VISTO Y LEIDO
› Por Liliana Viola
Benditas viudas
Ingrid Noll
Editorial Circe
252 páginas
Esta escritora alemana, que nació en Shanghai hace casi ochenta años, ha sido calificada desde muy temprano como una de las reinas europeas de la novela negra. La inercia de esta afirmación ha hecho que se la comparara tantas veces con Patricia Highsmith, a pesar de que lo que más comparten son diferencias. Humor negro, experimento y complicaciones tan válidas e inverosímiles como las que ocurren en las comedias de enredos son los componentes que suelen habitar las historias de Noll en las que, es cierto, siempre hay crímenes. Mucho más cierto: siempre hay mujeres con sangre fría. Como ocurre también en otras novelas anteriores –La farmacéutica, El amor nunca se acaba y La rosa roja–, las protagonistas son mujeres muy especiales y autoras de los crímenes que en el discurso de la realidad que construye Noll parecen no ser tales. En Benditas viudas despacha en apenas tres renglones que la narradora y su amiga Cora ayudaron a enviar a mejor vida al maduro esposo de esta última, con lo cual la viuda se ha convertido en una flamante millonaria que actúa como tal. El problema para la mujer que cuenta esta aventura es que actúa como tal, el crimen es un detalle menor. La narradora –una joven desocupada e itinerante entre su Alemania natal e Italia, que va y viene con su pequeño bebé y habla de su amiga como quien se refiere a un amor esquivo– huye hacia delante creándose complicaciones ante las cuales opondrá siempre un mal mayor hasta salir airosa. Cuanto más hondo se llegue en el fondo del pozo, más cerca está la salida. Porque en las novelas de Noll lo que importa está en otra parte de lo que indica la moral. Las villanas se apropian de las armas que van encontrando a su paso y los móviles van apareciendo en la contingencia de la vida cotidiana que cada vez se complica más. El móvil de cada crimen también tiene un arraigo ancestral: las chicas parecen vengar un desequilibrio que las ha puesto en esta necesidad de seguir buscando, de itinerar, de escapar siempre de algún peligro. Los hombres –buenos y sensibles– no llegan a alcanzar las expectativas de estas mujeres ganadas por la insatisfacción. Pretender resumir la trama de esta novela en la que en cada página se agregan complicaciones llevaría, sin dudas, muchas más páginas de las que ha usado la misma Noll. Los hombres, sensibles, enamorados, ricos, amables condescendientes que aparezcan en esta aventura criminal, serán burlados, estafados e ignorados. Noll se ríe mientras construye a sus heroínas tan débiles como desesperadas, paradójicamente dos claves para ejercer una venganza que no es personal sino de género.
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