RESCATE
Nacida a principios del XX en el seno de Suiza –país cucú donde nunca pasa nada–, Ella Maillart pasó de ser una niña delgaducha a una experimentada deportista y navegante. En su insólita vida, trabajó de mecanógrafa, modelo de un escultor, doble de riesgo y profesora de francés, participó en cine como guionista, actriz y asistente de dirección. Pero lo que realmente le gustaba dirigir era su destino, sobre esquís o en embarcaciones de cualquier tamaño. Una auténtica Ulises, que puso rumbo a Grecia rodeada de sirenas.
› Por Fernanda García Lao
El 7 de julio de 1928, cuatro jóvenes europeas, Ella Maillart, Marthe Oulié, Hermine e Yvonne de Saussure, partieron a bordo del Bonita, una embarcación sin motor de catorce toneladas, desde el Puerto viejo de Marsella, rumbo a Grecia. Costearon Córcega, Cerdeña y en Sicilia, Yvonne de Saussure abandona la expedición por motivos inciertos. En Naupacta, antigua Lepanto, embarcó Mariel Jean-Brunhes (con provisiones). Las chicas atravesaron el canal de Corinto –la etapa más complicada– y tres días más tarde llegaron a Falero, el viejo puerto de Atenas donde debieron abandonar la decrépita embarcación y tomar un vapor en El Pireo.
Ella Maillart había nacido en Ginebra en 1903. Su padre era comerciante de pieles y su madre una danesa con espíritu deportivo que abandonaba a su marido cada domingo para ir a esquiar. Desde muy niña, Ella adora la lectura de mapas y los libros de aventuras.
Al cumplir diez años, la familia se traslada a la orilla del lago en Creux-de-Genthod, a unos siete kilómetros de Ginebra. Allí conoce a Hermine –“Miette”– de Saussure, hija de un oficial naval francés, de la que se hará inseparable compinche de aventuras. Ella comienza a descubrir que sus lecturas y la vida al aire libre pueden coexistir. Su delicada salud se ve fortalecida y en poco tiempo se convierte en esquiadora y navegante. Con Miette aprende a dominar barcos cada vez más grandes, con los que se alejan un poco más cada día. A los 13, gana sus primeras regatas. Mientras tanto, Europa está en guerra y las dos adolescentes detestan la época que les ha tocado vivir. Entonces leen e imaginan viajes imposibles. Cada vez, un destino diferente. Al terminar la escuela, viaja sola a Inglaterra para aprender inglés, idioma en el que escribirá la mayoría de sus libros.
En 1922, Miette compra un velero, el Perlette. En solitario y sin la ayuda de un motor auxiliar, navegan hasta Córcega. A su regreso, son recibidas en Cannes como heroínas. Dos años después, Ella consigue trabajo como grumete de un yate de vela inglés y después participa en los Juegos Olímpicos. Es la única mujer entre diecisiete competidores y logra llegar en el noveno puesto. Aunque no consiguió ninguna medalla, se ganó el apodo de “Vagabunda de los mares”, que es mucho más poético.
“Excepto cuando estoy navegando o sobre un esquí, me siento perdida, sólo vivo la mitad de la vida. Todo es deprimente, salvo leer.”
Entonces, Miette compra el Bonita. El sueño de irse lejos se cumple. Sin embargo, el viaje termina mal: Miette, que además de propietaria del barco es la capitana, se enferma y tiene que abandonar la aventura. Para rematar, se casa con un arqueólogo francés, de nombre Henri Seyrig.
Ella duda. No sabe qué hacer con su vida y entonces hace de todo: trabaja como mecanógrafa comercial, modelo del escultor Raymond Delamare en París, estudia actuación en Ginebra, da clases de francés en Gales y trabaja como actriz en una película sobre esquí producida por alemanes. Su vida deportiva es otra historia. Ahí no duda nada, es capitana entre 1931 y 1932, del equipo femenino de hockey de su país y miembro del equipo nacional de esquí, con el que compite en el Campeonato Mundial en Mürren (1931), Cortina d’Ampezzo (1932) y en Saint Moritz (1934).
Durante su estadía en Berlín, conoce a emigrantes rusos y decide escribir artículos periodísticos sobre el cine y la juventud soviética. Y aunque usted no lo crea, consigue ayuda financiera para viajar a Moscú, nada menos que de la viuda de Jack London.
