Antes de mi primera nota en Las12 –que fue sobre las mujeres albañiles en Ciudad Oculta– yo creía que tenía conciencia de la cantidad de puestos de trabajo, habilidades, instrucción, información, salarios dignos a los que las mujeres no podíamos acceder. Y digo creía porque a partir de mi contacto personal con esas mujeres pobres de dinero y oportunidades y llenas de carácter y voluntad fue que comprendí íntegramente todo lo que nos falta recorrer en el camino de la emancipación. Aunque también me fue grato comprobar y transmitir –a través de las notas en el suple– lo lejos que estamos de, por ejemplo, esas mujeres a las que no las dejaban votar, ni decidir por sí mismas ni siquiera lo que deseaban vestir, porque se le prohibía hasta el uso de pantalones en algunos ámbitos.

En el terreno de las nuevas tecnologías las mujeres estamos aún un paso atrás, pero en los últimos años venimos recuperando terreno. Mi obsesión, desde que comencé con la columna La aldea blogal, es encontrar en qué punto quedamos relegadas en nuestra formación tecnológica. Por qué, si en la escuela primaria y secundaria –aun en los lugares de bajos recursos– chicas y chicos se involucran por igual (hasta muchas veces, somos más nosotras) en el manejo de la web (a través de juegos, fotologs, navegación a través de buscadores), luego esos caminos se separan y ellos siguen su formación y contacto on line mientras nosotras dejamos de frecuentar y disfrutar las ventajas de ese mundo. ¿Por qué, si las nuevas tecnologías encajan perfectamente con nuestra propia naturaleza de red? Si nosotras somos capaces de segmentarnos y diversificarnos en múltiples tareas con celeridad... En ese sentido, una oficina portátil alojada en un sitio web o un celular con acceso a Internet pueden convertirnos en las trabajadoras más eficientes, así estemos con un bebé, en casa o donde fuere. ¿Por qué esa niña que la Constitución Nacional dice que tiene igualdad de oportunidades todavía no las tiene?