modifica. No se sabe cuánto ha de incidir, pero precisamente ése es el desafío que ha sostenido el espíritu feminista de Las12: un periodismo de ideas y de causas, el único con una difusión masiva que aborda con un criterio libre y desalienante la relación de las mujeres con la política, el trabajo, los hijos, la pareja, la salud, el consumo, y pone en discusión un modo de vida desde la subjetividad femenina, cercada y aplastada por modelos sociales masculinos. Sólo queda celebrar y pensar los próximos veinticinco años de un medio libre y polémico que se actualiza en cada entrega.

* Escritora