VUELTA AL MUNDO
Un informe elaborado por la Secretaría de Educación Pública, a partir de encuestas a 13.104 estudiantes de entre 15 y 19 años, arrojó resultados cuanto menos alarmantes: más de la mitad tiene relaciones sexuales sin recurrir a métodos anticonceptivos. Las entrevistas fueron realizadas entre alumnas y alumnos del bachillerato que explicaron que, aun cuando conocen la posibilidad de usar anticonceptivos, suelen no usarlos porque “no estaba planeado” el encuentro sexual. El uso en la primera relación, en cambio, tiende a ser más habitual: el 27% de los varones y el 32% de las mujeres declararon no haber usado ninguno la primera vez, mientras que en las siguientes los porcentajes subieron al 41 y el 49% respectivamente.
Cuando usan algún método, el preferido suele ser el preservativo (85%), seguido por la píldora (7%) y ¡el coitus interruptus! (2%).
El New York Times le propuso una entrevista que puede ser todo menos lánguida y habitual, y la escritora Doris Lessing (la del Nobel, claro) no pudo más que estar a la altura. Por empezar, se despachó contra los lugares comunes del movimiento de mujeres en relación con la literatura: “No creo que el movimiento feminista haya hecho mucho por los personajes de las mujeres. Quiero decir, hemos producido algunas mujeres monstruosas. Es lo que ha pasado, tras darles el poder de ser críticas y nada complacientes a las mujeres, por Dios que lo tomaron, así que los hombres ahora lo están sufriendo”. Después, siguió con Harold Bloom (que, entre otras cosas, dijo que premiarla con el Nobel había sido pura corrección política, “fue una cosa maliciosa. Si él gana el Nobel, no voy a ser tan perra”), Martin Amis y Christopher Hitchens (la tienen harta con sus opiniones sobre el Islam), para terminar cargándose a Blair. No cree que siga escribiendo (“me quedé totalmente sin energía. Tengo ideas que quizá nunca escriba. Vos viste, ya escribí un montón, así que realmente no es como para ponerse a llorar”), pero cuando le preguntan si a sus 86 años todavía vive sola, retruca: “Tengo una gata, Yum-Yum. Es una minina muy difícil. Tenés que tratarla como si fuera una princesa. De otra manera, se pone imposible”.
En marzo de 2006, cuatro hombres armados entraron en la zapatería donde trabajaba Ana Escobar, una joven madre soltera, y robaron a su bebé, Exther Zulamitha, de seis meses. Con variaciones de nombres, y apenas de edades, la situación se repitió en el país, hasta que en mayo de este año Escobar y otras tres mujeres a quienes habían robado sus bebés iniciaron una huelga de hambre ante el Palacio de Gobierno. Su reclamo era que el Consejo Nacional de Adopciones revisara los procedimientos, habida cuenta de que, cuando ella presentó la denuncia ante la Justicia, fue acusada de haber vendido a la niña, y luego fue descubriendo que otras bebas como la suya habían ingresado en un sistema de adopciones por demás plagado de anomalías: en 2007, más de 4700 niños guatemaltecos fueron dados en adopción a parejas norteamericanas (Guatemala es, después de China, el país del que más bebés se adoptan en Estados Unidos). Esta semana, una prueba de ADN permitió que Ana se reencontrara con su bebé, ya de dos años y medio. Entre enero y junio, se descubrieron cinco casas-cuna clandestinas, con niños para entregar y exámenes genéticos falsos. Pero que su caso haya probado que el sistema de adopciones del país se nutre de niños robados no garantiza que la situación mejore a futuro. “Sigue el robo de niños, y ha aumentado en los últimos meses –declaró Escobar–. Tengo entendido que dan hasta 50.000 dólares por cada niño.”
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