Siguiendo con la línea excéntrica a la que ya nos estamos acostumbrando, al llegar a Moscú se instala en lo de la Condesa Tolstoi. Entrevista a realizadores de cine, entre ellos Pudovkin, y viaja a Turkestán, donde convive con kirguís, kazajos y uzbecos. Sube una montaña de 5000 metros y entonces divisa su destino: Takla Makan, el desierto prohibido. Y promete volver.
Esquivando controles, sin papeles ni permisos, sola con su mochila, una cámara y sus apuntes, regresa a París y escribe Des Monts célestes aux Sables rouges, traducido en Inglés bajo el título de Turkestán sólo.
En 1934 es contratada como corresponsal para el periódico francés Le Petit Parisien. Viaja a Pekín. Allí conoce al periodista y explorador inglés Peter Fleming –hermano del autor de la saga James Bond– corresponsal del Times. Ambos quieren regresar a Europa de la forma más difícil: por tierra, a través del Turkestan chino. Realizan juntos el viaje, que les insume ocho meses y varios kilos. Atraviesan desiertos, campos de batalla y escondrijos de bandidos, como quien sale a dar una vuelta al perro. Encima, aprovechan para escribirse un libro cada uno.
“En enero de este año, Ella Maillart salió de Pekín junto a nuestro corresponsal, Peter Fleming. Atravesaron China por los oasis prohibidos de Sianking, pasando por Cachemira, Pamir y el Karakorum. Un viaje arriesgado por las características orográficas y por las guerras que azotan la región. También se habrían reportado bandidos en la zona” (recorte del Times).
En 1936, aparece su libro Forbidden Journey, donde relata su viaje y obtiene un éxito considerable de ventas que le permite costearse sus siguientes viajes por el continente. El periódico francés la envía a Turquía, India, Irán y Afganistán. Ella viaja en micros y camiones, confundida entre los viajeros locales, tomando notas, fotos y haciendo entrevistas.
A mediados del ’38, conoce a la bella, ambigua y adicta a la morfina Annemarie Schwarzenbach, con la que inicia un viaje en su viejo Ford (de la ambigua). Atraviesan Italia, Yugoslavia, Bulgaria, Turquía, Turkestán, Irán y Afganistán. Al llegar a Kabul, se enteran de que ha estallado la Segunda Guerra Mundial. De ese viaje nace uno de sus libros más impactantes: La ruta cruel, donde escribe sobre Annemarie bajo el nombre de Christine:
“Un par de cosas que aprendí sobre el tormento moral que Christine estaba atravesando me hizo entender que el hambre o la pobreza pueden ser menos terribles que el sufrimiento y la angustia mental”.
Ella pasa la segunda guerra mundial en la India, donde vive de las ventas de sus libros en Europa. Se instala en Tiruvannamalai, al sur de Madras, durante los siguientes cinco años. Desde allí viaja regularmente a Tibet y Nepal. Practica meditación y sigue las enseñanzas de Atmananda, explorando entonces las regiones de su propio ser.
En 1946 regresa a Europa. Más exactamente, a los Alpes suizos y por primera vez en su vida, se construye una casa. Tiene 43 años. Sin embargo, continuará viajando. En 1951, llega a Nepal que acaba de abrir sus fronteras y escribe El país de los Sherpas.
En los siguientes treinta años (1957-87), se dedica a organizar viajes culturales a los diversos países de Asia, en pequeños grupos de turistas que la siguen a los lugares más inhóspitos. A fines de los ochenta, el Museo Elysée de Lausana, donde había depositado sus negativos, organiza la primera muestra retrospectiva de sus fotografías. La exposición se muestra en varios países europeos. Una nueva publicación, La vie immédiate (1991) presenta unas 200 fotografías que Ella tomó en su recorrida por desiertos, mares y montañas.
Murió en Chandolin el 27 de marzo de 1997.
“Hágase sin cesar esta pregunta: ¿Quién soy yo? A través de esta consulta llegará a saber que usted es la Luz de la Conciencia.” £
Sus libros Oasis prohibidos y La ruta cruel se consiguen en Buenos Aires. Sobre su biografía y para ver algunas de sus fotografías se puede visitar su página web: http://www.ellamaillart.ch/index_en.php
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